Agencia Pandi*
Especial para Colprensa
Bogotá.- Cuando se habla de ‘Bullying’ por lo general es sobre el niño o la niña víctima de acoso, pero poco sobre quién y por qué acosa a sus compañeros.
“Cuando yo veía que a los compañeros que yo maltrataba les brindaban un acompañamiento desde el colegio, muchas veces quise que eso mismo hicieran conmigo, que me preguntaran por qué me comportaba así, pero yo solo recibía castigos de parte de las directivas”. El testimonio es de Daniel Rivera, un joven de 22 años que recuerda haber sido uno de los muchos niños y niñas que en Colombia diariamente acosan a sus compañeros, pero que no reciben la atención necesaria para comprender su comportamiento.
Términos como acoso, intimidación, matoneo y hostigamiento son utilizados para referirse a ‘Bullying’, una palabra que describe una situación en la que un niño, una niña o un adolescente se convierte en víctima de uno o varios compañeros que de forma reiterada y prolongada lo someten a maltrato físico, verbal, psicológico o social.
Es necesario aclarar que el término acoso escolar se refiere a una situación repetida y no se puede hablar de éste cuando los hechos mencionados se dan como un episodio único, por ejemplo cuando dos escolares en iguales condiciones físicas y de poder pelean en el colegio o sus alrededores.
EL HOGAR: LA PRIMERA ESCUELA
Daniel Rivera recuerda cómo en su infancia hacía ‘Bullying’ en su colegio, como una forma de escapar a los problemas que vivía diariamente en su hogar. “Desde muy pequeño siempre tuve tendencia a ser violento con los demás niños y en mi casa me pegaban y me insultaban. Cuando del colegio llamaban a mi casa, mi papá me decía que eso estaba bien hecho, que no debería dejarme de nadie. Agredir a mis compañeros era desahogar la rabia que me producía lo que pasaba en mi casa”.
Eso nos lleva a pensar en que la sociedad colombiana está encontrando en la violencia la respuesta a los problemas. No puede ser posible que desde el hogar se esté enseñando a resolver los problemas con agresión. Para muchos niños, el maltrato se puede convertir en la única manera de hacerse escuchar. Generalmente, replicando comportamientos y actitudes negativas del padre o la madre.
Ángela Rosales, directora de Aldeas Infantiles SOS, afirma que “el niño que hace ‘Bullying’ está sufriendo, tiene problemas, porque no es normal que los niños maltraten a otros, puede ser que los menores de edad estén siendo vulnerados en algunos de sus derechos, que estén muy solos, que las pautas de crianza de sus padres no sean las más indicadas, que no conozcan los límites, que no conozcan el respeto por el otro, seguramente son irrespetados y reflejan esa relación con los otros niños y niñas. Es importante mirarlos y atenderlos. El acoso escolar no se va acabar si no trabajamos con los que lo hacen, porque la relación nace mal desde aquel que hace ese ejercicio de poder indebido y que se ve en una posición de maltratar al otro, toca evaluar qué es lo que está pasando, qué es lo que tiene ese niño en su historia, cómo está su familia, qué es lo que está aprendiendo y qué es lo que le está faltando”.
Es importante intervenir en el niño o niña que agrede a sus compañeros, saber que si está actuando de esta manera es porque él también es víctima, está sufriendo o sufrió en algún momento alguna actitud abusiva de la cual aprendió y la está reflejando con violencia hacia los demás.
El que el niño o la niña tenga comportamientos agresivos es una forma de expresar su sentir ante un entorno familiar poco afectivo, ausencias de padre o madre, divorcios no amigables, violencia intrafamiliar (hermanos, tíos, abuelos), abuso o humillaciones ejercidas por adultos, como en el caso de Daniel. “Yo buscaba a mis compañeros más débiles para ‘montársela’, me hacía pasar por una persona fuerte, cuando me ensañaba con uno lo hacía hasta el punto de quitarle las onces, romperle los cuadernos, decirle palabras ofensivas y pegarle. Hasta que un día, en grado décimo, se me fue la mano con uno de ellos e hice que por poco perdiera un dedo de su mano derecha, ahí fue cuando comprendí que actuar de la misma manera como actuaban mis padres no era la correcto, porque muchas personas podían salir lastimadas”.
En 2012 el Ministerio de Educación y el Icfes incluyeron en las Pruebas Saber el tema de competencias ciudadanas. Ese ajuste permitió hallar que entre los estudiantes de quinto grado, el 37,6 % de los niños y las niñas se identifican como víctimas de intimidación escolar y el 21,5 % indica ser intimidador o intimidadora. En grado novena el 30,9 % dijo ser víctima, frente a un 22,1 % de intimidadores.
Para Mónica Figueroa, directora de calidad de educación prescolar, básica y media del Ministerio de Educación, es primordial que la violencia se acabe desde los hogares: “La familia motiva, empieza a decirles a sus hijos que ‘no se dejen’, ‘péguenle también’, ‘cómo es que lo perdonó’, y ellos son los que terminan metidos en el conflicto, armando un problema mucho más grande. La corresponsabilidad es muy importante para los padres de familia, no solo hay que trabajar para que les ayuden a manejar los conflictos, porque los hay todos los días, necesitamos que los papás ayuden a sus hijos a manejar la ira, a manejar el perder y el ganar y, obviamente, a que no se resuelva de manera violenta cualquier problema”.
