Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA I Manizales
A esta buseta la llamaremos la 2952 o la de la soledad, soledad por dentro y por fuera. La estadística de la ruta el miércoles en la tarde asombra, y si apuramos un poco, en las actuales circunstancias: Asusta. Pasajeros en Villa Pilar: 0. en Chipre: 1. En Bellas Artes: 0. En la carrera 20: 0. En tiempo normal, dice el conductor Fabio Nelson Escobar, ya debería ir casi el cupo completo de 32 sentados.
La travesía, de punta a punta por una Manizales irreconocible, sigue mientras el parabrisas lucha contra gotas que anuncian un aguacero. En la entrada a la avenida Santander, al frente de la Juan XXIII: 1 pasajero. Entre el Instituto Universitario y el Bosque Popular: 0. En San Marcel: 1. En el paso por La Enea, Sena y vía a la zona industrial: 0. Total pasajeros en el recorrido a Maltería: 3.
Fabio Nelson lleva 13 años en el gremio para una hoja de vida que alimenta con su paso por Gran Caldas, empresas de taxis, turbos y ahora Socobuses. Antes de poner en marcha el vehículo participa en un panel con dos colegas y un celador sobre el coronavirus, lógico, y la irresponsabilidad de quienes colmaron el martes las calles de Manizales, entre otros asuntos afines.
Los cuatro departen en el control de Villa Pilar, donde calculan hay 140 busetas estacionadas. Esteban Ríos, vigilante, saca promedios. “Aquí en un día normal en horas pico para rutas como la de La Enea y La Sultana sale una buseta cada tres, cuatro o cinco minutos”. El miércoles era una cada hora. El montallantas Chita y las ventas de comida, kumis y jugos están cerrados.
El sonido del motor de la buseta, ante tanto silencio, se convierte en estruendo todo el viaje. Comienza el ascenso Villa Pilar-Chipre. Por el otro carril baja una buseta de Unitrans, con dos personas; una patrulla de la Policía; un furgón, tres taxis, y seis caminantes, entre ellos dos vigilantes.
La primera
Llega al Monumento a los Colonizadores. “Aquí debería llevar seis pasajeros”, comenta nuestro personaje. Los andenes están casi vacíos. Nadie canta un gol en las canchas multifuncionales, nadie degusta un tinto en los nuevos negocios, nadie mira el paisaje del Valle del río Cauca. Ni un niño en el parque de juegos.
De pronto, al frente del edificio de Piedra, en la avenida 12 de Octubre, ocurre lo que ya es un milagro: Una pasajera. La enfermera paga los $2.050 y escoge un puesto de atrás. Este sector de Bellas Artes, donde venden obleas, sencillas o con de todo; cholados; helados; licores; almuerzos, es sin manizaleños y sin turistas una tierra de fantasmas en esta lánguida tarde de miércoles.
El conductor reflexiona. “La plata es lo que más contamina, pasa por muchas personas en un día”. Por eso, su uniforme actual incluye guantes azules y tapaboca. Además, de desinfección a primera hora de timón, silla y pasamanos. Pasa por Bellas Artes y Parque del Agua. Silencio, ni el sonido de trompeta de algún aprendiz. Calma. Ni amago de congestión en la carrera 22 con el Parque.
La buseta pasa derecho y está a punto de entrar al reto mayor del transporte público de la ciudad, la carrera 20. “Con decir que en horas pico son 20 minutos para llegar a La 14. Los ciudadanos que van de afán sufren”, comenta Fabio Nelson. Ese tramo lo hizo entre las 5:38 p.m. y las 5:41 p.m.
Esa parte del corazón comercial del Centro palpita a ritmo lento. Casi todo está cerrado. Es el cierre de una tarde, ya nublada, con cero transacciones en las compraventas; cero vendedores en la 19 gritando: “Todo a mil”. Ni mujeres ni hombres en las entradas de los negocios con su cortesía: “Qué buscaba la dama” o “bien pueda siga caballero”. Nadie en la calle: “Paraguas, paraguas, paraguas”. Tampoco un hippie con su venta de reatas negras, rojas y verdes oliva…
Una voz
La ciudad siente ganas de llorar. La lluvia acompaña la buseta en su paso por el túnel de Fundadores, el cual conecta con la Santander. Ocurre lo increíble: Otra pasajera. La señora se sienta en quinta fila, por delante de la enfermera, y habla por celular. Su voz, por lo menos, es un alivio ante el rugido del motor.
