Pedro Pablo Montoya, alias Rojas, Elda Neyis Mosquera, alias Karina.
Según una nota que publicó hoy en el diario El Espectador, la Fiscalía estudia a fondo algunos de los delitos más atroces que cometió el frente 47 de las Farc durante su permanencia en el oriente de Caldas.
Según el diario, el ente investigador se prepara para imputarles cargos a 14 exintegrantes de esta estructura guerrillera, que por años estuvo bajo el mando de Elda Neyis Mosquera, alias Karina, que para muchos fue una mujer fría y sanguinaria.
El frente 47 de las Farc fue el amo y señor del oriente de Caldas. En 2002 llegó a haber en esa región del país más guerrilleros que policías y militares. Desde 2003, la Fuerza Pública hizo hasta lo imposible por obligar a esta estructura guerrillera a replegarse. Sin embargo, fue un golpe desde adentro el que dio al traste con el frente 47 y decretó el inicio de su final. Sucedió el 3 de marzo de 2008.
Ese día, Pedro Pablo Montoya, alias Rojas, asesinó a alias Iván Ríos, quien hacía parte del secretariado de las Farc. Rojas como prueba del homicidio se entregó a las autoridades con una mano de su víctima. Ahí empezó a resquebrajarse el frente 47. Había soportado el embate del Ejército y los paramilitares, pero la muerte de Ríos desencadenó la caída uno tras otro de sus jefes, hasta que el 18 de mayo de 2008 su comandante, alias Karina se entregó a las autoridades.
Entre los crímenes por los que la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía investiga al frente 47 están los homicidios de varios líderes de la región, hostigamientos, secuestros y desapariciones forzadas.
Entre los crímenes se encuentra el asesinato de la exalcaldesa de Marquetalia, Rubiela Hoyos Loaiza. Al respecto, los mismos exguerrilleros aseguraron que el 10 de febrero de 2002, cuando la líder se dirigía a una reunión política en la vereda El Vergel, del municipio de Marquetalia, cerca a la escuela la secuestraron junto a su hija, quien fue liberada posteriormente.
Los exguerrilleros también confesaron su participación en los homicidios de Israel Trujillo Cardona, José Nicolás Montoya, Nelson de Jesús Orozco Valencia —por no pagar vacunas o por, presuntamente, apoderarse de dineros que la guerrilla consideraba suyos— y hostigamientos a Pueblo Nuevo y Samaná. Incluso comentaron que el segundo de estos ataques lo realizaron como cortina de humo para que mientras la Policía repelía el ataque, ellos tuvieran tiempo de asesinar en plena plaza principal a un señor que identificaron como “el de las papas” y atentar contra la vida de Javier Bedoya García, un comerciante que se negó a pagar las vacunas que esa organización guerrillera le exigía y que se salvó de morir porque las granadas que los delincuentes lanzaron sobre su casa no explotaron.
Estos son apenas unos de los crímenes que se le endilgan a este frente, que convirtió al oriente de Caldas en su santuario, su “zona de distensión”, que lideró una de las mujeres más sanguinarias que se hayan conocido, que se desmoronó producto de una traición y que hoy es recordado con horror por quienes tuvieron que vivir su violencia.
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