COMBATIR EL ‘BULLYING’: UNA OBLIGACIÓN LEGAL
“Cuando estaba en quinto de primaria, una niña me colocaba apodos, se creía mejor que yo, porque era la más alta del salón. Ella me pegaba con sillas o con lo que encontrara. La profesora le decía que eso era ‘Bullying’, que dejara de maltratarme, pero ella no le hacía caso y le tiraba cosas a la profesora. Me sentía muy mal, me daba miedo y tristeza cuando ella me hacía eso. Si no corría ella me golpeaba, hasta que llegara otra persona no dejaba de pegarme”. El testimonio es de Paula*, una niña que sufrió intimidación escolar por parte de una compañera de clase.
Como Paula, muchos niños y niñas en Colombia están siendo víctimas de esta vulneración de derechos. La Secretaría de Educación del Distrito de Bogotá, en la encuesta ‘Clima Escolar y Victimización 2013’, indagó por la presencia de armas, alcohol, pandillas y drogas, así como por matoneo y acoso sexual, tanto en colegios como en sus entornos.
La muestra (comparable con las realizadas en 2006 y en 2011) refleja en los colegios públicos una tendencia a la disminución de la agresividad expresada en acoso escolar mediante ofensas, golpes y amenazas repetidas, en el caso de ambos sexos, mientras en colegios privados muestra un comportamiento estable, con un nivel un poco más elevado entre los hombres, en relación con lo reportado en los colegios públicos.
En 2013 el 10 % de los niños y el 10 % de las niñas encuestadas en colegios públicos respondieron haber sido víctima de ‘Bullying’ dentro del colegio y en instituciones privadas el 2 % de los hombres y el 9 % de las mujeres.
La coordinadora del Programa Transversales del Ministerio de Educación, Olga Lucia Zarate Mantilla, dio su postura frente a esta situación: “Es claro que a las víctimas de acoso escolar se les vulneran todos sus derechos: los de existencia, los de educación, los de desarrollo, los de protección y los de participación, claramente explícitos en la Convención sobre los Derechos del Niño y en el Código de la Infancia y la Adolescencia. Cuando ocurre un caso de ‘Bullying’ en un entorno educativo no es solo responsabilidad de los directamente implicados en la situación, también cumplen un papel fundamental los observadores, los docentes y la familia”.
El Código de la Infancia y la Adolescencia, en su Artículo 43, establece que los establecimientos educativos tendrán la obligación fundamental de garantizar a los niños, niñas y adolescentes el pleno respeto a su dignidad, vida, integridad física y moral dentro de la convivencia escolar. Para tal efecto deberán formar a los menores de edad en el respeto por los valores fundamentales de la dignidad humana, los Derechos Humanos, la aceptación y la tolerancia hacia las diferencias entre personas.
Deberán inculcar un trato respetuoso y considerado hacia los demás, especialmente hacia quienes presentan especial vulnerabilidad o capacidades sobresalientes. “Los establecimientos educativos, de acuerdo con la Ley 115 de 1994 y con refuerzo en la 1620 de 2013 ,deben contar con manuales de convivencia que respondan a una lectura de contexto y definan quién, cómo y cuándo se debe actuar en la escuela para resolver situaciones que afecten la convivencia escolar y vulneren los derechos de los niños, niñas y adolescentes”, afirmó Mónica Figueroa.
EL PAPEL DEL OBSERVADOR: EN BÚSQUEDA DE LA SOLUCIÓN
Para acabar con el ‘Bullying’ es necesario no solo intervenir en las víctimas y los agresores, sino en otro actor fundamental y que juega un papel importantísimo, que son los observadores. “Les da miedo intervenir, les da miedo verse involucrados en un problema que dicen ‘no es mío, porque van a terminar llamando a mi mamá o a mi papá y ellos van a creer que fui yo’, a ellos les da miedo denunciar”, afirmó Mónica Figueroa.
Tal vez el papel de observador sea menos estudiado que el de la ‘víctima’ y el del ‘victimario’, pero es fundamental educar a estas personas, que pueden ser otros niños, profesores, autoridades de los colegios e incluso padres de familia, para lograr una disminución en los casos de violencia escolar. El rol de los testigos, es el que deslegitima la acción del agresor, se ha visto que cuando los niños y las niñas le dicen al agresor: ‘no nos parece bien lo que está haciendo’, protegen a la víctima y van hacia los adultos protectores, el agresor queda totalmente desarmado.
En la mayoría de los casos los niños y niñas que se ven involucrados en estas situaciones indirectamente, por ser quienes ven agredir a sus compañeros, prefieren callar y evitar que puedan llegar a ser maltratados o excluidos también. En otras ocasiones se convierten en cómplices de estos actos al divertirse de las agresiones. “Prefiero no meterme en eso, porque se le van encima a uno, es mejor quedarse callado, para no meterse uno en problemas”, asegura Luz Mery Calzamo, de 11 años.
En el caso de los adultos existe responsabilidad de garantizar la seguridad de los niños y los jóvenes. Esa y la responsabilidad de los niños observadores son igualmente importantes, ya que parte de la violencia emocional es la humillación del agredido frente a sus compañeros. Ellos, al no hacer nada, dan por hecho que existe una diferencia de poder entre el acosador y el acosado y lo aceptan. Esto de alguna manera motiva al agresor y refuerza su liderazgo negativo.
* Versión resumida del informe publicado el 25 de julio de 2014 por la Fundación Agencia de Comunicaciones Periodismo Aliado de la Niñez, el Desarrollo Social y la Investigación – PANDI
* Algunos nombres son ficticios, para proteger a quienes dieron su testimonio.
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