CRÓNICA
En San Andrés atacan los fantasmas
Colprensa | LA PATRIA | San Andrés
No lo cuenta y a veces ni siquiera quiere aceptarlo, pero así es. Michael Newball no ha tenido vida desde el día en que supo que ese inmenso mar del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en el que ha pescado a sus anchas por años, ahora está lleno de restricciones, de cercas invisibles, de litigios, de fallos en contra y de incertidumbre. Ni siquiera el subsidio de millón 800 mil pesos que le ofrece el Estado lo tranquiliza; por el contrario, para él, ese dinero es un símbolo de derrota, es la forma como se induce a los nativos a aceptar la pérdida de una gran porción de mar que siempre perteneció a su familia étnica.
Pero esa es solo su apreciación, su sentimiento. Sus coterráneos hablan, lloran, se lamentan, insultan o, simplemente se conforman, pero no piensan, eso es, no piensan, no hay liderazgo nativo, solo esperan a ver si aparece una fórmula mágica, mientras Michael tiene que derrotar todos los días a sus fantasmas.
Michael no ha tenido vida porque lo atacan los fantasmas, desde el 19 de noviembre de 2012, cuando fue leído el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en la ciudad de La Haya. Colombia debía entregar 75 mil kilómetros cuadrados de mar a Nicaragua, como si fuera quitarle el juguete a un niño.
Pesadillas
Para Michael fue un veredicto que le apuñaló el alma y le dejó el corazón en mil pedazos. Perdía su mar y con él toda una cultura y tradición. Desde ese día las noches de luna son un martirio, porque ve la llegada de los barcos piratas hasta muy cerca de la playa. Y no le cuenta eso a nadie, para que no se burlen o lo manden a consultar a un psicólogo. Son espectros de barcos que a pesar de la distancia dejan percibir el fuerte olor a ron, muerte y traición. Ve descender a piratas, pero que viéndolos bien son guerrilleros, lo sabe por sus camuflados e insignias. Michael ve al que parece ser el jefe. Tiene bigote y habla con acento centroamericano. Amenaza quedarse con todo. El sueño empeora cuando la lancha en que pesca es perseguida y apresada. Los monstruos abordan, hurtan la comida y el pescado. Luego lo llevan preso, lo tiran a un patio y le lanzan comida por la cara sin prestarle un plato.
A Michael lo atacan esas pesadillas y también lo invade la duda. Piensa si el presidente Juan Manuel Santos acatará ese fallo. Se ve haciendo fila en el centro administrativo departamental Coral Palace, de San Andrés, para obtener la cédula nicaragüense, “porque al paso que vamos, todo el archipiélago se va a perder”, se lamenta.
Un bomba
Hace pocos días, Michael asistió a los juegos de Mar y Playa. La inauguración la encabezó el presidente, quien aprovechó para saludar y felicitar a sus ministros, al director de Coldeportes, a la gobernadora, Aury Guerrero Bowie, y a todos los habitantes de las islas. “Si no fuera por el duelo que dejó la pérdida del mar, esto sería una fiesta”, comentó Michael con los ojos tristes, a ‘media asta’, como somnoliento y apesadumbrado.
Ese viaje a San Andrés de 800 deportistas, representantes de 23 departamentos, hubiese sido realmente digno de mostrar como un gran logro y la inversión de tres mil millones de pesos en canchas y adecuación de escenarios deportivos hubiese sido excelente noticia, porque es lo menos que los isleños se merecen, pero todo tuvo el ‘tufillo’ de cortina de humo por la pérdida del mar. Michael no se ‘comió’ el cuento, se encogió de hombros y se fue con rumbo a Sarie Bay, un barrio de gente acomodada que se creó en terrenos de raizales que no apreciaron la importancia de conservar sus terrenos y se obnubilaron con un dinero que no les duró mucho tiempo.
Michael piensa que la ‘bomba’ del fatídico fallo de la Corte Internacional de Justicia le reventó en las manos al presidente Santos. Él recurrió a pagar una alta cifra a la firma de abogados Volterra Fietta, para que conceptuaran que se debe recurrir a la invocación de la zona de reserva de biosfera Seaflower.
