Laura Cristina Cardona Patiño
Manizales | LA PATRIA
Parecían edificios sobre el agua. La inmensidad de los cruceros, las bocinas y los gritos de ánimo de los tripulantes de 18 barcos de la compañía Carnival Cruise Line, reunidos en medio de las aguas de Las Bahamas, animaron el espíritu de Sergio Cardona, manizaleño que quedó varado por la pandemia junto con cerca de 400 colombianos, en medio de las aguas del Caribe, sin rumbo ni fecha de retorno.
El inicio
Sergio estaba a bordo del Carnival Sensation desde el 23 de enero. Llegó como cocinero después de un proceso de selección de ocho meses para trabajar en esta línea de cruceros turísticos destacados por su servicio al estilo de Las Vegas.
Cada semana el barco recogía en Miami entre 1.800 y 2.300 pasajeros para llevar hacia Jamaica, Las Bahamas, Nassau, República Dominicana o México. Los trabajadores del barco eran cerca de 1.000, entre ellos, 100 cocineros que debían despachar entre 10 mil y 30 mil comidas diarias.
"Tú piensas que es un mundo, pero cuando llegas te estrellas contra la pared", dice Sergio sobre su experiencia al trabajar en el barco. Junto con 20 colombianos y otros latinos se daban apoyo para resistir el acoso laboral, sexual y la xenofobia que, según él, sufrían dentro del barco.
Por momentos ya no vivían, si no que aguantaban la experiencia. Sergio hizo turnos de 9 a.m. a 3 a.m., con dos horas de descanso. No tenía días libres. Vivía en una cabina compartida con espacio para el camarote, un televisor, un lavamanos y un guarda ropa. El baño era compartido con varias personas y estaba afuera del pasillo de las cabinas.
Los colombianos debían soportar insultos de compañeros de tripulación y pasajeros: “Devuélvase a su país”, “Usted es un inservible”, “Vaya haga narcotráfico”, les decían.
Al tiempo, disfrutaban de la visita a los puertos en sus horas libres y de enfrentarse a otras culturas. Además de latinos, había jamaiquinos, filipinos, surafricanos e indios (que eran mayoría en la tripulación) que hacía de las embarcaciones un espacio de cruce cultural.
Solos
En el televisor de la cocina Sergio escuchaba las noticias de la pandemia, después, el 13 de marzo, la cuarentena tras la pantalla llegó a su realidad. El capitán anunció que no recogerían más pasajeros debido al virus y ese viernes salió el Sensation del puerto de Miami solo, con mil trabajadores del barco.
La piscina, el gimnasio, el spa, el bar, cada espacio de entretenimiento que tenía el ruido de la multitud como constante, calló. La tripulación fue acondicionada en habitaciones de huéspedes, solos y con baños propios. Por marzo Sergio siguió su trabajo en la cocina, con un horario más tranquilo y con un día de descanso.
Al principio los trabajadores podían usar sus espacios de recreación como bingos, karaokes y demás. Con las semanas la estadía se volvió estricta, las medidas aumentaron después del 12 de abril, cuando terminó el contrato de todos los latinos.
Sergio se sintió en una cárcel, cuando informaban que los pisos 1, 2 y 3 podían salir a comer, sentía la semejanza con un pabellón en un reclusorio judicial. Con el mismo sistema permitían que la tripulación saliera una hora al día a sentir el sol y ver el mar, solo el mar, porque todo el marzo navegaron entre Miami y Las Bahamas sin tocar puerto.
En abril fueron a Miami dos veces a dejar parte de la tripulación filipina e india que no era necesaria para el mantenimiento del barco, como vendedores y artistas. Los 700 restantes volvieron al mar en el barco acostumbrado a navegar con cerca de 3.500 personas.
En la soledad de la cabina, Sergio se preguntaba cuándo iba a volver a casa: “Llevábamos mucho tiempo en el mar y empecé a sentir ese vacío… yo quería estar con mi familia”, recuerda. Desde el 16 de marzo Colombia había cerrado fronteras, solo podía esperar que el capitán informara qué posibilidades tenían de volver a su patria.
Arriesgados
El plan que ideó la compañía marítima para facilitar la repatriación fue dividir la tripulación de sus barcos según su región de procedencia. Ningún puerto iba a recibirlos en tierra para hacer la operación, así que lo hicieron en medio de las aguas de Las Bahamas.
Fue a mediados de mayo. Sergio recuerda el horizonte con los 18 barcos que tardaron tres días en llegar. Otros tres días tardaron en transportar a cada región. Cada persona debía bajar hasta el tercer piso, cruzar una plataforma que se movía al ritmo del mar abierto y saltar hacia una lancha en la que cabían cerca de 300 personas.
“Eso fue muy bonito. Muy lindo. Desde la lancha se veía la inmensidad de los barcos, parecían edificios. También fue arriesgado porque nos pasaron sin chaleco salvavidas, podíamos caer y ser atacados por algún tiburón, pero ninguno se cayó”, dice Sergio.
Un paso más cerca
El grupo de los latinos se unió a la embarcación del Carnival Glory a la espera de navegar por los puertos del sur del continente y llegar a casa. En el viaje habría más soledad, decepciones e incertidumbre frente a su paradero, pero ese día a bordo, mientras se despedían de los demás buques que recorrerían el mundo para llevar a la tripulación a sus patrias, Sergio se sintió lleno.
Vea la continuación de esta historia, mañana.
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