LA PATRIA | MANIZALES
Hoy los protagonistas de esta historia son Alma, Mayita, Leo, Tomás, entre otros. No son niños o niñas que juegan en algún rincón de Caldas, son 10 perros y 44 gatos que han encontrado una segunda oportunidad de vida.
Y todo se lo deben a Valentina Guarín Patiño, de 21 años, estudiante de séptimo semestre de Medicina Veterinaria y Zootecnia, de la Universidad de Caldas, directora de la Fundación Animal Contigo, en Manizales, quien, de su propio bolsillo, del de su familia y con algunas donaciones, ha logrado que estas mascotas reciban el cariño que nunca obtuvieron.
Son animales, pero también sufrieron los horrores de las actuaciones humanas.
ANTES
AHORA
Les voy a hablar primero de Alma. Ella fue abusada sexualmente, por vía rectal, a finales de mayo del año pasado, en una mina de Irra. Según la única testigo, fue un minero.
El trabajador aplicó grasa alrededor del ano de la perrita, se puso un preservativo y de esta forma logró accederla. El animal apareció casi dos semanas después, en un estado prácticamente agónico. Tenía estrés postraumático. Les temía a las sombras y a las voces de los hombres que visten como trabajadores de construcción; al ruido; a cualquier contacto con su cola y patas traseras.
Ajustó un poco más de un año en la Fundación. Hoy da gusto verla saludar a quien llega, como ocurrió el pasado martes durante esta entrevista. Buscaba cariño y se molestaba si no la mimaban. Brincaba por todos lados y disfrutaba de los juguetes. Alma recuperó su alma.
Minutos después apareció en el primer piso de la sede de la Fundación, ubicada en la Avenida Paralela, metros antes de Ravasco, Mayita.
A ella la trajeron hace unos días de Pácora. Su mirada traducía temor y sufrimiento. Vivió cautiva en la residencia de un sujeto que acostumbraba a maltratarla con frecuencia. La vida de Mayita, de dos años, ha sido complicada. Para comer hurgaba en las basuras, y, de vez en cuando, se escapaba de su casa, teniendo la mala suerte de siempre ser regresada.
Llegó con cicatrices grandes a los costados que indican que en algún momento fue quemada. Desarrolló una enfermedad de la piel que, ante la falta de atención, es crónica. Sus cuatro patas estaban hinchadas por la entrada de hongos, bacterias y por estar obligada a permanecer de pie. En la mayor parte de su cuerpo tenía heridas. Se paralizaba si se le ponía un dedo encima y no disfrutaba de una caricia.
Hoy tiene otro semblante. Al igual que Alma, se le fue encima el martes al visitante en busca de cariño. Se robó el show, Alma la regañaba con ladridos y se mostraba celosa porque se llevaba la atención. Tiene otra vida.
La de Alma y Mayita son solo dos de las decenas de historias en las que se pasó de la tristeza del maltrato, a la alegría de ser acogido (a). Valentina arrancó con la Fundación hace seis años. Tenía dos perros y un día apareció una gata afuera del conjunto donde vivía.
“Se llama Esmeralda, de 10 años, la entramos, le dimos comida y la idea era buscar luego un hogar para ella. La esterilizamos y la abuela de una amiga se la quedó. Ahí arrancamos con la idea de recoger perros y gatos, y darles un hogar. Un día creció esto tanto, que adecuamos un espacio propicio para darles buena calidad de vida”, narró.
A los animales los ha querido desde niña, pues sus padres son amantes de ellos. La mamá tuvo un perro a los cinco años y el papá gatos, toda la vida. La madre veía un canino en la calle y no le decía: cuidado la muerde. No, le manifestaba: mire qué hermoso.
No fue difícil aprender a quererlos. Tuvimos peluches de perros, cuadernos de perros, todo de perros. A los cinco años me regalaron a Emily, mi primera mascota y vivió conmigo 14 años”. Recordó que a los 9 años se encontró un can en Milán y así lo bautizó. Fue su primera adopción.
La mayor motivación de la Fundación es ayudar a los animales en todo sentido, sin importar si tienen casa o no. Rescatan a los maltratados, abandonados o sin hogar fijo. Los llevan y los recuperan médica y emocionalmente, y les enseñan a convivir en un hogar.
“A veces recibimos ayudas económicas, pero con la situación actual ha sido difícil. Por eso emprendimos y nos volvimos fabricantes de accesorios para mascotas”.
