MARTHA LUCÍA GÓMEZ
ARMENIA | LA PATRIA
A la 1:19 de la tarde de hoy en el Quindío volverán a sentir el dolor de hace 20 años, cuando un terremoto sacudió al Eje Cafetero, pero especialmente a este departamento, donde fue el epicentro, dejando un saldo de unos mil 250 muertos e incontables heridos.
“Armenia es hoy un amasijo de hierros retorcidos, paredes derruidas, calles destruidas fruto del que es hasta hoy el mayor golpe que le haya propinado la naturaleza a la capital quindiana”, registró LA PATRIA en el informe especial de cubrimiento al día siguiente de esta tragedia.
Las dantescas escenas que se vivieron ese 25 de enero de 1999 y la forma en que superaron este drama, las cuentan el capitán de Bomberos Ciro Antonio Güiza y el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio La Brasilia, Hernán Ramírez. LA PATRIA viajó el miércoles a Armenia y estos son sus testimonios, que se unen a los de otros quindianos que quedaron con la mente marcada por el movimiento telúrico.
Tanto dolor
“En esa época era administrador de la curtiembre Barrientos, en el sector La María, y a la 1:19 de la tarde nos cogió ese sismo que nos sacudió hasta el alma. Como pudimos, evacuamos la fábrica. Miramos hacia el barrio María Cristina y vimos que había mucho polvo, notamos que faltaba un bloque de apartamentos y entendimos que la magnitud había sido muy grande. Despachamos a los trabajadores para sus casas”, así empieza el relato Hernán Ramírez, que ese día había ido a trabajar con su hijo de 6 años.
“Me vine para mi casa, a pie porque no había otra forma de llegar. Iba de la mano con mi hijo. En el camino nos encontramos con muchas personas heridas; escombros sobre las vías; decenas de cadáveres, porque les caían las vigas o paredes encima. Fue algo impactante para mí, y para mi hijo algo tenebroso.
“¿Pa' qué está pasando?, ¡qué pasó!, ¡qué pasó! Me preguntaba. Seguimos avanzando hacia La Brasilia, cuando llegamos no conocíamos nada, estábamos perdidos porque el barrio fue pérdida total. No podíamos ubicar nuestra casa porque esto fue efecto dominó, una casa se fue sobre la otra, o sea que tocaba andar por encima de techos, de cadáveres y encontrándonos tanta persona herida.
“Al ver tanto dolor, tanto sufrimiento en las personas, mi angustia fue más grande. Me preguntaba: ¿Dios, qué pasó con mi familia?”. Hernán para de hablar, y viene un silencio de segundos mientras trata de que las lagrimas no salgan de sus ojos inundados.
Velando muertos
Él sigue su relato. “Entonces como pudimos, llegamos hasta donde era mi casa. Como quedaba al lado de un guadual pude ubicar el lugar y a mi familia, todos sanos. Al ver esa bendición, no me importó que mi casa se hubiera caído ni lo que hubiera pasado con mis bienes materiales. Todo lo perdimos. Al ver esa bendición del Señor me dediqué a rescatar personas heridas y a quienes estaban atrapados entre escombros.
“Fui policía y tenía conocimientos. Rescaté por lo menos 25 personas atrapadas, y junto con los organismos de socorro ayudamos a evacuar”. Hernán todavía muestra las cicatrices que le quedaron en sus manos, del daño que se causó buscando gente entre hierros y paredes. “Andaba con un alicate y me hacía heridas y pelones con los filos de los escombros.
“A medida que iba rescatando heridos también iba viendo muchos cadáveres de vecinos, de amiguitos de mis hijos, unos degollados y otros desmembrados. Esa noche, como pudimos la pasamos al aire libre. Pude rescatar vivos a 19 de mis vecinos y amiguitos de mis hijos. Como mi casa era esquinera, en lo que quedó del jardín pusimos los cadáveres, amanecimos con 19 muertos, tapados con sábanas, y como no había energía eléctrica prendimos una hoguera con la madera que encontramos.
“Escuchábamos muchos llamados de auxilio, lamentos de personas que todavía estaban atrapadas. Es que duramos como cinco o seis días recuperando heridos y cadáveres, rescatando mascotas. Fueron unos días tremendos”.
Saliendo de la crisis
Hernán recuerda que muchos residentes se fueron para donde familiares, pero otros salieron despavoridos del barrio. “No volvimos a saber nada de ellos, porque todo lo perdieron.
“Como pudimos, al cabo de dos meses, nos organizamos y se nombró una junta de propietarios para canalizar las ayudas y darle orden a los albergues temporales, porque se nos estaba viniendo gente que no era del barrio o ni siquiera de Armenia, eran de otras ciudades que se vinieron a pescar en río revuelto, a robar.
