MARTHA LUCÍA GÓMEZ Y DIANA LORENA GUTIÉRREZ
LA PATRIA | MANIZALES
Siendo arzobispo de Manizales, décadas de los 70 y los 80, el hoy cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez, sacaba ampolla. Era tan trascendental para la vida local, que los periodistas acudían a misa de 11:00 a.m. en la Catedral con libreta en mano, para tomar apuntes de lo que decía en sus homilías. Siempre era noticia.
Es lo que cuenta el párroco de la Catedral de Manizales, Efraín Castaño, al recordar el paso del hoy cardenal que llegó ya a sus 100 años de vida. “Sus homilías eran cortas, pero concisas. Por ejemplo, era muy fuerte con el tema político, entrevió la corrupción política y le tiró muy fuerte. Es un hombre que dice la verdad y sin rodeos”, agrega Castaño.
Por su cumpleaños, el cardenal Pimiento recibirá el jueves en Manizales un homenaje de la Arquidiócesis. Habrá misa solemne de acción de gracias, a las 10:00 a.m. en la Catedral Basílica, condecoración con el Escudo de Oro de la Catedral y un banquete.
Pero el cardenal ha recibido más de un homenaje por sus 100 años. En Bogotá, por ser miembro de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica y de la Academia Santanderista, y luego el día de su cumpleaños en la Diócesis de Zapatoca (Santander), municipio en el que nació.
Austero
Los 100 no se le notan al cardenal. En su vida sacerdotal ha pasado por las directrices de siete papas: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Es un hombre muy exigente con la vida cristiana, no es de medianías, coinciden sus amigos; es de compromiso serio y profundo, y de una mirada muy social, le preocupa lo que pase en el mundo y con los más desfavorecidos.
Ha llevado una vida austera y sencilla, a pesar de las dignidades que ha ocupado. No tiene nada propio, ni casa ni carro. Cuenta con infinidad de libros, porque es lector furibundo, primero de temas religiosos y luego sobre la marcha social, buscando que la iglesia responda con la fe al mundo de hoy. Igual que hace 44 años en Manizales, sigue preparando muy bien sus homilías y lo que tiene que decir, todo lo escribe, no improvisa nada.
De un humor fino, y muy discreto con su vida personal, no ha sido amigo de contar lo que le sucede. Su carácter es fuerte, propio de los Santandereanos. Al que tiene que decirle las cosas se las dice, directo, sin rodeos; pero cuando es necesario saca el cariño, amabilidad y consejo de un hombre que más parece volverse un padre.
Ese carácter recio lo ha llevado a ser un hombre debatido, tiene enemigos, pero también grandes amigos, porque a medida que lo conocen lo van queriendo.
Entrega
“Al comienzo se le tenía mucha prevención, se le fue conociendo y de hecho le queremos muchísimo. Fue para nosotros un padre que nos habló fuerte para corregirnos cuando había que hacerlo, pero de mucho estímulo. Hombre muy dado a la vida comunitaria, no era absorbente, le encantaba delegar trabajos y felicitaba cuando las personas trabajaban bien. Es un animador de comunidades estupendo, por eso hace unos cinco años publicó su libro El Pastor Eficaz, que es como un contar toda su experiencia”, agrega el padre Castaño.
Monseñor Horacio Gómez, vicario episcopal para la Cultura en la Arquidiócesis de Manizales, dice que difícilmente se puede encontrar alguien que haya podido servirle a la iglesia con la eficacia, amplitud y entrega del cardenal Pimiento. “Su interés y dedicación en los cursos de renovación teológica y pastoral; sus valiosos aportes a la Conferencia Episcopal de Colombia durante los seis años de su presidencia; su participación en todas las sesiones del Concilio Vaticano II, en las asambleas del Celam, en los últimos Sínodos de los Obispos reunidos en Roma, en diversas reuniones de obispos en el mundo, le han dado, como a pocos, un amplio y profundo conocimiento de la realidad presente de la iglesia y una muy clara y segura visión del mañana”, sostiene monseñor Gómez.
El cardenal brilla por su inteligencia, dedicación al trabajo y compromiso espiritual. “Por eso la iglesia de Manizales se siente orgullosa y agradecida con el Señor por este gran arzobispo. En 1996 la Santa Sede aceptó su renuncia por motivos de edad y pasó a ser arzobispo emérito de Manizales. El 14 de febrero del 2015, el papa Francisco lo nombró cardenal de la iglesia”, agrega monseñor Gómez.
El cardenal Pimiento vive en Bucaramanga, en una casa de sacerdotes retirados. Desde allí, permanentemente, está mandando mensajes por internet, bien sea religiosos o para opinar de temas del pulso nacional e internacional.
La Arquidiócesis de Manizales tiene dos tomos con todas sus homilías de los 21 años que estuvo como arzobispo titular. Siempre fue noticia y sigue siendo.
