Luis Yagarí
LA PATRIA|Manizales
Así como hay una ley que prohíbe tocar el himno nacional en días ordinarios, así también debieran legislar las asambleas de Caldas y Antioquia sobre la comida de la natilla.
La natilla es la madre de un pueblo, su pan eucarístico. Cuando veo el sacro manjar vendido por allí como cualquier condumio siento pena y dolor. El pedazo de natilla, de panela ordinario preparado con leche del acueducto, esperando que lo compren, es una verdadera profanación. La natilla, la gloria más pura de una raza, debe ser elevada al puesto que le corresponde.
La patina no se puede vender. Es una matrona. Ella se da generosamente. Y debe fabricarse con leche ordeñada en la casa.
Los viernes suelen comprar un plato de natilla en el mercado. Lo estilan en algunas casas. Esta natilla no tiene su sabor peculiar. La natilla sabe a natilla en la nochebuena. No obstante, los viernes entro a la casa con el sombrero en la mano. Yo veo un plato de natilla y me descubro. ¡Cuántas veces le he puesto una servilleta encima y lo he estrechado contra mi corazón!
Dos personajes en Colombia me han inspirado el mismo afecto: Laureano Gómez y Aura Gutiérrez Villa. Y quizá por lo único que cambiaría un plato de natilla sería por un abrazo de estos dos seres queridos.
Y es que la natilla, como el escudo de la Patria, tiene sus orlas y alamares. Don José Eusebio Caro y don Mariano Ospina Rodríguez comían la natilla de frac. Qué bien hicieron en poner a nuestro partido el nombre de conservador. Su raíz está en la conserva. Nuestro partido tiene el color azul de la papaya calada. De ahí que el conservatismo inspire esa bondad bucólica de la Navidad. La nochebuena en el ritual católico simboliza el nacimiento del Niño Dios. En el terreno político, significa la fiesta del partido conservador. Los liberales han inventado otras fiestas como la del primero de mayo.
La paila natillera es en la familia conservadora una especie de custodia, de copón. Todo el año está limpia y brillante, colgada como una efigie en la amplia alcoba que preside la cama de comino de donde han salido los hijos, fuertes y sanos, honrados y cristianos. Para la nochebuena la abuela baja la paila y la frota con un paño bordado, limpio y fragante como paño de altar. En la natilla nos dan los viejos su espíritu, su sangre, su creencia. De ahí que todo el año penda como una efigie, como una espada. En las veladas nocturnas ella preside. Después de rezado el rosario los ojos adormilados de los hijos van del Cristo a la paila. Se echan la bendición de derecha a izquierda. Es un noble ademán que va de la real efigie a la vasija sagrada.
En la nochebuena la natilla congrega a los hijos y a los nietos. Más que una comida, para los antioqueños caldenses la natilla es una institución. Yo he creído que a la natilla le alteraron la primera letra. Debe empezar por eme, como Mamá y marinillo.
Todos los utensilios de la nochebuena son sagrados. “Mauricio” dice que el mecedor es lo más típico. Que el campesino hizo de un mismo palo el mecedor y el tiple. Como en las familias de Antioquia, el uno fue poeta y el otro jornalero. Pero es que "Mauricio" olvida el cedazo.
El cedazo es musical y sonoro. Los radios modernos lo tienen. Ahí está, sirviéndole de colador a la música, a los discursos. El campesino más laborioso hace el cedazo. Quita al caballejo bastimentero las crines preciosas. El caballo, que es una persona de la familia, se deja sacrificar con amorosa resignación. La cola se hace liviana. Sus anchas narices presienten el olor de la aguamasa con canela. El viejo cedazo lo guardan las abuelas en su baúl. Si se rompe, la nieta lo remienda con sus propios cabellos. La crencha rubia alterna con la hebra dura y brillante de "Granodioro". Por ese colador van pasando las natillas de todos los años. Para que dure, acostumbran darle a la masa los primeros pasones en un colador de coyabra. De los cedazos sacó la raza su seriedad, su conservatismo. Exprimir la fécula, no perder nada, dejar el afrecho pulido y brillante, es un principio de judaísmo. Antioquia está pasada por cedazo. Del cedazo antioqueño salieron Rendón, Ñito, Uribe, Gutiérrez González, Pedro Nel, Berrío. Del cedazo caldense Aquilino, Silvio, Arias Trujillo, Alzate Avendaño, Arango Villegas, Arango Uribe.
La nochebuena es la fiesta patria de Antioquia y Caldas. Es su calendario. Los viejos no cuentan la vida por años, sino por nochebuenas.
- ¿Cuántas nochebuenas tiene, hermano?
Ese vocativo fraterno es de Antioquia. Los hombres de la Sabana dicen ALA.
Un discípulo de Arango me ha hecho el cuadro familiar de la nochebuena. De un lado está el gallinazo atento a la maniobra. El gallinazo es conservador. Del otro, hay un hombre con un tiple. Ese hombre tiene la cara de Rendón y está triste porque esta nochebuena no la va a pasar en su casa.
Por allí se ve el tarro de miel. Fue traído de la estancia vecina. Está pulido como un carcaj. La tapa es de tusa.
Los buñuelos, dorados, congestionados por la dicha, se amontonan. Los que han quedado debajo se inflan para no dejarse estripar. Perderían su estirpe gloriosa.
En la nochebuena hay un programa tradicionalista. Los muchachos de derecha, deberían comer natilla en sus famosas tenidas. Laureano Gómez está obligado a decretarle honores como a la madre de una raza política.
Ramírez Moreno debiera ser su cantor. En las nochebuenas de su vieja casa antioqueña le daban al leopardo el pegado.
Es enjuto y sabroso por eso.
Bolívar, patria, jerarquía, mazamorra, natilla, todo un tablero de derechas.
Natilla, madre de Antioquia y de los godos, yo te saludo con mi tabaco en alto, prendido como un hachón.
Luis Yagarí
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