José Navia L.
Colprensa | LA PATRIA | Resguardo La María (Piendamó)
Un helicóptero de la Policía sobrevuela, hacia las 4:00 de la tarde, el lugar donde se hallan concentrados más de cien exguerrilleros del Movimiento M-19 y del grupo Quintín Lame, en un resguardo indígena ubicado cerca de la vía Panamericana, entre Cali y Popayán.
El aparato vuela en círculos alrededor de la gigantesca enramada de guadua y zinc donde ocho desmovilizados redactan a esta hora una declaración política con los principales temas analizados durante los dos días que duró encuentro.
La cumbre de desmovilizados comenzó el pasado 6 de marzo, y fue convocada por la Fundación Sol y Tierra, una organización creada por los indígenas para acoger a los excombatientes del Quintín Lame.
La encargada de digitar el documento es una joven indígena, con pinta de estudiante universitaria, hija de un veterano dirigente del Quintín.
En uno de los párrafos del documento se lee:
“Apoyamos el proceso de solución política del conflicto armado que se realiza con las Farc y el que se explora con el Eln. Llamamos a todos los actores para que no se levanten de la mesa y culminen positivamente este proceso de cara a la nación”.
Los puntos que redacta la comisión fueron analizados y aprobados, minutos antes, por todos los asistentes al encuentro. Ahora, el grupo trabajaba de prisa, pues algunos de los desmovilizados del movimiento indígena Quintín Lame deben regresar a sus resguardos de Tierradentro y de otras zonas del Cauca, a unas cuatro o cinco horas en carro desde este lugar.
Apoyo en su comunidad
La mayoría de exguerrilleros ronda los cincuenta y sesenta años, aunque algunos aparentan más debido a los estragos del sol y del trabajo en las agrestes montañas del norte y del oriente del Cauca. Un hombre de sombrero, ruana y botas de cuero, de apellido Niquinás, que llegó de la vereda El Cabuyo, en Tierradentro, dice que vive de la agricultura desde que entregó su carabina, en mayo de 1991, luego de una negociación con el gobierno del entonces presidente César Gaviria.
Muy cerca se encuentra Gildardo, quien fuera comandante general del Quintín. Junto a él permanece su esposa, Dalila, una indígena menuda y muy activa, a quien los demás indígenas consultan en forma permanente sobre la logística del encuentro.
Gildardo y Dalila, quienes prefieren que los siga llamando por sus nombres de guerra, por razones de seguridad, se enamoraron dentro de esa guerrilla. Quienes los conocieron en aquella época dicen que siempre combatían uno al lado del otro. Eran muy jóvenes. Ahora, ya cincuentones, tienen cinco hijos y viven en una parcela con 12 vacas lecheras, de las cuales derivan su sustento.
“Al principio estuvimos sembrando fresas, pero no nos dio resultado y nos quedamos solo con las vaquitas”, dice Gildardo, quien es más alto que el promedio de sus hermanos de raza. Tiene la piel quemada por el sol y camina con dificultad.
Dice que él y los demás indígenas empuñaron las armas pararespaldar a sus comunidades en la toma de tierras para la ampliación de sus resguardos y, especialmente, para responder a los ataques que las bandas de ‘pájaros’ (embriones de los grupos paramilitares) desataron contra sus dirigentes, decenas de los cuales fueron asesinados, incluido el sacerdote indígena Álvaro Ulcué Chocué, por cuya memoria los Nasa guardan un profundo respeto.
Tensión en el Cauca
Durante la apertura del encuentro uno de los expositores recordó que en dos meses se cumplirán 24 años desde que Gildardo y otros 150 indígenas y mestizos entregaron las armas en Pueblo Nuevo, en el municipio de Caldono, a unos 50 kilómetros de este lugar.
Un año antes se había desmovilizado en estas montañas el Movimiento 19 de Abril, M-19, encabezado por su máximo líder, Carlos Pizarro, quien fue asesinado seis semanas después por un sicario pagado por los paramilitares. El crimen ocurrió dentro de un avión, cuando él, que ya era candidato presidencial viajaba hacia Barranquilla.
El helicóptero de la Policía se aleja luego de dar tres vueltas sobre el lugar. Es la tercera o cuarta vez que ocurre lo mismo desde que comenzó el encuentro, 24 horas antes. Seguramente desde el aire se ven a los nietos de algunos desmovilizados, jugando a un lado del cobertizo, y a grupos de mujeres y de hombres que aprovechan la cita para hablar, mientras se redactan las conclusiones.
El sobrevuelo del helicóptero se debe a que desde hace 10 días hay enfrentamientos a piedra, garrote y machete entre miembros del escuadrón antidisturbios (Esmad) e indígenas Nasa del norte del Cauca en los municipios de Corinto, Santander y Caloto. Los choques comenzaron cuando la policía intentó desalojar a cerca de mil indígenas que ocuparon fincas e intentaron bloquear la carretera Panamericana. Los reportes de los dos bandos indican que hay cerca de un centenar de heridos. Por ese motivo, la vía que une a Cali con Popayán permanece militarizada. Además, escuadrones de policías motorizados la recorren en forma permanente.
