COLPRENSA | LA PATRIA | TORIBÍO
A Mauricio Largo Campo se le recordará entre los indígenas porque era tan feliz y buena gente, que incluso después de morir por un balazo en la espalda no dejaba de sonreír.
Extendido su cuerpo sobre unas tablas, sus amigos indígenas y campesinos de Caloto (Cauca), lo velaron la madrugada de ayer con cuatro velitas, de esas de 200 pesos, y dos hortensias, una puesta sobre su pecho atravesado por el disparo y la otra encima de sus rodillas dormidas.
Hasta Huassanó, un poblado de 10 casas donde las Farc pintaron sus muros con sus consignas, llegó en la mañana del jueves para sumarse al llamado de las organizaciones campesinas para sacar al Ejército “de una finca que es propiedad privada”.
Partió de la vereda Venadillo, del corregimiento del Palo, junto con dos amigos y allí dejó para siempre a su hija de 7 años y a su esposa. En la tarde de ese 19 de julio se metió en una batalla campal contra el ESMAD y el Ejército y en hechos confusos, que son investigados por la Fiscalía, recibió un disparo que lo tiró de bruces.
En cuclillas sobre la hierba y atrapado por el humo de los gases lacrimógenos dejó de respirar este indígena, reconocido entre los habitantes de su vereda por su sonrisa.
*Martha, *Libia y *Gabriel, sus hermanas y un amigo, lo cuentan así, quienes vinieron hasta Huassanó a limpiarle la cara para que nadie dude que hasta muerto era feliz y buena gente. Y para decirles a todos lo que preguntan por la suerte que corrió, que “nunca fue guerrillero de las Farc, solo hacía parte de una acción comunal y siempre se opuso a los atropellos a los campesinos”.
Como un virus, la decisión de indígenas y campesinos de tomarse sus territorios, se esparció por el norte del Cauca. Bloqueada la vía en Huassanó, entre Caloto y Corinto, la Fuerza Pública llegó y dispersó la protesta. En la refriega hubo intercambio de disparos.
El coronel Ricardo Alarcón, comandante de la Policía del Cauca, aseguró que se investigará si sus hombres incurrieron en alguna falla y expresó que “la situación sigue siendo muy tensa en la zona”.
Una decena de heridos, un muerto, vainillas de balas en el piso, residuos de gases y de granadas de aturdimiento en la montaña dejaron cinco horas de protesta.
Pero ni Carlos Alberto Rivera, uno de los líderes de la protesta, ni las 200 personas que siguen en la vía se moverán “hasta que el Ejército salga de la finca. A nosotros nos echan la culpa porque aquí pasa las Farc. Ellos no tienen un campamento ahí, ellos solo pasan, pero ahora el Ejército se quiere quedar y eso nos perjudica a todos los labriegos”.
A las 4:00 de la tarde del viernes, la familia de Mauricio Largo Campo seguía a la espera de que la Fiscalía, Medicina Legal o la Policía Judicial le hiciera la inspección a su cadáver, pero los peritos no se asomaron.
Esa misma suerte corrió en Caldono, Fabián Cuetía, de 22 años, quien recibió un disparo el miércoles, según sus familiares, del Ejército.
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