Como la canción Las cosas que pasan de Piero, el cantautor argentino, pero con diferentes personajes, y no en Buenos Aires sino en Manizales. Pasa un señor con tapaboca, pasamontaña y mochila. Pasan dos habitantes de calle, en camiseta, barbados y sin tapaboca. Pasan más policías y miembros de compañías de vigilancia. Pasa la tarde, pasa este miércoles…
La enfermera timbra para bajarse en la Secretaría de Deporte de Caldas. Se escucha nítido, sin murmullos que interrumpan: “Gracias, señor”. Y también: “Con gusto, señora”. Rumbo al Batallón, a las 5:47 p.m. ya es oficial el aguacero, con los sectores del Multicentro Estrella, la Universidad Católica y El cable más solos que nunca.
“Por aquí, a esta hora, el tránsito es a paso lento”, recuerda el conductor. Antes de iniciar esta ruta, dijo que sentía nostalgia. Y con razón. Un conductor de servicio urbano pasa la vida viendo gente. Ahora no hay estudiantes, no hay trabajadores, la buseta está sola. No hay ancianos, no hay mensajeros y lo peor no hay niños, las calles son de soledad. “Y es posible que sea peor en dos semanas, dicen en las noticias”, concluyeron los contertulios del control de Villa Pilar.
El tramo entre el Batallón y San Marcel tuvo dos novedades. La señora se bajó. Otra vez, clarito: “Gracias, señor”. Y “con gusto, señora”. El otro suceso lo protagonizó, a las 5:58 p.m., Juan Esteban Arias, de 22 años, quien iba para su primer día de trabajo como empacador en una industria de lácteos y otros productos en la zona industrial.
Ilusiona
Un sol, de rojo intenso, como esperanzador rompe en el ocaso de una tarde-noche gris. Por La Enea, salvo una pizzería y uno que otro negocio, la tradicional calle comercial era un desierto. Desde la ventana de la 2952 era como ver cine mudo y en cámara lenta, pero a color. El itinerario lleva a la vía Manizales-Bogotá. Una tractomula, de container naranja, obliga a mermar la velocidad.
El joven, quien llegó hace cinco años de Salamina, comenta sentado en una ventanilla del costado izquierdo, protegido con guantes y tapaboca: “Es una situación muy dura. Soy el único que salgo de casa, hago las compras. Allí quedan mi esposa y dos hijos, debo ser responsable con ellos. Amo a Manizales y su gente. Sé que saldremos de esta”.
Los 41 minutos, de un trayecto que suele durar una hora, terminan al frente del restaurante Las Delicias en Maltería. Son las 6:09 p.m. Las siluetas de seis reses pastan en un campo. Algunas industrias se distinguen por las luces prendidas. En 10 minutos Fabio Nelson Escobar comenzará su viaje a Chipre, el último de la jornada.
Ese miércoles Manizales finalizó con cuatro personas contagiadas por la covid-19, uno de ellos recuperado del virus que tiene con los pelos de punta al mundo, y a un Manizales en alerta y corriendo. Y a la vez nostálgico sin su rutina, con los inconvenientes propios de una capital, pero al fin y al cabo encantadora como siempre de extremo a extremo.
El servicio
Buses
De 5:00 a.m. a 8:00 a.m. De 11:30 a.m. a 2:00 p.m. Y de 4:30 p.m. a 7:00 p.m. (operan con el 50% de su capacidad)
Camperos
Habilitado el transporte mixto, incluyendo yips, para que las personas del campo puedan ingresar a Manizales.
Taxis
Habilitan cuatro dígitos diarios para que haya mejor oferta de este servicio y accedan las personas que tienen excepciones.
Particulares
Se mantienen las medidas de pico y placa, pero se recuerda que hay prohibiciones nacionales para libre circulación.
Juan Esteban Arias, uno de los tres únicos pasajeros en la ruta a Maltería en la tarde del miércoles. Observa cómo cambia el panorama.
Fabio Nelson Escobar, conductor de la buseta 2952, en el penúltimo recorrido del miércoles en la ruta Villapilar – Maltería.
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