MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
A sus 16, Miguel, un estudiante caldense, cuenta que ha salido a marchar estos días. Le parece muy importante, porque dice que la situación del país también afecta a niños y adolescentes. Aclara que hay que hacerlo pacíficamente y cuando se altera la situación, retirarse.
"Hay padres que por causa de la pandemia se han quedado sin trabajo, a muchos les ha tocado cerrar sus negocios y buscarse la comida. Los estudiantes debemos velar por el derecho a la educación y a la salud. Los niños ya muy pequeños no sería bueno que lo hagan, porque hay mucha aglomeración; Dios no lo quiera se arman disturbios y podrían salir afectados. Aconsejaría que si quieren expresarse lo hagan con sus padres en casa, con banderas desde la ventana o con ollas", expone.
Está convencido de que marchar es una manera de hacerse escuchar sobre lo que los afecta, como la educación virtual. "La mayoría no cuenta con internet. Cuando estábamos presencial, entendíamos los temas, pero por videollamadas uno no entiende por más que el profesor explique. En casa tenemos muchas responsabilidades, además de estudiar nos obliga a colaborar con lo de la casa, y tenemos interacciones por redes sociales que nos distraen mucho".
Para Miguel, la atención en salud es otra cosa compleja, más en pandemia. "Hay mucha gente que no se cuida y los hospitales no tienen en cuenta que la única enfermedad que hay no es covid, hay muchas otras que no están atendiendo. Tengo familiares enfermos y han intentado sacar cita y no se las dan".
Primero protegerlos
Lina María Arbeláez, directora general del ICBF, escribió el 1 de mayo por su cuenta de Twitter @linaarbelaez los siguientes mensajes:
"Aunque la movilización es un derecho constitucional que debe ser ejercido de manera constructiva y respetuosa, los niños, niñas y adolescentes no pueden ser utilizados para estos fines, porque la protección integral de sus derechos debe ser prevalente".
"Reitero el llamado a las familias para que protejamos y garanticemos el bienestar de nuestra niñez y adolescencia. Su vida, integridad y salud no deben ser expuestas en las marchas".
Ximena Norato, directora de la Agencia Pandi Comunicación y Derechos Humanos -entidad que vela por la protección de los derechos de los niños-, señala que niños y adolescentes tienen derecho a la participación. "No hay que cumplir 18 años para ser ciudadano. Lo que pasa es que en un país donde la movilización social es reprimida, es infiltrada, es muy difícil que sea un entorno que proteja a la niñez y a la adolescencia, por lo que se hace igual de difícil permitir que participen en las protestas".
Norato cree con firmeza que los niños y adolescentes tienen la capacidad de comprender la realidad nacional porque la están viviendo en sus hogares (desempleo, desescolarización, falta de dinero, angustia).
"Por tanto son sujetos políticos capaces de comprender que necesitan parar y reclamar derechos legítimos como retornar al estudio, por ejemplo; pero al no tener garantías para hacerlo de forma segura, diría que lo hagan en espacios protegidos como los entornos escolares, pedir audiencias en concejos y alcaldías, en mesas de participación que deben tener las instituciones. Esos espacios son los que los adultos debemos promover y que sean significativos, no solo para tomarse la foto, sino que sean escuchados y tenidos en cuenta. Es responsabilidad de todos: familia, sociedad y Estado como garante".
"Claro que hay miedo"
La pedagoga Alexandra Mancera, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, señala que la realidad del país no es ajena a niños y adolescentes y no se puede imaginar que ellos están en otra dinámica, que no están al tanto y permeados de lo que está rompiendo las rutinas en las ciudades y de lo que dicen los medios de comunicación.
"Hay un deseo en ellos de manifestar su punto de vista sobre lo que están viviendo, lo que ven en sus familias y cómo están leyendo su país. Tienen todo el derecho de hacerlo y de decirlo, pero siempre se ha señalado que manifestar su opinión nunca vaya en detrimento de su vida o los ponga en riesgo. En ese sentido deben ampliarse los canales para que manifiesten lo que están sintiendo y pensando sobre la realidad del país, y que esto siempre esté garantizado en los entornos de acogida y de protección".
A los padres de familia recomienda acompañar a sus hijos a tramitar las preguntas que tengan; no increparlos, sino dialogar con ellos sobre sus realidades, que a veces están diametralmente opuestas a las de los adultos. "Vale la pena que tengan espacios reales y genuinos de participación; poder manifestar lo que se piensa, lo que se siente y lo que se quiere hacer sin que esto se vuelva un punto para aumentar la tensión o el conflicto en casa. Claro que hay miedo entre muchas familias, claro que hay miedo entre muchos niños por todo esto que está pasando. Muchos no entienden por qué su barrio suena como suena, por qué ahora la gente tiene que correr. Vale la pena entonces abrir en casa espacios para hablar de estas realidades, de lo que estamos sintiendo y que todos tengan el derecho a opinar".
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