Bogotá. Si bien hace años eran repetidas (en broma y en serio) las alusiones a que Juan Manuel Santos ganaría el Premio Nobel de Paz, esta madrugada, cuando esa especie se convirtió en realidad, la noticia cayó como un golpe sorpresivo en el país.
Porque ocurre para rematar los doce días más trepidantes y paradójicos en el anhelo nacional por acabar con 52 años de conflicto armado interno con las Farc.
El 26 de septiembre delegados del mundo entero asistieron en Cartagena a la gala que aparentemente le ponía fin a esa confrontación; seis días más tarde –contra todo pronóstico— la votación popular mayoritaria rechazó ese acuerdo y hoy, la comunidad del Nobel le otorga al presidente el mayor reconocimiento posible, por no detenerse en su empeño.
Así, la decisión se convierte en un enorme espaldarazo al acuerdo entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC. Pues el comité otorgante decidió el galardón no a espaldas de la división de opiniones en el país, sino justamente conociéndola, pidiendo que se hagan las cosas necesarias para rescatar el acuerdo y reconociendo el esfuerzo de Santos, quien el domingo en la noche respetó el resultado en las urnas y llamó de inmediato a los contradictores para seguir en el camino hacia una “paz estable y duradera”.
“Hay un riesgo real de que el proceso de paz se paralice y de que estalle de nuevo la guerra civil, lo que hace todavía más importante que todas las partes, encabezadas por el presidente Santos y el líder de la guerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño, mantengan el respeto al alto el fuego”, dijo el portavoz del Comité del Nobel al anunciar al ganador.
El mensaje no puede ser más claro. Está diciendo que lo más importante para sacar al país de su conflicto interno es que haya decisión política para ello. El Nobel juzga la voluntad de Juan Manuel Santos de iniciar ese proceso, casi de inmediato tras asumir su primer gobierno; de haberla mantenido todos los años siguientes en medio de dificultades y su determinación de esta semana de no acabarlo, sino de intentar salvarlo pese a la derrota del Sí en el plebiscito.
Incluso, la declaración oficial hace mención explícita a que el Premio también incluye la actitud de los colombianos, en especial la de las víctimas de la guerra interna, por mantener la esperanza en la paz y por participar en las actuales conversaciones.
Santos, al hablar con el vocero de la organización del Nobel de Paz, articuló esas circunstancias, por lo que recalcó también la importancia de que todos los habitantes del país estén de acuerdo en la forma como debe firmarse una paz definitiva con la guerrilla de las Farc.
No menos significativo es que el Nobel haya recaído en el jefe del Gobierno, pero no en sus contrapartes en el diálogo ni en otros actores de este proceso o de los del pasado. Es casi una costumbre del Comité incluir en sus premios a los dos o más protagonistas de un esfuerzo similar –por lo que en este caso los rumores decían que sería compartido entre Santos y el comandante de las FARC, Rodrigo Londoño—, de manera que, al mencionar solo al primero de ellos, ha dado un concepto bastante claro de que lo juzga el principal promotor de la iniciativa de paz.
De manera que los demás hemos quedado obligados: ‘Timochenko’ y las FARC a no pararse de la mesa pese a las nuevas circunstancias, los voceros del No a entregar verdaderas soluciones para rescatar el proceso, los voceros del Sí para repetir el esfuerzo que terminó al Acuerdo y los colombianos del común a mantener la esperanza y a manifestar el deseo de que no se reinicie el conflicto con las armas.
Un Nobel obliga, eso es imposible de discutir.
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