En este momento del diálogo sonó el timbre de la Fundación. Un hombre quería llevarse un gato en adopción. Sin embargo, no es tan fácil, debe primero llenar un formulario.
“Preparamos a los animales para ubicarlos con una familia y que ambos se adapten. Trato de no hacer procesos con personas en barrios que de pronto tienen mucha población de callejeros. Porque uno va a una tienda y se encuentra 10 gatos. Se asesora a la gente para que le dé mejor la oportunidad a un animalito de esos, que está esperando que alguien lo acoja. Los que están en la calle corren más peligro. Envío el cuestionario primero para dar la asesoría y porque no me gusta entregar gatos para fincas, porque terminan fuera de la casa, atropellados o en peleas con otros animales”.
Alma siguió brincando por la casa, volvió a pedir una caricia y continuó jugando con un muñeco ruidoso, buscando llamar la atención. Esta historia es la que más ha impactado a Valentina.
“Es muy difícil que alguien me haga enojar, pero la tristeza que traía Alma se contagió. Cuando vi cambios en ella, me apegué a esa felicidad. Amo a todos mis animales, pero ella es mi compañera en todo. Cuando salgo se queda en la puerta y es pegada a mi cuando permanezco en casa. Hizo nacer un sentimiento muy grande”.
Al fondo del primer piso de la Fundación hay 14 gatos, que les gusta la visita, pero para los que ha sido difícil encontrar un hogar. Ellos han contribuido a ayudar a niños. Por eso Valentina empezó a invitar a menores con problemas para que se contagien del amor de estos animales.
“Con su carácter sociable y tierno se ganan el cariño de los menores. Cada niño elige uno y cuando regresa llega a acariciarlo, darle galletas y hasta a leerle. Puede sonar loco, pero los gatos les ponen atención. Algunos de estos fueron rescatados de Persia y Aranjuez, tras la ola invernal de abril del 2017”, explicó Valentina.
Y concluyó con una reflexión: Es una conducta natural de los humanos amar a los animales. Cuando un niño ve un perro, sonríe. Los adultos deben ayudar a preservar ese sentimiento. Quien maltrata a un animal es alguien que está lleno de problemas.
Cuando un animal se enferma, se lleva a una veterinaria. Una va a la Fundación a atenderlos. Si es más grave, terminan en San Miguel o en Mascotas.
El gato Leo llegó en diciembre de La Merced. Vivía en una finca y dormía donde guardaban herramientas. Un trabajador le pegó una patada en la cara. Tenía cinco meses y perdió casi todos los dientes.
“Noble, se arrimaba fácil a la gente, pero tuvo la mala suerte de encontrarse con alguien así. Es muy valiente, vivió una recuperación dolorosa, le pusieron un clavo de lado a lado de la mandíbula, le cortaron parte del hueso y tuvo la lengua siempre afuera. Del susto, después del ataque, se escondió ocho días. No podía comer, se consumía su propio hueso. Acá se alimentó siete meses con productos líquidos. No se podía acicalar, si sacaba la lengua no la podía volver a guardar. Salió positivo de leucemia”.
Leo nunca se rindió y amanecía contento. Valentina le pidió luchar. Compartió un área con otros dos positivos: Ángel y Záfiro. A este último, de 10 años, alguien le tiró agua caliente porque se metió a un restaurante. Le salieron tumores en la boca y tocó practicarle la eutanasia. Ángel, de 4 meses, murió.
Leo quedó solo un mes, hasta que llegó Tomás, proveniente de Arauca, pues tenía una pata hinchada, le dispararon con balines y quedó con cojera.
Luego le dio leucemia y lo juntaron con Leo, aislados. Tomás quería matarlo al principio, pero Leo no le peleaba. Aprendieron a convivir, se bañaban, dormían uno encima de otro y Tomás le enseñó a Leo a comer concentrado y dejar la comida húmeda.
“Leo se volvió un gato normal. Yo quería que los adoptaran juntos, pero por la enfermedad era duro. Una familia se llevó a Tomás, Leo no dejaba de llorar en ese cuarto, no jugaba, ni comía, nos escupía. Tomás en su casa se paraba en la ventana y lloraba. La nueva mamá, al ver esto, se llevó también a Leo. Están grandes y gordos”.
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Sireno, modelo de las creaciones.
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