Este es un dolor general en las islas, no hay cómo minimizarlo, y continúa después de nueve meses. El malestar es generalizado, caras largas, suspiros profundos, miradas esquivas, pocas palabras o explosiones emotivas de un discurso que se veía venir, no solo de parte de Michael sino de todos los isleños, verdaderos herederos del mar que se está perdiendo: “El gobierno de Colombia no nos ha defendido, le entregamos un cuerpo caribe entero y nos están devolviendo un cadáver cercenado”, repiten.
*Esta crónica fue hecha en el ‘Taller de periodismo cultural sobre zonas de frontera’, organizado por la Dirección de Comunicaciones del Ministerio de Cultura, en asocio con el Fondo Mixto de Cultura de Nariño y con el apoyo de Andiarios.
Entre la rebeldía y el arrepentimiento
Michael Newball ha participado en cuanta reunión con personalidades invitadas convocan en las islas. Estuvo en el salón de sesiones de la Asamblea cuando fue invitado Enrique Gaviria Liévano, historiador e internacionalista, quien dijo el que considera debe ser el camino a seguir: “Mi tesis es que independientemente del ejercicio de todas las acciones, y Colombia tiene derecho de hacerlo, hay que trazar las líneas rectas que unan todas las formaciones cayos, bancos, islas del archipiélago para hacer un encerramiento, en una sola entidad que se llama Archipiélago Oceánico o Archipiélago Estado”. Esta tesis le sonó a Michael como una insinuación para buscar la manera de independizar el Archipiélago con el fin de que, cómo Estado Autónomo, pueda reclamar los mares que le pertenecen.
Esa idea está ‘buceando’, no se ve, pero ahí está. Los líderes raizales no la descartan y por el contrario ha ido tomando fuerza. Michael la comentó con sus amigos y se sorprendió de ver que no solo los raizales están de acuerdo sino que también los ‘pañas’, personas venidas a vivir en las islas, pero que no tienen origen sanandresano, prefieren pertenecer al Archipiélago Estado, que tener cédula nicaragüense.
El día de las lamentaciones
En Michael, desde ese 19 de noviembre, quedó sembrada una actitud separatista que siempre se ha alimentado veladamente entre los raizales. Se reunió con algunos de sus amigos pescadores, de los mismos que asisten a la Iglesia Bautista y participó en la redacción de una solicitud inicial de convertir el departamento de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en Territorio Insular Autónomo y la institucionalización del 19 de noviembre como el ‘Día de las lamentaciones’. Fue entonces evidente la sensación de abandono que embargó a los raizales, a todos los residentes y hasta a los turistas colombianos, que tímidamente se acercaron.
El día en que se congregaron estos raizales hicieron memoria histórica y recordaron que en 1822, un año después de la firma de la Constitución de Cúcuta y en desarrollo del Congreso en esa ciudad fronteriza, con la certeza que da la libre autodeterminación, el pueblo isleño se acogió a los parámetros de la naciente nación.
Michael Newball escuchó esos planteamientos no porque le parezcan interesantes, sino para saber si tienen una fórmula con la que se pueda rescatar el mar. Así también había leído con interés al exembajador Kent Francis James (abogado de la Universidad Externado de Colombia, primer gobernador del departamento, en 1991 y exembajador de Colombia ante gobiernos del Caribe), cuando dijo que “ese fallo es absolutamente devastador para nosotros, yo lo comparo como quien tiene una finca ganadera y alguien le deja solo la casa y un potrero, pero le quita los pastizales. A mí, en especial, el gobierno me ha hecho daño, porque en una de las respuestas dadas desde Bogotá, dijo que yo había tomado parte en el proceso y eso es falso, porque a mí me consultaron sobre el tema un par de veces, pero nunca pertenecí al grupo de negociadores que impuso la cancillería, ahí no hubo ningún isleño. Con esa respuesta me pusieron en peligro, porque cualquiera de las muchas personas que se sienten lesionadas puede tomar represalias en mi contra, injustamente”. Para Michael, eso también es una simple disculpa de lo que ‘se pudo hacer y no se hizo’.
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