“Minutos después del terremoto y ya estaban llegando a robarnos lo poco que había quedado, no les importaba lo que estábamos sufriendo. Hubo mucha ayuda, pero la estaban logrando esas personas que no tenían nada que ver con la tragedia.
“Mientras tanto, me fui con mi familia para el barrio La Virginia, pero fue una demora impresionante para regresar a La Brasilia. Nos tocó hacer huelga, rodear a quienes eran encargados de la reconstrucción para que nos prestaran atención porque fuimos los que más muertos y heridos aportamos. 400 muertos e incontables heridos.
“El barrio nos quedó una maravilla, gracias a Dios. El Forec (Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero que creó el Gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana) dio un auxilio de $8 millones que para poco nos alcanzó como víctimas. Había muchas personas que estábamos pagando a los bancos las casas que se cayeron, y no tuvieron en cuenta eso, la deuda la mantuvimos.
“Los bancos cogieron las platas del seguro y si quedábamos debiendo algo nos tocó terminar de pagar. En mi caso solo me reconocieron $2 millones 300 mil y quedé debiendo 200 y pico de millones. Gracias a Dios tenemos un barrio muy bonito lleno de vegetación. Actualmente cuenta con 283 casas y 957 habitantes”.
Como cada año, agrega Hernán, hoy harán algo para recordar a las víctimas del terremoto en La Brasilia. Se oficiará una misa y acudirán muchos de los que vivieron en este barrio y padecieron el rigor del terremoto de hace 20 años.
Epicentro del terremoto
Fue en el sector Carniceros, entre los municipios de Pijao y Córdoba (Quindío).
Sufrieron impacto 28 municipios del Eje Cafetero, entre ellos Chinchiná (Caldas) y Pereira (Risaralda) donde al mes de del terremoto cuantificaron 42 muertos y 630 heridos.
Bitácora de una tragedia
La Plaza de Bolívar de Armenia fue de las imágenes más difundidas hace 20 años por los daños que dejó el terremoto. Para esa fecha, el comandante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios era el capitán Ciro Antonio Güiza y le correspondió dirigir la operación de la emergencia en la capital del Quindío con 553 hombres a su cargo.
El miércoles recorrió otra vez las calles que resultaron más afectadas y esquina tras esquina del centro y de los barrios La Brasilia, Parque Uribe, La Isabela, Popular, Corbones, Avenida 19 mostró cómo colapsaron casas, edificios, iglesias y sedes institucionales.
“Estamos sobre la calle 21 con carrera 13, Plaza de Bolívar, donde buena parte de los edificios colapsaron; también ocurrió en las carreras 15, 16, 18 y 19. Al momento del terremoto salía a almorzar, vivía por detrás de la Estación. Mi casa colapsó también, pero todos sobrevivieron.
“Acá quedaba el cuartel de la Policía, que también colapsó”, señala. Allí todavía hay rastros de escombros. Se trata de unas planchas que siguen pegadas a la tierra. El capitán muestra unos lotes. “En todos los que usted ve vacíos había casas o apartamentos que colapsaron y que apenas están construyendo”.
Recuerda del centro cuadras completas en las que había casas en bahareque, de dos y hasta tres pisos, que el sismo las echó al suelo. “Caminé en la noche casi toda la ciudad, a pie, tenía que saber lo que ocurría para ir distribuyendo grupos de rescate”. Mira otra cuadra y expresa, como si los recuerdos lo atropellaran: “Aquí, frente al colegio de las Belemitas cayeron varios edificios, entre ellos hoteles. Ahora son parqueaderos”.
También indica que en esos recorridos que hizo, la imagen era de gente herida, muertos tirados, quejidos de atrapados, como los de unos niños que escuchó ya hacia las 11:00 de la noche y que lograron rescatar.
“La Alcaldía se averió y tuvieron que demolerla. Tuve que montar el centro de atención hospitalaria en lo que fue un supermercado, porque la estación de Bomberos también se afectó por la caída de dos pisos. Murieron ocho personas, entre ellas cinco bomberos, nuestros compañeros; las máquinas quedaron aplastadas”.
Más adelante muestra iglesias que también quedaron en escombros, como la Corazón de Jesús. “Por la calle 19 con carrera 21 duramos varios días rescatando a una mujer, la teníamos que alimentar por sonda. Por la Avenida 19 se hicieron cambuches y allí fueron ubicados temporalmente buena parte de los habitantes del barrio La Brasilia”. En todas estas labores ayudaron bomberos de varios departamentos de Colombia.
El capitán Güiza fija su mirada en el horizonte y expresa que era tal la cantidad de muertos que con ellos llegaban a pie hasta el cementerio o los llevaban en volquetas. Muchos quedaron con N.N.
A Pijao lo adoptó Caldas
El capitán Javier Ramírez fue el comandante del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Pijao para el año del terremoto, expresa que aunque fueron muy afectados en materia de infraestructura, hubo tres muertos: una adulta mayor y dos niños, y 18 heridos que resultaron por la réplica de las 5:00 de la tarde, pues durante todo el día siguió temblando, incluso los días siguientes.
