Julián garcía
LA PATRIA | Chinchiná
A la entrada de Chinchiná, en el sector de Cenicafé, hay una urna enterrada con objetos que se rescataron de la tragedia del 13 de noviembre de 1985. Cuando se conmemore el centenario pretenden abrirla.
Los sobrevivientes no recuerdan este acto simbólico que se realizó meses después de la avalancha del Nevado del Ruiz. Lo que sí tienen fresco es lo que sucedió esa noche y las dificultades de los días siguientes.
Mientras la gente de este pueblo cafetero se disponía a descansar de los tradicionales carnavales, el río Chinchiná hacía su propia fiesta. El deshielo que provocó la erupción del Ruiz hizo que se aumentara el caudal y se inundaran los barrios Mitre, La Granja, la urbanización el Río y La Primavera.
Cientos de casas que se encontraban a la ribera fueron arrasadas por el lodo, lo mismo que las personas que las habitaban.
“Ese día había llovido mucho y el caserío estaba sin energía. A eso de las 9:30 de la noche repicaron las campanas de la iglesia, como señal de que algo malo pasaba. En las esquinas se rumoraba sobre el desbordamiento del río”, recuerdan.
Tristeza
El bombero Gonzalo Rengifo, quien hizo parte del grupo de rescatistas, contó que en el día se hizo monitoreo de la ribera del río Chinchiná, se instalaron sirenas en el sector del Pedregal, La Trituradora y en Río Claro, vereda de Villamaría. “A eso de las 9:45 de la noche se nos avisó por radioteléfono sobre lo que estaba ocurriendo. De inmediato salimos hacia el lugar y nos encontramos con que parte de la carretera ya no estaba. En el sector del Pedregal, que queda antes de llegar a Cenicafé, un bus estaba atrapado y procedimos a auxiliar a los pasajeros”.
Esa noche se hizo eterna para Gonzalo y los bomberos que acudieron al llamado de emergencia.
Cuando arribaron al sector del Mitre el hallazgo los sorprendió: el lodo había sepultado todo. “Las casas, la gente y los animales habían desaparecido. Nos tocó ver partes de cuerpos humanos flotando en el agua. Un grupo de personas que se salvó, se refugió en la parte alta de Cenicafé. Por esos días, salía de la casa a las 7:00 de la mañana y regresaba a las 10:00 de la noche. Esta tragedia nos inundó tristeza”.
Comenta Rengifo que los cuerpos sin vida los trasladaron a la morgue del Hospital San Marcos, en Chinchiná, y los que no se pudieron identificar los sepultaron en una fosa común, en el Cementerio Central.
Recuerdos
Para algunos habitantes de Chinchina que vivieron en carne propia la tragedias, los recuerdos los acompañan. A Crisanto Giraldo el río Chinchiná le quitó 11 familiares. Cuando sucedió la tragedia vivía en la vereda La Violeta, de Chinchiná, y sus otros familiares en la vereda Nueva Primavera, de Villamaría. “Esa noche me despedí de todos y a la mañana siguiente, cuando regresé, ya no estaban. Los días siguientes me la pasé recorriendo la ladera del río a ver si los podía encontrar, pero no conté con buena suerte”, asegura Crisanto, quien hoy trabaja como obrero en la carretera.
Beatriz Cardona, quien vive en la curva del Pescador vía hacia Manizales, la persiguen los recuerdos: “En tiempo de luna llena veo unos bultos blancos a un lado de la carretera y escucho gritos. Yo estaba en Pereira cuando sucedió todo eso”.
El arenero José Herney Ortegón perdió a la mayoría de sus compañeros y como para que hiciera un alto en el camino, las herramientas para ejercer su oficio se perdieron río abajo.
Gilberto Vargas, quien era el alcalde de Chinchiná en esa época, escuchaba un partido de fútbol entre Millonarios y Once Caldas, cuando se enteró de lo que pasaba. “Se informó que Chinchiná había desaparecido y eso fue mentira. Las aguas del río subieron unos 30 metros y tumbaron el puente, arrasaron con parte de la banca carreteable y nos dejó incomunicados con la capital”.
Comenta que el presidente Belisario Betancur lo llamó y puso a su disposición todos los recursos. “Se instalaron bases militares y llegaron ayudas de todo el mundo. No hubo un censo de muertos ni de damnificados, ya que para esa época del año se presenta mucha población flotante por la cosecha cafetera. La gente iba apareciendo y como podíamos se les iba ayudando”.
Los chinchinenses no permitieron que se instalaran carpas, por lo que a los damnificados los ubicaron en colegios y en bodegas. “No estamos preparados para afrontar una nueva tragedia de esta magnitud”, dijeron.
13 de noviembre
José Óscar Salazar vive en la entrada al 13 de Noviembre, barrio que se levantó después de la avalancha. Antes habitaba en la urbanización el Río, afectada por la avalancha. “ Cuando sentí el estruendo salí corriendo junto con mi familia. Los días siguientes nos quedamos en casa de un familiar en el barrio Verdún, hasta que nos adjudicaron los predios”.
Esneda Albarán se salvó de milagro. Esa noche se quedó a dormir donde su hermano. Sus dos hijas, de 12 y 15 años, quienes estudiaban en la escuela María Inmaculada, no corrieron con la misma suerte. Ellas fallecieron. “En la casa de mi suegra se perdieron 30 vidas”. Lo chinchinenses siguen recordando las historias que surgieron después de ese fatídico 13 de noviembre de 1985, cuando león dormido despertó y se llevó todo lo que encontró a su paso.
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