Antonio María Flórez
LA PATRIA|España
En este día y hora en que las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos están firmando en Cartagena de Indias el Acuerdo de Paz que pone fin a más de cincuenta años de conflicto armado y de lucha fratricida entre los colombianos, no cabe otra opción, entiende uno, que la de la alegría y la esperanza.
Miles y miles de muertos, millones de desplazados, aparte de los daños materiales y morales conexos, reclamaban una solución drástica al problema, porque el país no podía aguantar durante más tiempo tanto odio, tanto fanatismo, tanto desangre infame.
…Los asesinos seguían equivocando
el inventario de sus ocultaciones…”
….
“Adonde se mire,
ya todo ruinas,
ya puro polvo...”.
Sólo muy pocas opciones para el pueblo raso, para los neutrales, para los soñadores de paz: Declinar o perecer, o tal vez escapar buscando otros horizontes. Quizás solo, pero mejor acompañado:
“Sabe que debe huir,
o hacerse buey”.
…
“Tengo la convicción del exilio.
Voy a partir. Con tus labios o sin ellos”.
Ni vencedores ni vencidos. Luego de cuatro intensos años de conversaciones en La Habana, liderados por Timochenko y Humberto de la Calle, las partes han llegado a un acuerdo, sustanciado en un larguísimo y detallado documento, que aspira a ser no el final, sino el principio de un proceso, de una etapa que cambiará para siempre la historia del país.
Nunca he creído en el presidente Santos: siempre me ha parecido un ser de doble faz, calculador, acomodado y “lagarto”, en el mal sentido de la palabra. Hijo de noble cuna, su sensibilidad social no tiene nada que ver con la vocación humanística que alimentó las ideas del liberalismo de sus ancestros familiares.
En los momentos más oscuros del conflicto, cuando todo a nuestro alrededor parecía derrumbarse, cuando la esperanza era utopía y el dolor el alimento de cada día, surgió una luz, un propósito, un destino, a pesar de las dudas:
“Jinete indeciso
se preguntaba
por el camino a seguir…”
… No tenía prisa,
pero la vida sí…
desnaturalizándose, reinterpretándose, reinventándonos, lo sentimos y propusimos, evocando al poeta portugués Antonio Osorio, en el Poema 14 de Desplazados del paraíso, que alguien tendría que detener esto, que alguien tendría que abrir alguna puerta de su morada, a la manera en que lo postula María Zambrano en La tumba de Antígona:
“… y generoso decir, a pesar de sus heridas:
Entra, esta es mi casa
bebe de mi agua
y reposa para siempre de la huida!
Y eso es lo que precisamente se ha hecho durante estos cuatro largos años de ires y venires en Cuba, de avatares y desencuentros entre los negociadores de ambos bandos, que han tenido paciencia y buen tino para llegar a un acuerdo que se aspira conduzca a la anhelada paz. Mucho de voluntad política ha habido en este proceso, y eso debemos abonárselo al presidente Santos y a su contraparte en la guerrilla.
Luego de la firma del acuerdo, vendrá otro paso importante, y es la ratificación del mismo en un plebiscito que habrá de celebrarse (hoy). Bastantes enemigos ha tenido y tiene el proceso, encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, que se opone más por una cuestión de orgullo personal que por razones de fondo, aunque no está exento de alguna razón. La justicia transicional que se va a implementar no reparará del todo el daño a las víctimas y el dolor causado a ellos y a los suyos. Pero será una manera de iniciar un nuevo camino, el de la anhelada paz. Bien lo dijo Fernando Aramburu en su poema A la Patria:
“De nuevo están llamándote a creer”.
Y yo creo y enjugo mi dolor, y me alegro y tengo esperanza. Y si pudiera votar en el Plebiscito lo haría, con toda seguridad, apostando por el SÍ, porque es lo justo y necesario, y el país y sus gentes se lo merecen. Ya va siendo hora de dormir en paz, en este día y hora.
El poeta
Antonio María Flórez Rodríguez nació en Don Benito, España, en 1959. Vivió su niñez en Marquetalia (Caldas). Obtuvo el título de Médico Cirujano por la Universidad de Caldas y el Doctorado en Fisiología por la Universidad Complutense de Madrid.
Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, portugués, danés y catalán. De su obra se destacan El círculo cuadrado (1987), Poemillas de amor antiecológicos(1993), Antes del regreso (1996), La ciudad (2001), El arte de torear (2002) yDesplazados del paraíso, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2003. Prepara el libro de poemas Sueños eróticos de un adolescente empedernido y la novelaEl hombre que corría en el parque.
Ha sido Premio Latinoamericano de Poesía "Fundación Givré" (1980 y 1990). Flor de Oro del Café, Juegos Florales de Manizales (1993). Premio Nacional de Poesía "Euclides Jaramillo Arango" (1999). Premio Editorial Manigraf de Poesía Inédita (2000). Premio de Literatura Instituto Caldense de Cultura (2001). Beca a la Creación Literaria de la Junta de Extremadura (1997 y 2003). Premio Nacional de Poesía "Ciudad de Bogotá" (2003).
Foto|LA PATRIA
Antonio María Flórez.
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