LUIS FRANCISCO ARIAS
Tenía 17 años cuando salí por primera vez. Fue el 15 de diciembre de 1985, cuando ni siquiera sospechaba que años después haría parte de los periodistas de LA PATRIA.
Ese día salió publicado en la Revista Dominical un texto que escribí acerca del aniversario 215 del nacimiento del genio de la música Ludwing Van Beethoven. Verlo en el diario significó para mí la confirmación de lo que quería ser en la vida.
Recuerdo que, con gran timidez pero con una esperanza enorme, llegué días antes a la recepción del periódico, que en ese momento quedaba en la Carrera 20 con Calle 21, donde entregué un sobre dirigido a la Dirección. Solicitaba el favor de publicar la nota ojalá antes del 16 de diciembre.
La verdad es que desde esa época colegial soñaba con dedicarme a las letras, y la mayor parte del tiempo la pasaba leyendo libros, escribiendo lo que se me ocurría y disfrutando de la música clásica en el área cultural del Banco de la República. De ahí mi afición al músico alemán.
También disfrutaba la lectura de LA PATRIA todos los domingos, cuando compraba el periódico con lo que ahorraba del "algo" del colegio.
Hoy, cuando releo el recorte de prensa que conservo desde esa ocasión como si fuera un tesoro, siento un poco de vergüenza por el estilo excesivamente almibarado, pero recordar ese momento también me ha permitido un reencuentro con un yo extraviado, y en el centenario de la empresa que hizo posibles mi sueño eso es algo invaluable.
El agua bajo el puente fue abundante durante estas décadas, desde el contrato telefónico que me hizo el recordado Orlando Sierra estando yo en Bogotá, a finales de 1991. El aprendizaje fue intenso durante esa década al lado del director, Luis Felipe Gómez, y el llamado "Kínder de Luis José"... y después de 12 años por fuera del periódico el 20 de junio del 2010 experimenté la calidez del regreso, que me permite sentir en carne propia la alegría del centenario.
Hay un asunto que tiene una carga de misterio con relación a esa primera vez, y que me remite con frecuencia a mi adolescencia: pocos días antes de ver publicado mi primer artículo había llegado a vivir con mi familia a una casa del barrio Sáenz, a todo el frente de la actual sede del periódico. En la bodega de entonces funcionaba una trilladora de café. En la moderna sede de ahora se muelen y se procesan noticias.
En un raro juego de espacios y de tiempos, al parecer, se dieron esas proximidades. Desde esa época, de manera mágica, LA PATRIA estuvo siempre cerca y se convirtió en un lugar fundamental para mi vida.
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