MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Son 100 mujeres responsables de sostener sus hogares, y el medio salario mínimo se lo gana cada una al mes con el sudor de todo el cuerpo. Ya son famosas, pues por lo menos 16 canales de Youtube las mencionan por haber logrado que en Manizales ocurran menos deslizamientos.
Son las Guardianas de la Ladera, programa que tiene un triple propósito, como dice su coordinador general, el ingeniero civil Bernardo Mejía Prieto: ofrece trabajo a mujeres cabeza de hogar, protege las laderas y capacita comunidades.
Siempre están metidas en pendientes de la cuidad, y se les reconoce desde lejos porque trabajan uniformadas de pantalón verde, buzo negro de manga larga y camiseta amarilla encima, chaleco verde con líneas fluorescentes, botas negras con puntera de acero, gafas de protección, casco, guantes y mache al cinto o en acción.
No les tiembla la mano para cortar cuanta yerba y maleza esté tapando un tratamiento de ladera, esos que han salvado por años de la ocurrencia de más derrumbes.
Fuertes
Aydé Restrepo, de 45 años, ha dedicado 6 a este oficio que le permite sostener a sus dos hijos. Le tocó aprender a manejar las herramientas. Las Guardianas usan machete, pala, palín, rastrillo, azadón y garabato - elemento en forma de gancho para evitar accidentes con el machete-.
Trabajan medio tiempo, 7:00 a.m. a 12:00 m., y llegan exhaustas a sus hogares. Aydé, por ejemplo, se levanta a las 3:30 a.m. para dejar hecho el almuerzo, “empacarle al muchacho para la universidad”, coger el bus de las 5:00 a.m. desde el barrio San Sebastián para llevar a su otra hija al colegio y estar antes de las 7:00 en el lugar de trabajo.
“Llego hacia las 6:20 a.m. a limar el machete y a ponerme los elementos de seguridad. Hacemos pausa activa de 7:00 a 7:15, de 9:00 a 9:15 desayunamos y de 10:00 a 10:15 descansamos manos y piernas. A las 12:00 terminamos la labor, supercansadas, más que todo cuando hace mucho sol. Llego a la casa a la 1:30 o 2:00 p.m., descanso un rato y me pongo a hacer oficio o diligencias si es necesario. A las 8:00 p.m. ya estoy durmiendo”.
A Aydé le ha tocado enfrentarse a culebras, a insectos y a otros animales, pero con valentía dice que a veces las pican, pero que nada es de gravedad. “Me quedo quieta cuando veo culebras, y ellas arrancan. También nos ha tocado espantar avispas, gusanos, hormigas cachonas. Para no caerme, cuando estamos en una pendiente, hay que estar muy atentas, para eso nos preparan y contamos con elementos de seguridad. Si es necesario hay que trabajar sentadas”.
El 20 de este mes ocurrió un incidente en la Avenida Kevin Ángel. Justo donde trabajaban las Guardianas hubo un derrumbe, todas se salvaron, pero una quedó atrapada por la tierra que cayó. Le tapó una pierna y recibió asistencia médica. “Fue un accidente de trabajo leve”, aclara Mejía Prieto.
Multiplican el aprendizaje
Aydé sostiene que a veces ni los hombres ejecutan este trabajo tan bien como ellas. “Cogemos una ladera y la dejamos hermosa, limpia. Somos mujeres echadas para adelante. Lo que hacemos evita que pasen tragedias”.
Hay laderas, diques y canales en los que se demoran uno o dos días, pero otros son tan grandes y complejos que les exigen hasta una semana haciendo rocería y limpieza.
Para Ana Lucía Guerrero, quien lleva en el Programa 10 años, además de aportarles conocimiento, les ha permitido transmitirlo y educar comunidades. “Cuando llegamos a un sitio hacemos puerta a puerta para que las personas nos colaboren en mantener en buen estado las canales que rozamos, y les decimos que no nos tiren escombros y basuras. Mitigamos mucho las erosiones”.
Detalles operativos
Cristian Galvis, auxiliar de ingeniería de Guardianas de la Ladera , explica que tienen determinadas unas áreas de tratamiento geotécnico, que son las obras de estabilidad en la ciudad. La Alcaldía les pasa un listado con los puntos, los auxiliares coordinan el trabajo, los insumos, los elementos de seguridad, e informan si encuentran daños o desgastes.
“El trabajo preventivo y correctivo que se hace es muy bueno, dada la topografía en Manizales. Si no se tuviera el Programa quizá encontraríamos muchos más problemas y eventos no deseables”, expresa Galvis.
