Arcadio González Ardila
Colprensa | LA PATRIA | Bogotá
Si algo ha caracterizado al vicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras, ha sido su coherencia política. Quizás el más claro ejemplo fue su oposición a rajatabla al fallido proceso de paz con las Farc en El Caguán, durante la administración de Andrés Pastrana.
Esa oposición al proceso de paz lo acercó como nunca al sucesor de Pastrana, Álvaro Uribe Vélez, para su primer Gobierno, del que luego se distanció por cuenta del atentado contra Vargas, sobre el que siempre se habló de una posible participación de agentes del DAS.
Hoy está en la cúspide de su carrera política pues maneja el ambicioso sector de la infraestructura nacional, con una chequera de varias decenas de billones de pesos.
Sin embargo, a diferencia de los ministros del gabinete y de otros altos funcionarios del Estado, el Vice guarda silencio casi absoluto frente a la negociación de paz con las Farc en La Habana.
Santos desde un comienzo sabía de la postura de Vargas Lleras frente a la paz y aun así lo escogió como su fórmula vicepresidencial, quizá porque necesitaba de los votos de Cambio Radical para hacerse reelegir, sostienen los observadores consultados.
Después de seis años en el Gobierno, desde distintos sectores le han empezado a pedir que fije su posición frente al proceso, que anuncie públicamente su candidatura presidencial, y que salga a hacer campaña, pero por fuera de la Casa de Nariño.
La paz, tema de campaña en 2018
Al igual que ha sucedido en las últimas cuatro elecciones presidenciales, el tema de la paz será el fiel de la balanza para los comicios de 2018. “El próximo Presidente tendrá que implementar el Acuerdo de Paz con las Farc y liderar el posconflicto, o echar para atrás esos acuerdos. Todo depende de cómo termine el plebiscito por la paz”, considera el analista Camilo González Posso, director de Indepaz.
Pero la pregunta de fondo, es ¿qué efectos políticos tendrá el silencio estratégico de Germán Vargas Lleras frente al acuerdo de Paz con las Farc?
En ese escenario, las fuentes consultadas tienen varias interpretaciones, pero todas apuntan a lo mismo: es una jugada a tres bandas, calculada para no fallar.
“Es una apuesta política arriesgada. Si la opinión pública respalda el plebiscito por la paz, Vargas quedará como parte del Gobierno que acabó la guerra. En caso contrario quedará bien posicionado en el partidor presidencial del 2018”, considera el exministro Fernando Cepeda Ulloa.
No le falta razón al exdiplomático, pues el experto en tema de seguridad Nacional Armando Borrero Mansilla agrega que si el Acuerdo fracasa, “Vargas será el candidato de la mano dura: el ‘anti-Farc’, víctima, opositor del proceso de El Caguán, amigo de la extradición”, señala.
Es más. Esa carambola a tres bandas parece de fantasía, como dicen los billaristas, pues según el ex viceministro del Interior Rafael Nieto Loaiza, “el silencio de Vargas Lleras está calculado: mantener la unidad con el Gobierno de Santos, en caso de que el proceso con las Farc prospere, y no descartar una posible coalición con el uribismo en caso de que fracase. O sea que el vicepresidente tiene abiertas todas las posibilidades”.
Con cara gana Vargas, con sello el vice
“Por ahora Cambio Radical -el partido del vicepresidente- seguirá apoyando en el Congreso la agenda legislativa del Gobierno, pero se mantendrá al margen del tema de paz, porque esa postura forma parte de su estrategia política”, agrega el exministro Fernando Cepeda Ulloa.
Es decir que en cualquiera de los escenarios propuestos el vicepresidente de la República “saldrá fortalecido”, según el analista Borrero Mansilla, pues dice que si se firma la paz “es posible que Santos le encargue a Vargas Lleras manejar la infraestructura del posconflicto, por eso tiene que guardar prudente silencio. Y si no se firma, a él se unirán todos los opositores del proceso”, sostiene el experto.
El ex viceministro Rafael Nieto Loaiza concluye que la jugada es arriesgada, pero tiene lógica, pues nunca ha estado de acuerdo con lo que se negocia ni en la forma en que se negocia, pero no puede enemistarse con el Gobierno ni distanciarse de quienes públicamente sí pueden criticar el proceso de paz: el Centro Democrático.
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