EFE | LA PATRIA | BOGOTÁ
El avión de Lamia accidentado cerca de Medellín el pasado 28 de noviembre, en el que murieron 71 personas, entre ellas la mayoría de miembros del club de fútbol Chapecoense, viajaba con el combustible al límite y con exceso de peso, reveló ayer la Aeronáutica Civil (Aerocivil) en un informe preliminar.
Según el secretario de Seguridad Aérea de la Aerocivil, coronel Fredy Bonilla, las grabaciones de la cabina de mando muestran que el piloto y el copiloto conversaron sobre la posibilidad de hacer una escala en Leticia (Colombia) o Bogotá "porque se encontraba en el límite de combustible", pero finalmente no lo hicieron.
“Ellos estaban conscientes de que el combustible que tenían no era el adecuado ni era suficiente”, afirmó el funcionario, quien añadió que durante el vuelo el piloto, Miguel Quiroga, “decide ingresar a Bogotá, pero más adelante cambia la decisión y se va directo hasta Rionegro”, donde está el aeropuerto José María Córdova de Rionegro.
La mayoría de las grabaciones de audio presentadas ayer fueron extraídas de las cajas negras que fueron examinadas en Londres por los fabricantes del aparato, un RJ85, precisó Bonilla, quien señaló que “todo está basado en evidencias”.
Según la investigación, en el plan de vuelo presentado por el piloto en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), la autonomía de la aeronave era de cuatro horas y 22 minutos, exactamente igual al tiempo de vuelo, “describiendo los mismos datos” cuando debía tener combustible para un recorrido mayor.
“Debía tener una hora y 30 minutos más (de combustible) que el tiempo de vuelo en forma estándar en cuanto a su autonomía de vuelo”, dijo Bonilla.
El avión debía tener además un segundo aeropuerto alterno en su plan de vuelo, pero solo registró el de Bogotá, según la investigación.
El informe revela además que cuando el piloto pidió a la torre de control del José María Córdova que le permitieran aterrizar, pese a que todavía no estaba en la aproximación a la pista, no informa de la gravedad de su situación ni que ya se le han apagado dos de los cuatro motores.
“En este punto tenían dos motores apagados y la tripulación no ha hecho ningún reporte de su situación, que era crítica, y continua reportando en forma normal” a la torre de control, explicó Bonilla.
Poco después, con un tercer motor ya apagado, se escucha en los audios divulgados ayer cómo la torre le pregunta si necesita algún servicio adicional en tierra por una posible emergencia, y el piloto le responde que no.
Cuatro minutos antes del accidente se le apaga el cuarto motor y se produce el fallo eléctrico total del que el piloto informa por un sistema primario ya que el resto había quedado desconectado por la falta de energía.
En su última conversación, el piloto pide “vectores” mientras desciende sin autorización para aterrizar. La torre le pregunta entonces su altitud y le informa que todavía está a 8,2 millas (unos 13,1 kilómetros) de la pista, pero el avión ya no responde y todo queda en silencio por el impacto del aparato, que se produce a unos 230 kilómetros por hora.
Sin combustible
El “agotamiento de combustible” es la principal de una serie de irregularidades que se cometieron en el vuelo CP-2933 de Lamia, según la investigación, que reveló además que el avión llevaba un peso mayor al permitido y volaba a una altitud para la cual no estaba autorizado.
“La aeronave contenía un peso superior al permitido por manuales, lo cual es otro hallazgo que encontramos dentro de la investigación del despacho de la aeronave”, manifestó el funcionario de la Aerocivil.
Según el informe, “el peso real del despegue era 42.148 kilos, significa que estaba sobre su peso máximo de 41.800 kilos”.
Bonilla indicó que el avión “despegó con 500 kilos más” sobre su peso máximo permitido, pero “sin embargo ese hallazgo no es un factor prioritario para el accidente como tal”.
Otra irregularidad encontrada fue que el avión supuestamente no estaba certificado para volar por encima de 29 mil pies y en el plan de vuelo presentado a la Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea (Aasana) de Bolivia se anotó que lo haría a 30 mil pies.
“La Aasana aprobó el plan de vuelo presentado a una altitud de 30 mil pies lo cual no era correcto”, añadió Bonilla.
Según el director general de la Aerocivil, Alfredo Bocanegra, el informe presentado ayer no tiene como propósito “determinar la culpa o responsabilidad sino prevenir nuevos accidentes”, y la investigación definitiva se presentará en abril.
Habló la controladora aérea
28 días después de que se estrellara el avión de Lamia, que transportaba al equipo de fútbol Chapecoense y a una delegación de periodistas, Yaneth Molina, la controladora aérea que tuvo contacto con el piloto Miguel Quiroga, aseguró que la tragedia pudo ser peor.
La funcionaria confirmó que desde el día del accidente ha estado por fuera de las torres de control, con apoyo psicológico y que espera regresar en enero a su trabajo.
En diálogo con Blu Radio, Molina narró que el día del accidente estaba como controladora en el radar, y que a la hora de la emergencia tenía ocho aeronaves siguiendo sus instrucciones. “Mi trabajo es mantenerlos separados y guiarlos para el aterrizaje”, contó la mujer.
Según Molina, los minutos previos a la tragedia fueron críticos porque el piloto de Lamia no acataba las instrucciones y se estaba acercando más de lo permitido a otros aviones. “El avión de Lamia estuvo muy cerca de las otras aeronaves, como a una milla (1.500 metros) cuando lo recomendado son mínimo cinco millas, lo que pasó pudo ser peor”, aclaró la funcionaria.
La controladora recordó que al ver que había un avión de Lan por debajo de Lamia y dos de Avianca muy cerca, tuvo que tomar acción inmediata para evitar un choque entre aviones y entonces comenzó a desviar las demás aeronaves.
“Yo tomo acción porque la situación es bastante crítica en Lamia, me imagino, y como los veo tan cerca, saco a las dos aeronaves de Avianca porque si no hubiera sido mucho más trágico. (El piloto) nunca me notifica que no tiene combustible suficiente (...) Sin embargo, tomé acción inmediata y en momento de prioridad busqué ingresarlo de una”, precisó.
Sobre Cerro Gordo -que pasará a llamarse Cerro Chapecoense-, Molina dijo que un avión debe volar a 10.000 pies para superarlo. “Yo estaba tratando de guiarlo, pero antes de pasar el cerro tuvo la falla eléctrica total y se perdió del radar”, añadió.
Yaneth Molina explicó que una vez el piloto de Lamia dejó de responder, vivió un momento muy difícil, pero que tuvo que mantener la calma porque tenía otros siete aviones a su cargo en el aire. “Los controladores estamos preparados para eso, debemos actuar siguiendo los protocolos de emergencia y guiar a las otras aeronaves bajo nuestra responsabilidad”.
Molina detalló que tiene 22 años de controladora aérea y que aunque es graduada de Comunicación Social, su oficio es su pasión. “Mi hermano, que es pensionado como controlador, fue el que me llevó por este camino”, dijo.
Sobre las amenazas que recibió en días posteriores al accidente, indicó que han cesado, pero que todas las denuncias fueron puestas en conocimiento de la Fiscalía, que avanza con el proceso.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015