FELIPE MOTOA FRANCO
Se abre el portón de madera, tres damas paradas bajo el marco aplauden y el torero de azul y plata, con capote rojo en la mano izquierda, da sus pasos chiquiticos. Con la derecha lleva de la mano a su mamá, porque no es que lo lleven a él, no señor. Es un torero muy crecidito ya, tres años, y los toreros se valen por sí mismos, joder.
Peinado de lado con intenso baño de gomina: "Hoda, profe", dice el caballerito, de cejas tan pobladas que parecen una sola. Suelta a su madre para acceder a la guarida de los personajes fantásticos, cual matador que ingresa al ruedo. Sus pasos, 20 segundos más tarde, los sigue un Supelmán de ¡18 mil gramos de peso! ¡18 mil gramos, cabello rubio y prominente pecho de espuma!
Una secuencia de damiselas, guerreros y animales humanizados que no superan el metro de estatura hace su desfile, hasta cargados, para entrar en la guarida de reuniones. El primer secreto se revelara al lector, a quien se le pide que no divulgue la ubicación de este lugar, para evitar que los villanos tiendan una trampa. Se dirá el nombre clave: Jardín Infantil Semillitas. Coordenadas: calle 50 con carrera 27, Manizales City.
El pórtico de madera choca con la cerradura. Una de las profesoras, perdón, de las asistentes humanas y adultas, mueve el seguro para que ningún maleante ose entrar. Las demás humanas adultas, al menos 6, ayudan a ordenar el encuentro: caminadores, párvulos, prejardín y jardín.
Conjuros y proezas
Ni Cartoon Network ni Nickelodeon, ni Discovery Kids, ni siquiera Disney tiene en un show tantos personajes como hoy están en el hall de Semillitas, de 5 por 3 metros de área. 7 princesas de distintos castillos. Gatas. Brujas benignas. Una mariquita. La Barbie. El bombero y su amigo el pirata. Peter Pan. Hasta Dark Vader, el malo de la Guerra de las Galaxias, se coló. Medio centenar de criaturas fantásticas.
En una conversación se enganchan tres damitas reales; rosada, azul y gris, con un Tiranosaurio Rex debajo de cuyas fauces unos crespos rubios como el trigo se asoman. No las muerde, en cambio la azul de pelo blanco, que dice llamarse Elda (la traducción significa Elsa, la de Frozen) esgrime su varita mágica:
-Tú te quedas quieto cuando yo dispalo con mi valita. Te quedas congelado: unos, dos tles puuuuum.
Pero el dinosaurio huye a jugar con Iron Man antes de que el encantamiento lo petrifique.
Detrás pasa Sullivan, el protagonista de Monster Inc. Sonríe más que el original y su rostro tiene el color de la canela. Suena música ♫one, two, three, four, five/ everybody's in the car, so come on let's ride ♫, y la voz de las humanas pregunta:
-¿Quién quiere brincar?
-¡Todos queremos brincar!- respondemos al unísono, eje, ej, perdón, el periodista quiso escribir: "responden al unísono".
El lugar se torna guachafita, los Transformers mueven las caderas robóticas junto a Spiderman y un hada se contorsiona de tal forma que su corona se va al suelo. Cae al lado de Blancanieves, que a su edad prefiere gatear sentada. Asunto de comodidad, sin lugar a dudas.
Minnie Mouse no luce tan festiva como nos tiene acostumbrados. Sentada en una escala lagrimea, asustadiza con tanto personaje bailando sin parar. Simbad el Marino, que no teme frente a las tormentas de los 7 mares, hoy está de lágrimas. Los sollozos son calmados con una abrazo de la humana que dirige su grupo.
Muy diferente luce Daniel Olozco, el amistoso león que plegunta por qué lloran sus compañeros, y acto seguido:
-Este disflás me hace picar la cabeza-, y sus garras, mortales y filosas como un fideo, calman las picazones de su cabeza y hombro.
Coraje
En la ventana de rejas hay un mico. No, es un niño. No, es un príncipe que a la altura de ¡40 centímetros se manda al vacíoooooooooooooooo!: pare, detenga la imagen del príncipe cayendo al abismo: pelo castaño oscuro, traje azul turquesa, hombreras doradas con orlas rojas, capa y tenis Nike grises para correr más rápido y aterrizar firme. ¡Pluuuuuum!, continúe la secuencia, que él ya se pone de pie, con un mechón que le cae sobre la frente:
-Me quería disfrazar de Mastil (Max Steel) pero no me dejaron-, confiesa el intrépido de tenis, queriendo decir que sus amigos de la baticueva le sugirieron este atuendo para verse mejor. -Mi lonchera es de Spider Man y tengo guardado un disfraz del Capitán América-. Mira hacia el cielo, pone sus manos en la cintura y posa en su mejor aspecto. Se siente nacido para la gloria.
Criptonita
El tiempo de la misión se agota. Quien narra esta historia tiene el mismo oficio de Clark Kent: reportero de prensa. Su enemigo es el tiempo. Observa su dispositivo que marca la hora del día y nota que le quedan pocos minutos. Ha pasado media mañana registrando el comportamiento de los hijos de la magia. Las humanas han repartido bombones y una decena de canciones ha pasado por el equipo de sonido.
Se arma una pasarela. Cada uno hará su desfile y mostrará sus poderes, pero justo en ese instante Supelmán se ve en apuros. Ahora mismo usted conocerá un secreto nunca antes revelado. El héroe trata de quitarse sus licras, pero es incapaz. Levanta la cabeza en busca de ayuda y la obtiene de su asistente terrícola, quien le baja el cierre de la espalda, acerca una vasenilla a sus pies y uuuufffffffff, qué alivio, el chorrito del descanso.
Similar problema tiene Batman, es obvio, ¿o qué más puede significar que cruce una pierna sobre la otra mientras se lleva las manos debajo de la pelvis? El mismo remedio de Supelmán basta para recobrar movimientos tan veloces como la mitad de la mitad de la mitad de la mitad de la mitad de la mitad del rayo.
Y para levitar sobre el escenario, como lo hace Isabela la Mariposa, que da un brinquito mientras sus alas de alambre y seda se baten: solo falta un soplo de viento para salir volando.
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