Víctor Diusabá Rojas
Una cátedra dividida en dos, con un solo fondo: la tauromaquia de Julián López, El Juli. Una vez más el maestro trazó el toreo a su antojo, solo que esta vez pudo cobrar en trofeos lo que en días recientes la espada le había negado. Y de sus manos prodigiosas, Manizales pudo cerrar con tranquilidad la puerta de su temporada 58, que necesitaba de un colofón así, de puerta grande.
Dos faenas diferentes, pero no menos macizas. La del primero, segundo de la tarde, hecha con la definición de lo que es el sitio. Una y otra vez, Julián se plantó a encadenar los muletazos, mientras las zapatillas se hundían de a pocos en la arena gris. Los toques, imperceptibles, hicieron la primera parte de las series. Enseguida, ese juego de cintura que no parece tener fin. Y luego, el brazo largo para llevar y traer a un toro que se movió al compás que le indicaba el director de orquesta que tenía en frente. Hubo temple y gusto, mientras los tendidos se levantaban a honrar una obra de magnitud. Pero la espada cayó trasera y desprendida. Muy trasera. Oreja.
En el otro, quinto de la tarde, hubo una sesión tan larga y completa de capote, que resulta más fácil tratar de dar con las suertes que no desempolvó. Si se quiere, hubo una faena completa allí. En los lances de recibo, o en esas dos series de quites en las que el toro estuvo a la par de las exigencias. Al final de la interpretación, el público estaba seguro de que venían pasos de animal grande. Y llegaron, con una muleta en la que los naturales dejaron huella, no solo por lo largos sino por lo profundos. Las series pusieron a prueba la duración de Contratista, el número 232 de la ganadería de la casa, que al final encontró la mano poderosa de Julián para que no desluciera. La suerte suprema se postergó hasta abrir espacio a la petición de indulto, que la presidencia se apresuró en conceder, mientras el propio Miguel Gutiérrez Botero pedía a El Juli que entrara en corto y por derecho. Dos caras: la de un exceso, el indulto, y la de un hombre que no renuncia jamás a disfrutar, El Juli.
Sebastián Castella también se fue a hombros, fruto de una oreja cortada en cada uno de los ejemplares, en los que debió empujar el carro porque sus enemigos colaboraron poco, o al menos no tuvieron la emoción que divide lo normal de lo trascendental.
El tercero de la tarde lo arrolló y le golpeó en el tórax, cuando trataba de convencerlo de que fuera tras la franela. De allí brotó buena parte de la petición para que fuera premiado con una oreja a la entrega. Concedida.
El sexto se movió, más con sosería que con señales de dejar en alto la divisa de la ganadería. Castella se puso en los medios y arrancó algunas tandas de una plaza dispuesta a recompensar esfuerzos. Oreja.
Pepe Manrique no logró coronar sus buenos planteamientos. En el primero se le vio reposado y con mando. Se hizo al toro y lo metió en su muleta para ponerlo a girar en faena impecable, especialmente sobre la izquierda, pero la espada le dijo que no. Como igual le respondió en el cuarto, en el que también pudo asomar algún trofeo en el palco, pero no redondeó.
Ficha
Feria de Manizales
Quinta de abono
Seis toros de Ernesto Gutiérrez Arango
Justos de presentación. Indultado el quinto, de nombre Contratista, número 232, de 480 kilos. Primero y segundo nobles. Tercero, cuarto y sexto, con movilidad pero sin chispa.
450, 450, 454, 446, 480 y 504 kgrs
*Pepe Manrique
Verde botella y oro
Palmas y palmas
*El Juli
Obispo y oro
Oreja y dos orejas
*Sebastián Castella
Malva y oro
Oreja y oreja.
Detalles:
Plaza casi llena. Se despidió Rodrigo Arias ‘Monaguillo’ de esta plaza.
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