Foto | Martha Elena Monroy | LA PATRIA
Alejandro Ordóñez Maldonado, procurador general de la Nación.
LA PATRIA | MANIZALES
Alejandro Ordóñez Maldonado, procurador general de la Nación, se mantiene firme y tajante pese a las constantes críticas por sus posiciones a ultranza frente a asuntos como el aborto o el matrimonio gay.
Concluye hoy cuatro años como máxima autoridad disciplinaria de Colombia y mañana inicia el segundo período, tras ser reelegido el año pasado en medio de la polémica por si iba a mantener la independencia ante sus electores, los congresistas.
Este santandereano, conservador de pies a cabeza, estuvo el pasado sábado en la última corrida de la 58 Temporada Taurina de Manizales, pues los toros son otra de sus pasiones.
Con el tono pausado que lo caracteriza, Ordóñez dialogó con LA PATRIA.
- Queda el sinsabor de que así los medios investiguemos a tiempo, por ejemplo con el contrato del chance del exgobernador de Caldas Mario Aristizábal, las decisiones lleguen años después. ¿Qué sentido tiene?
Cuando asumí la Procuraduría no fue fácil tomar las riendas, puedo decir que hasta ahora las tengo, en un 80%. Entendí que el problema esencial del país es la corrupción, y que sin resolverlo no será posible la prosperidad democrática. Mi política ha sido escoger los casos paradigmáticos para hacer una pedagogía contra los corruptos y para los ciudadanos. Por supuesto, no hay nada más lacerante para los ciudadanos que lo que usted refiere. Eso tiene explicaciones, como la corrupción en las mismas instituciones o que son instrumentalizadas por diversos intereses.
- ¿Entonces su prioridad será agilizar los procesos para que las medidas lleguen antes de que a los funcionarios se les termine su período?
Ya lo hicimos, aunque mis enemigos no lo dicen. Reactivé los procesos verbales, que permiten tomar decisiones incluso en tres meses, hicimos en 2012 cerca de 500. Destituí a dos exministros (Andrés Felipe Arias y Sabas Pretelt); 14 gobernadores y exgobernadores; más de 150 alcaldes; 22 congresistas, ocho en ejercicio, y de estos cuatro que habían votado por mí. Desde luego que no se ha logrado lo ideal, pero sí se ha hecho toda una pedagogía que ha generado credibilidad. Además, no es el único reto.
- ¿Cuál otro?
Prevenir, que es la función más importante de la Procuraduría, no la disciplina, sino que esta es la que más le gusta a la galería y que más titulares genera. Ser hoy funcionario público implica muchos riesgos, por la proliferación de normas. La Procuraduría acompaña y capacita a los funcionarios, no podemos coadministrar, pero tenemos las herramientas para que antes de adjudicar un contrato advirtamos los problemas. Un ejemplo fue cuando intervenimos en el proceso de adjudicación del tercer canal.
- ¿Pero la corrupción si se está combatiendo?
El gran problema de nuestras políticas públicas es creer que la corrupción se combate con normas. Claro, el cumplimiento de la ley es necesario, pero no suficiente. Y como los organismos de control estamos dando resultados, también aumenta la percepción de corrupción, cada vez más denunciada.
- Su proceso de reelección fue muy polémico, en el sentido de que los que lo eligen son los que usted debe investigar. ¿Cómo sería el mecanismo ideal para elegir al procurador?
La polémica que se generó por mi reelección fue interesada, dirigida por agendas políticas e ideológicas, porque no les gusta cómo piensa el procurador. Si se hace una evaluación de la gestión tienen que admitir, con objetividad, los logros. El mecanismo de elección viene desde la Constitución de 91, aunque si el procurador carece de independencia y de carácter se convierte en un rey de burlas. En mi caso el control fue efectivo. Si la crítica es porque el procurador ejerce el control sobre sus electores, lo que debe cambiar es el juez disciplinario de los congresistas, como lo planteaba la Reforma a la Justicia con la creación de dos salas dentro de la Procuraduría, que no eran elegidas por el procurador. El juez también podría ser el Consejo de Estado o la Corte Suprema de Justicia.
- ¿Y qué garantiza, bajo el actual modelo, que el procurador no pierda la independencia?
Decían que con la designación que hice de familiares de magistrados en la Procuraduría estaba neutralizando el poder judicial contra mí, pero no fue así. La tutela fallada días antes de mi reelección que me ordenó rectificar unos conceptos (ante la píldora del día después, por ejemplo) la profirieron tres magistrados que tienen familiares en la Procuraduría, y aún así fueron independientes en su decisión. Igual pasa en mi caso, y reitero, destituí a cuatro congresistas que me habían elegido.
- ¿Cómo ha logrado cargar la cruz de las críticas que desata su posición frente al aborto, la eutanasia y el matrimonio gay?, ¿teme que los cuestionamientos se agudicen?
Decía un amigo que uno es como es, y a veces peor. Los hombres públicos debemos tener contradictores, no es posible tomar decisiones sin que ellos existan. He cumplido el deber y lo seguiré haciendo, así como afrontaré las críticas. Al país se le había olvidado el talante de un procurador como el que tiene hoy. Como lo dije en mi posesión, pese al matoneo o bullying mediático que soporté, quedó demostrado que la opinión pública no es la opinión publicada, y que gran parte de la sociedad está de acuerdo con que defendamos la vida desde la concepción hasta la muerte natural; el matrimonio, fundado en el orden natural; la familia, y nuestras tradiciones. La mayoría de los colombianos piensa como yo, y por eso represento a esa sociedad, y Dios mediante la seguiré representando en los próximos cuatro años.
- ¿Cree que la fiesta brava tiene futuro en nuestro país?
Sí, porque hace parte de nuestra cultura. No podemos permitir la disolución de nuestras identidades culturales, porque la Constitución exige a las autoridades que nuestras tradiciones se protejan. Hoy que tanto se habla de la pluralidad cultural, ¿por qué se pretende excluir de la legalidad lo que siempre se ha tenido como un elemento de convivencia y de pedagogía? Las críticas que nos hacen a los amantes de la tauromaquia están cargadas de una gran dosis de sensibilidad, pero de muy pocas razones. No asistimos a las corridas a ver al toro sufriendo, sino a admirar su fiereza, fortaleza y elegancia, como también la inteligencia, arrojo y audacia del torero. Respetamos la naturaleza del toro, es lo que desconocen los antitaurinos. El toro genéticamente está ordenado a la lidia, al combate.
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