Martha Elena Monroy
LA PATRIA | Manizales
Es un día soleado y Pepa vuela en círculos por el cielo de Chipre, barrio de Manizales creado para producir paisajes multicolores que atraen a miles de turistas. En las alturas, pintadas de azul, se destaca la mancha negra con parches blancos cerca de las alas. Es mediodía y de pronto el gallinazo, con crías y algunos amigos, cambia de rumbo y comienza el descenso hacia una historia asombrosa de amor humano por estas aves carroñeras.
Pepa tiene su propio restaurante. Queda en el cuarto piso de la calle 11 con carrera 10. Más exactamente en la terraza de la familia Cuervo. Aterriza sobre una baranda, como ocurre desde hace cuatro años.
Antes, a centenares de metros sobre el nivel del suelo y gracias a su visión perfecta vio a don Roberto bajar de su vehículo. Esa señal para el ave significa comida, carne molida fresca, sabrosa y fácil de consumir y digerir por sus poderosos jugos gástricos, capaces de moler cualquier alimento sin importar su grado de descomposición.
El nacimiento
Los Cuervo conocieron a Pepa cuando apenas era un polluelo. La feliz coincidencia para Roberto, pensionado de la Fiscalía, ocurrió un día en la vía a Chinchiná. "Estaba indefenso en el suelo, expuesto a que lo pisara un carro. Era de plumas y pico amarillo. Lo salvamos y lo trajimos para la casa", comenta el señor.
El apartamento de la familia se convirtió en el nido, en el hogar que el destino le acababa de arrebatar. La pequeña huérfana poco a poco aprendió a recibir comida de sus padres adoptivos: don Roberto y los otros cinco miembros de la familia.
El tanque del lavadero pasó a ser su piscina, centro de sus juegos infantiles. Después de cada baño pasaba a una silla, donde de manera placentera desplegaba sus alas.
Al año y medio de edad ya era todo un gallinazo negro. Una hembra lista para volar por el mundo, o más bien por el cielo manizaleño, que históricamente ha sido adornado por los también llamados Cóndores negros, que como buenas aves rapaces deleitan con sus vuelos, basados en sus remontadas hacia el cielo con horas y horas planeando en círculos.
Los primeros vuelos de Pepa fueron hasta el edifico del frente. Después tomó un rumbo desconocido. Y 16 días después, cuando ya lo daban por perdido para siempre, un vecino dio la buena noticia: "Don Roberto Pepita está en el poste", le dijo.
A los 22 meses Pepa dio las primeras muestras de sus voladas y de sus aventuras. "Empezó a llegar con crías. Los polluelos algo asombrados miraban cómo un humano alimentaba a su madres. Luego, al notar que no había riesgo, también se arrimaban", indica Carolina, hija de don Roberto.
A la familia de Pepa pronto se unieron otros comensales, como piquiquebrado (que solo tiene la mitad del pico de abajo). "Ahora llegan hasta 15, todos atraídos por la carne molida", comenta Carolina.
Llegan después de las 11:00 de la mañana. Claro que si es un día frío o lluvioso la cita en el restaurante queda aplazada. "Pero al otro día a las 8:00 ya están listos para reclamar la ración del día anterior", comenta el amo de la casa.
La amistad de los cuervo con los gallinazos tiene tanta química que inclusive Pepa y piquebrado entran a la sala como Pedro por su casa. Allí buscan al señor para jugar o para que los consienta. "A pesar de sus picos afilados, solo lo rozan sin hacerle daño".
La amistad llegada del cielo para los Cuervo se afianza cada día. Algunos vecinos, sin embargo, se sienten incómodos, por la presencia de los gallinazos, chulos, zopilotes, zamuros, goleros o buitres negros, como los llaman de acuerdo con las regiones donde habitan en Suramérica.
Y el desagrado es natural, sobre todo por su dieta: cadáveres de otros animales, en cualquier grado de descomposición, al igual que desperdicios que ubican en basureros, caños y orillas de los ríos.
Sin embargo, los Cuervo, basados en lecturas científicas, los gallinazos son animales aseados. "Lo que la gente no sabe es que les encanta bañarse. Y tienen la cabeza y el cuello pelados para no untarse de comida y evitar acumulación de bacterias", señala don Roberto.
Claro que no todos son enemigos de los chulos. Javier Giraldo, habitante del barrio, concluye: "Ojalá que quienes no los quieren se imaginen un mundo sin ellos: animales muertos en las calles, alimentos descompuestos, malos olores y moscas, hay que protegerlos".
Son aliados
Dos operarias de barrido, de la empresa Emas, opinan sobre los gallinazos:
Nelsy Velásquez
Son un beneficio para el medio ambiente, ay que son los únicos que limpian y descontaminan. Son ayudantes y aliados.
Bibiana Ríos
Son necesarios porque limpian la mortecina y la carroña de la ciudad. Por eso, se necesitan.
Desde Corpocaldas
Raúl Jiménez, director de Corpocaldas
No es una práctica adecuada por ser carroñeros que limpian el ecosistema. No se debe intervenir en la cadena alimenticia de estas aves porque pueden perder sus hábitos.
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