LAURA BARROS
EFE | LA PATRIA | BOGOTÁ
La ocupación del Palacio de Justicia de Colombia, ocurrida el 6 de noviembre de 1985 y que se saldó con la muerte de un centenar de personas en pleno centro de Bogotá, marcó el comienzo del fin de la guerrilla del M-19.
El asalto lo llevó a cabo un comando de 35 guerrilleros, 25 hombres y 10 mujeres, liderados por Andrés Almarales, Alfonso Jacquin y Luis Otero.
Tan solo una guerrillera, Clara Helena Enciso, sobrevivió a la violenta retoma del Palacio de Justicia por las fuerzas de seguridad del Estado que se prolongó durante dos días.
"Profanó el M-19 violentamente el templo de la justicia, tomó como rehenes a magistrados del más alto nivel y a otros servidores judiciales, al igual que a civiles que se hallaban en el palacio, el cual se convirtió en un campo de batalla", señaló en su informe la Comisión de la Verdad que años después investigó los hechos.
La operación, a juicio del senador por la Alianza Verde y exguerrillero del M-19 Antonio Navarro Wolff, fue "un gran error" y marcó "con claridad el fin del prestigio del M-19".
"Si con prestigio no se podía ganar la revolución armada, mucho menos sin prestigio", insistió Navarro, quien aseguró que en el seno del M-19 se planteó el debate de "cuál era el camino" y "si valía la pena continuar con el alzamiento armado".
El Movimiento 19 de abril, que tomó su nombre de esa fecha en 1970, cuando un supuesto fraude puso como presidente al conservador Misael Pastrana Borrero, había roto los moldes guerrilleros en Colombia, y quizás en América Latina, con un discurso que caló en las ciudades, distanciado del comunismo que abrazaron los grupos armados de entonces.
"No era una guerrilla marxista-leninista, era una guerrilla nacionalista (...). Cuando el M-19 nació mucha gente pensaba que éramos un grupo de derecha, pues estábamos reivindicando a Bolívar, reivindicando valores nacionales", dijo Navarro.
Fueron distintos hasta en la forma de irrumpir en la escena política, pues el M-19 nació en medio de una campaña inédita, en enero de 1974, con mensajes en la prensa en los que alertaban de enfermedades o plagas a combatir.
Coronaron su nacimiento el 17 de aquel mes de enero, con el sonado robo de la espada del libertador Simón Bolívar en Bogotá.
Otra acción de gran impacto publicitario fue el robo de unas 5.000 armas llevado a cabo por un grupo de guerrilleros que se introdujo, en la nochevieja de 1978, por un túnel, cavado durante meses, en el Cantón Norte, la principal unidad del Ejército en Bogotá.
También la sonada toma de la Embajada de República Dominicana, el 27 de febrero de 1980, donde tomaron decenas de rehenes, entre ellos el embajador de Estados Unidos y el nuncio apostólico. Aquella operación terminó de forma negociada 61 días después.
Acción infortunada
Pero fue el asalto al Palacio de Justicia, que Navarro describe como "una operación de propaganda armada para definir responsabilidades tras el fracaso del proceso de paz" con el Gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), la que les sentenció.
La acción se ejecutó después de que el M-19 declarara en 1985 rota la tregua e inválidos los Acuerdos de Corinto, alcanzados en agosto de 1984 con el Gobierno para buscar una salida política al conflicto.
El impacto del ataque al Palacio de Justicia, en el que murieron magistrados, empleados, visitantes y guerrilleros, y que dejó 11 desaparecidos, espantó incluso a aquellos que hasta entonces veían con cierta simpatía al grupo guerrillero.
Golpeado desde el punto de vista militar y acogido a una amnistía, el M-19 firmó la paz con el Gobierno y depuso las armas en marzo de 1990, convirtiéndose en el partido Alianza Democrática M-19, que años después desapareció y sus integrantes recalaron en otras fuerzas.
Muchos antiguos guerrilleros lograron cargos de elección popular en los años noventa del siglo pasado y algunos siguen en activo, como el mismo senador Navarro, de la Alianza Verde; el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, del Movimiento Progresistas; o Everth Bustamante, que atravesó todo el espectro político y hoy es senador del derechista Centro Democrático.
"El Palacio de Justicia es un caso emblemático que podía combinarse con otros casos como las masacres. Lo que hacen es condensar momentos de la historia del país para evaluar todo lo que ha pasado con los distintos actores del conflicto, de tal manera que vería al Palacio como un caso icónico, que podría usarse para el posconflicto como ejemplo de verdad, de reparación, de reconocimiento de las víctimas, así como se debería reconocer con los demás casos emblemáticos".
César Rodríguez Garavito, director de la ONG Dejusticia.
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