“El 80% de las viviendas del municipio se afectaron, en su mayoría eran en bahareque. Pijao no tenía edificios, las casas más altas eran de dos pisos máximo, pero la mayoría colapsaron o quedaron muy averiadas. Las pocas construcciones en concreto colapsaron.
“Tuvimos las redes eléctricas en el suelo, mucho escombro, y cuando llegamos al hospital con los primeros heridos nos dimos cuenta que también había caído en su totalidad, tuvieron que ser atendidos en el parqueadero. El centro de reubicación fue el Cuerpo de Bomberos, que aunque su estación también colapsó, al tener una plazoleta grande permitió albergar entre mil 800 y dos mil personas. Trabajamos con la Defensa Civil y Cruz Roja porque la estación de Policía también cayó. Ahí hacíamos los almuerzos comunitarios. La gente se ubicó en cambuches mientras se definía su situación. Después del terremoto hubo fuertes aguaceros y se nos creó otra emergencia con inundaciones.
“Nos apadrinó el departamento de Caldas, con mucho apoyó del municipio de Riosucio, que a través de su Cuerpo de Bomberos nos prestó un carro tanque porque había colapsado el acueducto municipal. Tenemos mucho qué agradecerle a Caldas, a donde también llevamos heridos porque no había capacidad de atención hospitalaria en Quindío. En Pijao se estableció una oficina zonal de Caldas y desde ahí nos estuvieron haciendo todo el proceso de reconstrucción, que llegó a un 96% de lo que tenemos hoy”.
Aprendizaje
Fáber Mosquera Álvarez, director de la Unidad de Gestión del Riesgo de Quindío, explica que desde el miércoles realizan actividades en Armenia recordando los 20 años del terremoto. Hoy habrá actos protocolarios, exposiciones artísticas, muestras culturales y un tedeum a la 1:19 de la tarde, en la Plaza de Bolívar.
También han tenido un bus simulador de sismos en la Plaza, que permite capacitar sobre la identificación de amenazas sísmicas; qué hacer antes, durante y después de un sismo, y fortalecerse con un plan familiar de gestión del riesgo. El bus estará hoy junto a la Alcaldía de Armenia y el sábado en La Tebaida.
“Fue un momento crítico. Tenía 24 años. Cuando la casa de uno se cae en un 60%, cuando uno sale y ve destrucción por todos lados, edificios colapsados, gente gritando, pidiendo ayuda, muertos, heridos eso modifica el estilo de vida. Catalogo el sismo como un regalo muy bonito en un empaque muy feo. Lo forma a uno como persona y vuelve uno a nacer. Digamos que tenemos 20 años. Vivía en el barrio Parque Uribe. Frente a mi casa había un edificio de cinco pisos, y cuando salimos vimos que había colapsado totalmente, mueren 56 personas solo en ese lugar, todas las que uno conoce, entonces de una u otra forma es un sentimiento fuerte”.
Este funcionario agrega que en el Quindío han trabajado mucho sobre la amenaza, pero que falta hacerlo sobre las vulnerabilidades en términos físicos. “Debemos tener un proceso de microzonificación sísmica que nos permita tener un soporte técnico claro en los procesos constructivos y que estas edificaciones permitan resguardar a la gente en caso de que ocurra otro sismo. También es necesario trabajar sobre las infraestructuras esenciales, tener la certeza de que cumplen con la norma, que están bien desarrolladas; y el trabajo comunitario y con las entidades de socorro que es de nunca parar. Hay generaciones en el Eje Cafetero que no saben qué es un sismo, han perdido la memoria histórica. Por eso tienen que enterarse para saber qué hacer. El susto es que tiemble y no estemos con las condiciones necesarias para estar seguros”.
El Forec invirtió en Chinchiná*
El Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec) hizo presencia por dos años en Chinchiná. En este municipio de Caldas no se registraron heridos ni muertos.
Michel Jozame gerente en 1999 de la Corporación para el Desarrollo de Caldas sirvió de puente para canalizar los recursos. “Le debemos agradecer al exalcalde Mario Urrea (fallecido), que denunció la tragedia a tiempo ante la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, cosa que no hicieron otros municipios de Caldas donde hubo emergencias”.
Para el año 2000 comenzaron a reparar algunas edificaciones, como el Cuerpo de Bomberos, la Cárcel, la Casa de la Cultura, el Hospital San Marcos, el Palacio Municipal, viviendas y el alcantarillado de la carrera 4 que sufrieron averías. Fueron entregados mil 700 subsidios de vivienda urbana. En total el Forec invirtió en Chinchiná $5 mil 920 millones.
* Julián García, corresponsal LA PATRIA en Chinchiná.
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