
Don José tiene razón en muchas cosas: tiene algo de tribuno, algo de prócer y mucho de visionario. Y su historia así lo confirma.
Nació hace 76 años en Monguí (Boyacá), considerado en alguna ocasión el pueblo más bonito de Colombia. Esa, justamente, es la patria chica de uno de nuestros más grandes próceres de la Independencia, don José Acevedo y Gómez, el ‘Tribuno del Pueblo’, el mismo que aupó a los criollos a levantarse contra la opresión española. De él, heredó su nombre, y su apellido. Se llama José de la Cruz Acevedo.
Don José de la Cruz también ha sido un visionario. En 1958, cuando apenas había cumplido la mayoría de edad y luego de haber prestado el servicio militar, quiso ser oficial de la Fuerza Aérea Colombiana. Pero sus sueños se vinieron a pique con la muerte de su hermano mayor, un destacado oficial de las FAC que lo estaba apoyando en ese propósito.
“Ahí comencé a pensar en mi futuro”, dice con voz pausada, mientras su mirada se fija en un cuadro de la Sagrada Familia que exhibe con orgullo en la sala de su casa, que él mismo diseñó.
Ya en su pueblo natal había validado la primaria por correspondencia, precisamente en el Instituto José Acevedo y Gómez.
Desubicado pero con el ímpetu de la juventud, comenzó a buscar trabajo “en una cosa y en otra”, hasta que ingresó a trabajar en una empresa que marcó historia en miles de hogares de Colombia: Icasa. “Allí vi la necesidad de aprender electromecánica para ascender en la empresa”, cuenta.
Por esos días, escuchó que al país llegaría el Instituto de Capacitación Obrera, que luego se convirtió en el Sena, y que iba a funcionar en la Universidad Nacional. “Fui hasta la Ciudad Universitaria, y me matriculé para hacer el curso de capacitación, que era habilitar el bachillerato con especialización en una profesión. Escogí electromecánica y precisamente me tocó el carné No. 001”, cuenta.
Después hizo el curso de Técnicas de Supervisión, porque quería ser jefe de mantenimiento industrial. Y lo logró, pero se fue a trabajar en la multinacional Volvo, donde duró tres décadas hasta que se pensionó hace 15 años.
GRACIAS AL SENA
En su edad más noble, don José de la Cruz aún no pierde su acento boyacense, tampoco su sentido del humor, y mucho menos sus agradecimientos al Sena, pues dice que no solo “es la mejor entidad del país”, sino también la institución donde “me hice como persona, como ciudadano, como responsable y jefe del hogar”.
De hecho, siendo aún estudiante conoció a quien luego sería su esposa desde hace 53 años. Con ella tiene tres hijos: un ingeniero, un administrador de empresas y una psicóloga.
Pero no solo eso. Su formación técnica durante cinco años le permitió “darles clases” a 17 ingenieros de la empresa donde trabajó. “Es que el Sena sacaba técnicos muy capacitados”, asegura don José de la Cruz, mientras exhibe con orgullo el carné que lo acredita como el primer aprendiz del Sena.
La sala de su casa también está adornada con otros certificados de reconocimiento que recibió de las empresas donde trabajó, además de los trofeos y medallas que ha ganado su nieto, de 17 años, campeón nacional de ajedrez.
Por supuesto, en su biblioteca no pueden faltar las cartillas del Sena con las que aprendió, y que mandó a empastar y enmarcar. Están intactas.
Hoy, don José de la Cruz dice que el Sena “tiene mucha cobertura pero el nivel académico ha bajado”, por eso pidió una cita con su directora, Gina Parody, a quien le dirá que “revise todos los programas”.
VOCACIÓN DE SERVICIO
Sin el más mínimo asomo de jactancia, Don José dice que siempre ha sido una persona dedicada al servicio de los demás. Fue líder estudiantil en el Sena, fue parte del Consejo de Administración de Icasa y de Volmo, y miembro de las Juntas de Acción Comunal de los barrios donde ha vivido, incluido el actual, el Pío XII de la localidad de Kennedy, donde lleva los últimos 45 años.
“No sé por qué, pero siempre he tenido esa vocación de servicio, así me paguen mal”, afirma.
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