Como era de esperarse, los desmovilizados se solidarizaron con los ocupantes de las haciendas, al tiempo que exhortaron “al Gobierno Nacional para que cese la violencia y dé un tratamiento no militar a la conflictividad social, con procesos de diálogo y negociación”.
En el primer punto de la declaración política, los desmovilizados señalan: “A los 25 y 24 años de los Acuerdos de Paz del M-19, Epl y Quintín Lame le hemos cumplido al país a pesar de los incumplimientos de los sucesivos gobiernos nacionales que: No desmontaron los factores de violencia (asesinatos, desapariciones, amenazas, desplazamientos y despojos territoriales) y paulatinamente quitaron el carácter progresista de la Constitución Política del 91, producto de los acuerdos de los grupos y de la movilización social, donde el gran perdedor ha sido el país”.
El vocero del CRIC, Eduardo Camayo, señala que los demás indígenas del Cauca no están participando en la toma de tierras del norte del departamento, debido a que eligieron la vía negociada. Camayo añade que de esa forma han logrado firmar acuerdos con el gobierno desde el 2005, para la entrega de tierras en diferentes zonas del Cauca.
Sin embargo, el dirigente afirma que la entrega de estos territorios avanza muy lentamente y advierte que si en junio próximo el gobierno no se pone al día con los compromisos adquiridos, los demás indígenas del Cauca se lanzarían a la protesta. Esto implicaría la movilización de más de cinco mil personas hacia la vía Panamericana.
Reinserción con los chamanes
Durante el encuentro los desmovilizados del Quintín Lame resaltaron que casi todos regresaron a sus comunidades, después de abandonar las armas, y se acogieron a la autoridad de sus respectivos cabildos, que son la instancia de gobierno en los resguardos indígenas.
“Solo tres o cuatro retomaron las armas y ya están muertos”, dijo un antiguo militante de ese grupo, que se dio a conocer en 1984, con la destrucción de maquinaria en el ingenio Castilla, en represalia por la muerte del padre Álvaro Ulcué y de cuatro indígenas que participaban en la invasión a la hacienda López Adentro.
Basados en la experiencia de reinserción, tanto los desmovilizados del Quintín Lame como el CRIC, consideran que los indígenas que se encuentran en las filas de las Farc deben realizar su proceso de reintegro a la vida civil dentro de sus comunidades, bajo la supervisión de sus autoridades tradicionales. Lo dijo Alfonso Peña Chepe, quien representó al Quintín Lame en la Constitución de 1991, como parte de los acuerdos de dejación de armas.
En los últimos años los Nasa han creado un programa denominado ‘Regreso a casa’. Tiene como objetivo facilitar el reintegro a la comunidad de indígenas que han sido reclutados por grupos armados ilegales y quieren desertar de la lucha armada.
Ese proceso se realiza con la participación de un tewala o chamán, que realiza rituales con hierbas secretas para que el paciente logre la armonía necesaria para vivir en comunidad, domine la tentación de empuñar de nuevo las armas y respete las leyes que heredó de sus mayores.
En la declaración final, además, los desmovilizados hacen un llamado “a la sociedad colombiana y a los medios de comunicación para trabajar una pedagogía de paz que permita que los procesos de reinserción se conviertan en un aspecto positivo para el desarrollo social y no en mecanismos de exclusión que generen nuevas violencias”.
Al terminar el encuentro quedaron inquietudes en el aire, como qué pasará con los guerrilleros indígenas que permanecen en las cárceles y que fueron condenados por la justicia indígena. Algunos de ellos pagan penas hasta de 60 años.
Tampoco se conoce cuál será la suerte de los guerrilleros desmovilizados que pertenecen a comunidades de las que expulsaron a los indígenas que se unieron a los grupos armados ilegales, y qué sucederá con aquellos indígenas miembros de las Farc que cometieron delitos contra su propia comunidad, como los guerrilleros que mataron a dos guardias del cabildo de Toribío a finales del año pasado.
Todas estas inquietudes –dice el consejero mayor del CRIC– es necesario aclararlas con el Gobierno Nacional antes de la firma de un acuerdo con las Farc, para que la llegada de los desmovilizados a sus comunidades no se convierta en un generador de violencia dentro de los resguardos.
Un poco antes de las seis de la tarde, los ex guerrilleros recogieron las colchonetas, empacaron sus morrales y se despidieron con un “hasta luego, compañero”, antes de iniciar el regreso a sus comunidades.
"Le hemos cumplido al país a pesar de los incumplimientos de los sucesivos gobiernos nacionales".
Los exguerrilleros indígenas grabaron las declaraciones de los invitados al encuentro.
Al encuentro, en el resguardo de La María, también asistieron delegados de organizaciones sociales.
El dirigente indígena Luis Carlos Delgado examina una antigua imagen suya, cuando formaba parte del Quintín Lame.
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