COLPRENSA | LA PATRIA | BOGOTÁ
El atentado contra la Escuela de Cadetes General Santander en Bogotá, perpetrado por el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y que dejó 22 cadetes muertos, cumplió un mes ayer. En estos 30 días la Fiscalía General de la Nación en conjunto con la Policía y el Ministerio de Defensa avanzan en las investigaciones para dar con los responsables, indagaciones que hasta el momento tienen a dos personas capturadas y judicializadas.
En la otra cara de la moneda están los familiares de las víctimas, quienes tratan de retornar a sus vidas, algunos con el vacío que les dejó este acto terrorista y otros con la incertidumbre que les genera que sus seres queridos regresen al lugar que les provocó tantas angustias.
Ese es el caso de Roberto Fidel Chicó, padre de la cadete Érika Chicó, una joven ecuatoriana que llegó a Colombia con la ilusión de formarse en la Policía, donde llevaba año y medio, y que terminó convirtiéndose en la única mujer que falleció en el atentado cometido por el Eln.
Don Roberto y aseguró que él y su familia atraviesan un duro proceso tras la pérdida de la mayor de sus hijas y que, aunque las autoridades ecuatorianas han estado atentas a los requerimientos psicológicos y sociales de su familia, esa acción no les quitará el vacío de Érika. Así mismo, resaltó que el Gobierno colombiano no ha tenido ningún acercamiento con ellos y que solo tuvo noticias cuando llamó por su cuenta y le anunciaron que había un seguro de vida por cobrar.
Si bien, ha pasado un mes desde aquel hecho, don Roberto se resiste a vivir solo con el recuerdo de su hija. Relató que la pérdida de Érika ocasionó no solo un vacío, sino también un cambio en la rutina. “Renuncié a mi trabajo para cuidar de mi esposa, quien quedó muy afectada. Mi hija falleció en una guerra ajena, en una guerra que a ella no le pertenecía y eso es demasiado doloroso”, narró.
Territorio local
Daniela Carvajal, hermana del cadete Andrés Carvajal, quien falleció 10 días después del ataque, también expresó lo que ha pasado su familia, oriunda de Boyacá, tras el atentado. No reprochó la seguridad de la institución y deja en manos de las autoridades las investigaciones que puedan determinar qué ocurrió aquella mañana del 17 de enero.
Manifestó que la Policía y el Gobierno les han prometido que serán parte de un proceso de reparación, aunque aseguró que lo que más le interesa a su familia es que recuerden a su hermano como un héroe que entregó su vida por la patria. “Nos han dicho que vamos a entrar en la Ley de Víctimas, en esa justicia restaurativa que nos ayudará a saber qué fue lo que ocurrió y por qué pasó”.
Así como las familias de Érika y Andrés han tenido que luchar por salir del dolor que les dejó la partida de sus hijos, otras han contado con un panorama que se vislumbra más alentador, porque aunque sus seres queridos resultaron afectados en medio del atentado, todavía los tienen para abrazarlos y demostrarles el cariño día a día.
Viven
Santiago Pulgarín, oriundo de Medellín, dejó a su hermana en la Escuela de la Policía General Santander dos días antes del trágico hecho. Ella salió ilesa del ataque y la enviaron a su ciudad natal durante 10 días. “Estuvo tranquila y pensó mejor las cosas. Hace unos días regresó a Bogotá a seguir estudiando”.
Pulgarín, quien prefirió reservarse el nombre de su hermana, aseguró que como familia le expresaron su temor de que continuara la carrera de oficial, pero ella determinó seguir. “El susto fue duro. Le dijimos que no volviera, que pensara en lo que había pasado, que eso era peligroso, que ponía en riesgo su vida, pero no quiso desistir. Uno no puede meterse en esas cosas”.
Santiago indicó que en su momento los altos mandos de la institución le expresaron que tendría las garantías necesarias y le pidieron que “no desistiera, que siguiera con el estudio, que ahora era más la lucha”.
En la misma orilla está Edwin Cortes, padre de un cadete de quien también se reservó el nombre. Él consideró que no es quien para aseverar sobre las conductas de seguridad que se registraron en la Escuela y que para ello están las autoridades.
Dejó claro que el hecho que se registró el pasado 17 de enero, fue inesperado y trágico. “Casos como esos son muy remotos, podrán suceder otro tipo de casos por la situación que está pasando el país, pero no creo que se presente otro atentado allá”.
Las víctimas
Entre las 22 víctimas fatales había jóvenes entre los 19 y 24 año. El último cadete que falleció fue Andrés David Fuentes Yepes, oriundo de Valledupar y quien llevaba más de un año preparándose en la Escuela. Según su familia, desde que salió de su barrio Villa Haydith, en la capital del Cesar, siempre tuvo la convicción de ser policía.
Andrés Felipe Carvajal, oriundo de Chiquinquirá (Boyacá), fue otra víctima. El joven, de 23 años, falleció en un centro asistencial a los 10 días del atentado, debido a la gravedad de las heridas. A la lista también se sumó Steven Ronaldo Prada, de 21 años, quien viajó desde Ibagué para hacer su carrera.
A Antioquia fueron llevados los cuerpos de Cristian Camilo Maquilón Martínez y Esteban Marulanda Orozco. El primero, una promesa del deporte del departamento, y el segundo, un joven que siguió la vocación de su padre y que se destacó como jinete en su paso por los cerca de dos años que estuvo en la Escuela.
En el atentado también murió el cadete Iván Rene Muñoz, oriundo de San Gil (Santander), pero criado en Barichara. Otro fue Óscar Saavedra Camacho, de 22 años y oriundo de Bucaramanga. De esta misma región era César Ojeda Gómez y Jhónathan Herney León, quien vivía en el barrio Provenza.
Diego Fernando Martínez también hace parte de la lista de víctimas. Este joven de 22 años era oriundo de Curutí (Santander), y llevaba un año y medio en la institución.
El Valle del Cauca también vivió el luto de esta tragedia con la partida de Luis Alfonso Mosquera, dos veces campeón departamental de lanzamiento de disco y campeón nacional en la categoría juvenil en Copa de Lanzamiento en Bogotá. A él se sumó el también vallecaucano Diego Alejandro Pérez, quien vivió en el barrio San Antonio, en Tuluá.
Del Meta era el cadete Jonathan Suescún García, oriundo de Granada y de 24 años. Juan Felipe Manjarrés fue otro de los hijos del Meta que no sobrevivió. El joven de 24 años tuvo vocación por la Policía desde que prestó servicio militar en el Batallón Guardia Presidencial.
En el municipio de Puerres, en Nariño, también hubo duelo, en ese caso por el cadete Carlos Daniel Campaña Huertas, a quien lo despidieron con una velatón luego de que su cuerpo fue trasladado con honores policiales hacía su última morada.
*Wilson Arévalo, el hombre que vendió a José Aldemar Rojas Rodríguez, autor material del ataque, la camioneta con la que se realizó el atentado el 17 de enero. Actualmente está recluido en el pabellón de máxima seguridad de la cárcel La Picota en Bogotá y fue de nuevo imputado esta semana en los juzgados de Paloquemao.
*Ricardo Andrés Carvajal Salgar, capturado en la madrugada del 18 de enero en el barrio Los Laches, en el centro de Bogotá, e imputado por homicidio agravado y terrorismo.
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