Las Guardianas van a cada punto cada tres meses aproximadamente. En la Tesorito (donde están La Enea, Maltería, Zona Industrial, Juanchito) Galvis calcula que hay unas 150 obras de tratamiento de ladera y hacen mantenimiento a la mitad porque el resto son privadas en fábricas o en conjuntos residenciales.
Por necesidad
Las Guardianas surgen de una necesidad del municipio. Mejía Prieto cuenta que empezaron en el 2003, siendo alcalde de Manizales Néstor Eugenio Ramírez Cardona. Los derrumbes de épocas de invierno propiciaban tener que hacer obras de protección y control, pero cuando pasaba ese tiempo nadie volvía a mirarlas.
En estas obras tiraban, y caen o arrojan todavía, basuras y elementos como cobijas, colchones, llantas, que las tapan o la gente ve tan buenas que hasta construyen encima.
“El alcalde Ramírez tuvo una temporada de lluvias muy fuerte, y se decidió crear el programa de cultura ciudadana para hacerles mantenimiento a estas obras de contención y que funcionaran en debida forma. Al inicio lo toma la Alcaldía, hace un plan piloto con tres comunas. Luego se involucra Corpocaldas y se hace una actividad compartida con la Administración y ha seguido funcionando así”, manifiesta Mejía Prieto.
Fueron primero unas 30 o 40 mujeres, y Luz Adriana Galvis, esposa del alcalde, quiso que se hiciera énfasis en que debía generar empleo con ingresos estables para madres cabeza de hogar. “El Programa, después de cuatro meses, se amplió a toda la ciudad por su bondades, y fue cuando se involucró a Corpocaldas”.
Cada parte aportaba 50%, y luego Corpocaldas, con recursos de la sobretasa ambiental, lo asumió completo. Primero lo ejecutó la Corporación para el Desarrollo de Caldas (2003-2013) y a partir de ahí hasta la fecha la Fundación Fesco.
”Es un trabajo muy especializado, muchos no se alcanzan a imaginar el esfuerzo físico que tienen que hacer estas mujeres. Por eso es importante que la gente que vive cerca a zonas de alto riesgo tenga conciencia de los problemas que se pueden presentar si no se le hace un buen uso a las obras de protección”, concluye Mejía Prieto.
Bernardo Mejía Prieto, coordinador de Guardianas de la Ladera, informa que el contrato actual empezó el 1 de enero y va hasta el 30 de agosto. “Es muy difícil cubrir todo el año, por eso el contrato va por fases. El actual es por $1.600 millones, y luego de esa fecha se amplía o se hace un nuevo contrato”.
Mauricio Saavedra, profesional especializado de la Subdirección de Infraestructura Ambiental de Corpocaldas, agrega que el contrato se adjudica por licitación, la última fue en diciembre. “No podría decir si se hará una nueva o una adición para los meses que faltan para cubrir todo el 2019, depende de la disposición de recursos”.
Claudia Patricia Arcila, 27 años, vive en Solferino, dos hijos
“A veces es complicada la labor porque hay laderas muy pendientes, toca hacer las cosas con mucho cuidado. Es un trabajo muy bueno, aporta mucho: a nosotros como madres cabeza de hogar, a la ciudad para tener las obras de estabilidad limpias y evitar derrumbes y deslizamientos. Vivo feliz acá, aunque toque trabajar al sol y al agua”.
Diana María Valencia, 33 años, vive en San Sebastián, dos hijos
“Me gusta mucho el trabajo porque me permite estar en la tarde con los hijos. Es pesadito, sale uno muy cansado, pero hay que hacerle. Lo más difícil es cuando nos toca subir mucho monte , porque llevamos herramienta y costales; también los malos olores, porque a veces se encuentran animales muertos o heces de personas”.
Ana Lucía Guerrero, 51 años, vive en Las Delicias, un hijo
“Cada mes nos capacitan. El Programa es lo mejor. Sabemos de medio ambiente, de flora, de fauna, de mantenimiento de obras de estabilidad. Soy guadañadora, de las 100 Guardianas hay 18 guadañadoras porque nos capacitaron con el Sena en trabajo en alturas”.
Luz María Hernández, 42 años, vive en Marmato, una hija
“El Programa es excelente, lo amo porque me permite sacar a mi familia adelante. Hemos ayudado a muchas personas evitamos deslizamientos, mantenemos obras de estabilidad en buen estado y salvamos vidas. Tengo que ayudarme y en el otro medio tiempo trabajo en oficios varios. Somos unas guerreras”.
Nataly López, 33 años, vive en Solferino, dos hijos
“Con el Programa se han prevenido muchos deslizamientos. Es un trabajo muy importante, las obras de estabilidad se mantienen limpias y se evitan problemas; también capacitamos a la comunidad”.
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