
Wilson Alexánder Guevara, oriundo de Arbeláez (Cundinamarca), es el arlequín que le pone alegría a las calles manizaleñas. Dice que “el arte mitiga lo que las armas no alcanzan”
Darío Augusto Cardona
LA PATRIA \ MANIZALES
En 1998, Wilson Alexánder Guevara recibió una invitación especial de su amigo Emiro Becerra. Le propuso asistir a la Plaza de Bolívar de Bogotá para protestar por el secuestro de su padre haciendo de estatuas humanas.
Eran jornadas de ocho horas, vestidos de blanco y pidiendo paz y libertad; solo que al final de cada día la gente les regalaba monedas. Meses después el papá de Becerra murió en cautiverio y su entrañable amigo también falleció víctima de las balas.
Ser estatua humana comenzó para Wilson como una protesta que luego se tornó en su forma de ganarse la vida.
Ya no tiene la compañía de su amigo Becerra, ahora es su hermano Mauricio el que le colabora para hacer parte del paisaje urbano que divierte y maravilla a la gente con sus representaciones.
Guevara cuenta que a Mauricio lo sacó del trabajo como cotero, pues veía cómo llegaba magullado y cansado y con solo 12 mil pesos por todo un día de trabajo.
Al sol y al agua han transcurrido los últimos 14 años de Wilson en los que le ha dado vida al arlequín, con el que ha recorrido Colombia, Venezuela y Ecuador.
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