Los asistentes al Teatro Lope de Vega, en Sevilla, oyeron a Esperanza Aguirre pronunciar el Pregón de la Feria de Sevilla, que se inició con la corrida del Domingo de Resurrección. Una pieza espléndida que debe ser leída íntegramente por los aficionados que estén en condiciones de seguir con su pasión por el toreo. No es para pusilánimes y menos para aquellos que a medias tintas pretenden que la fiesta brava debe acabarse por razones que ni ellos mismos entienden. Se hace una selección del extenso documento, muy apropiado para los aficionados de Colombia y especialmente para los de Manizales.
“Empezaré por declararles que considero que vengo de un encaste bastante bravo y bastante valiente. Como luego intentaré explicarles, la sangre Aguirre que corre por mis venas ha demostrado con creces ser una sangre valiente y torera. Y la Gil de Biedma no le va a la zaga a la hora de la valentía y de echar la pata pa'lante. Pero, a pesar de venir de este encaste de valientes, hay años en que yo misma me doy miedo por mi temeridad y por mi osadía. Y este del 2014 está siendo mi año más temerario.
Hace apenas un mes me atreví a hacer el paseíllo nada menos que en Westminster, en la mismísima Cámara de los Comunes inglesa, para hablar de España y de Inglaterra ante unos ingleses que aman a España y ante algunos españoles que aman a Inglaterra.
Por si no había sido pequeña la temeridad de hacer el paseíllo en Westminster, ahora me encuentro en el patio de cuadrillas de la única plaza del mundo que me infunde más respeto que aquella: Sevilla.
Y nada menos que para pregonar su Feria. Hay que ser una insensata para, sin haberme repuesto todavía del susto de la faena de Londres, haber aceptado salir a esta Plaza para hablarles de toros y para hablarles de Sevilla… Lo peor que me puede ocurrir es que los asistentes a este Pregón se acuerden de aquellos que me precedieron. Porque, para acabar de ponerme difícil mi participación en este acto, resulta que mis predecesores en esta función de pregoneros son auténticas figuras, cada uno en lo suyo. Y sus actuaciones en los últimos 31 Domingos de Resurrección, invitados por la Real Maestranza, han sido siempre auténticamente magistrales…
Sevilla, el paraíso
...¡Ah!, y por una tercera razón que, probablemente, es más fuerte aún que las dos anteriores. Porque sabe que Sevilla me fascina, porque sabe que quiero a Sevilla, que la admiro y que, sobre todo en abril, me parece lo más cercano al paraíso que he encontrado en la tierra…Sí, es verdad. Sin embargo, en ese secular descuido español hacia las tradiciones, Sevilla y su Real Maestranza de Caballería son, sin duda, una magnífica excepción por la que hay que felicitarles y por la que debemos felicitarnos todos.
Porque es admirable el cariño y el cuidado con que los maestrantes sevillanos guardan el tesoro de la herencia recibida y con que se esfuerzan por estar a la altura de la historia de esta Real Maestranza, que se remonta nada más y nada menos que al siglo XIII, ¡ocho siglos de entrega al servicio de España y de Sevilla! Pues bien, creo que el teniente de Hermano Mayor me ha invitado y me ha metido en este lío tremendo por dos razones, además de por su amable generosidad. Porque sabe que me gustan los toros, y porque sabe que, allá donde los ciudadanos me han colocado para servirles en puestos de responsabilidad política, he procurado siempre defender, fomentar y proteger la Fiesta.
El toro bravo
Me gustan los Toros, así, con mayúscula, como hay que escribirlo cuando se trata de denominar a la Fiesta Nacional de España por antonomasia. Porque, para empezar, me gustan los toros con minúscula. Me gusta el toro bravo porque es el animal más bonito que existe. Un animal, por cierto, que es el resultado de la obra inteligente y cuidadosa del hombre. El hombre que, desde la antigüedad, se ha esforzado por domesticar a los animales que le podían servir de alimento o de ayuda en sus tareas, en el caso del toro bravo; sin embargo, ha llevado a cabo una sorprendente obra de artesanía para conservar un animal valiente y luchador, noble y salvaje.
El resultado es este milagro, no de la naturaleza, sino de la inteligencia, la sensibilidad y el cuidado del hombre, que es el toro bravo….Pero, sobre todo, me gustan los Toros, con mayúscula, los Toros como Fiesta. Como Fiesta que cada vez es más universal, pero que es nuestra Fiesta más española.
Emociones
Explicar por qué me gustan las corridas de toros es una empresa racionalmente imposible. Porque se trata de explicar una emoción. Y una emoción se siente o no se siente, pero se explica siempre mal.
Y a mí me emociona hasta saber que voy a ir a una corrida, como me pasa hoy. Ir a la plaza me llena de alegría y de ilusión.
Y cuando el toro, imponente y poderoso, pisa el albero en medio del silencio de la plaza y veo a los peones citar con sus capotes, mi emoción se hace aún mayor. Y, a partir de ese momento, todo lo que veo y lo que vivo en la plaza no deja de emocionarme.
Por supuesto que esas emociones se convierten en momentos de inmensa satisfacción cuando los toros embisten como Dios manda, y cuando los toreros interpretan y ejecutan las suertes como Dios y los cánones mandan.
Pero también vivo con emoción y tensión todo lo que ocurre en el ruedo cuando los toros no embisten, o embisten mal, y cuando los toreros se olvidan de los cánones y pasan apuros para dominar y lidiar a los toros.
Porque, como se ha dicho tantas veces, todo lo que pasa en la plaza es una cosa muy seria, porque se está jugando con la vida y con la muerte.
Y, además, porque todo lo que pasa en la plaza es verdad. Allí no hay trampa ni cartón, allí no hay teatro. Como dijo Orson Welles, “el torero es un actor al que le suceden cosas de verdad”.
O como el mismísimo Curro Cúchares le respondió en una ocasión al famoso actor Julián Romea: “Aquí se muere de verdad y no de mentirijillas”… Pues bien, cuando fui Ministra de Educación y Cultura, tomé la iniciativa de incorporar la Tauromaquia a las Medallas de Oro de las Bellas Artes. Soy una firme convencida de que el toreo es una de las Bellas Artes. Incluso estoy bastante de acuerdo con los que defienden que una corrida de toros es el espectáculo que más se acerca a lo que Wagner llamaba “la obra de arte total”, a la que él aspiraba con sus óperas…Pero, como ha dicho el nuevo Primer Ministro francés, el barcelonés y español Manuel Valls: “Los toros es algo que me gusta, que forma parte de la cultura, de mi familia, y es una cultura que hay que preservar. Es una tradición que existe en algunas regiones, sobre todo en el sur del Francia y hay que mantenerla”.
Promoción
Justamente, para ayudar a preservar nuestra Fiesta y para defenderla de los ataques de los malandrines que quieren acabar con ella, promoví esa declaración.
Porque es verdad que los toros han tenido siempre sus detractores. Lo malo es que los que ahora se oponen a la Fiesta no están ni mucho menos a la altura intelectual de los que la repudiaban hace un siglo.
Porque la decadencia de los antitaurinos es más que evidente. ¿Cómo podemos comparar a los actuales con los Joaquín Costa, Unamuno, Azorín, Baroja, Maeztu, Ramón y Cajal o Giner de los Ríos, que también fueron antitaurinos, pero de mucha mayor talla?...”
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