El empresario manizaleño Néstor Buitrago, cuenta que lleva con el cardenal una amistad de 44 años, desde que llegó en 1975 a la ciudad como arzobispo.
Señala que ha sido un jerarca que defiende principios y valores del catolicismo. Recuerda que tuvo pronunciamientos polémicos con el Festival de Teatro porque había artistas que salían a escena con sus torsos desnudos o no permitir la entrada de las reinas de la Feria a la Catedral porque iban con atuendos no apropiados para un templo. “... y muchas otras cosas, como decirles a los padrecitos que no bautizaran hijos de las uniones libres. Simplemente buscaba aplicar sus cánones de la religión, que para mucha gente podían ser exagerados, pero simplemente pretendía cumplir su misión. Es disciplinado y exigente con él mismo y con los demás. Totalmente ortodoxo, y eso le gusta a mucha gente y a otra no”.
Sin embargo, la tranquilidad que también lo caracteriza, le ha permitido que las críticas no lo intranquilicen ni lo mortifiquen.
Pimiento estuvo listo para que lo nombraran cardenal hace 30 años, pero en ese entonces alguna cosa ocurrió, y él, muy franco para decir las cosas, les dijo a los más cercanos que quizá tenía algunos contradictores en el Vaticano.
En febrero, como si nada, presidió la ceremonia de celebración de su cumpleaños 100 en Zapatoca, que duró por lo menos dos horas, y estuvo no menos de un cuarto de hora en un discurso bien pronunciado, con entonaciones en donde tocaba hacerlas, con la expresión de la mano donde correspondía, con un derroche de vitalidad que dejó asombrados a los asistentes, narra Buitrago. “Nadie tenía que llevarlo de la mano, nadie tenía que ayudarle para levantarse del asiento; y la misa, de punta a punta, la hizo con un discurso bien hilvanado. Su vitalidad, energía y buen ánimo son sorprendentes”.
Monseñor Alejandro Castaño, obispo de Cartago y presidente de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica, quien fue párroco de Los Agustinos en Manizales, destaca que quienes leen al cardenal Pimiento no pueden permanecer impasibles porque es un hombre de postura radical, no cede ante lo que no debe ceder.
“Cuando era arzobispo de Manizales, se implementaba la nueva doctrina del Concilio, y dijo que los padres que no eran católicos debían hacer un ejercicio para casarse, y si iban a bautizar a sus hijos por la iglesia no era conveniente que, ellos no viviendo católicamente y solo por apariencia, les dieran el sacramento del bautismo”, aclara.
Para monseñor Castaño, el cardenal es un hombre apreciado y respetado, que fue hecho cardenal sin tener ninguna arquidiócesis o diócesis bajo su ejercicio, ya estaba retirado, pero que el papa nombra para agradecer a ciertos prelados y les da el título honorifico. “El cardenal Pimiento es el decano del Cuerpo Cardenalicio, o sea de todos los cardenales del mundo es el más antiguo”.
Agrega que Pimiento sigue siendo tan lúcido que en febrero, previo a las celebraciones de sus 100 años, publicó un ensayo a través de la Conferencia Episcopal hablando sobre la pastoral del turismo. “Uno podría decir ¿por qué este hombre a los 100 años piensa en esto? Precisamente porque quiere darle al turismo una dimensión cristiana, que el turismo no sea solo un ir y venir sin más. Habla de las perversiones en que puede caer el ejercicio del turismo malamente interpretado, como es el tráfico de estupefacientes, la sexualidad desequilibrada que es tan lacerante”.
El cardenal habla de que se necesitan modelos que actúen como educadores, y que no hay que reservarse del mundo, sino más bien cambiarlo. “Estamos en el mundo, que es lo que dijo Jesús, pero tenemos que hacer del mundo una vivienda digna, un espacio donde se respeten los derechos fundamentales de los seres humanos”.
Esa lucidez y claridad mental se la atribuyen a la vida muy disciplinada y ordenada que lleva: lee mucho, come lo suficiente, hace ejercicio todos los días, camina por lo menos media hora.
Cuando salió de Manizales como arzobispo se fue para una parroquia humilde de Apartadó, y duró varios años. “Se fue a servir como testimonio de la Iglesia. Espero que siga siendo para nosotros ejemplo y referente de virtud, de entereza y de dignidad en el desarrollo del ministerio”.
Antonio Cacua Prada, exgobernador de Santander e historiador, dice que lo conoce de hace muchos años porque ambos son santandereanos: el cardenal de Zapatoca y él de García Rovira. “Le he seguido los pasos desde hace varios años y le he tenido admiración por su gran inteligencia y sus dotes de administrador y de convocatoria; además, porque él es de los grandes aficionados a la historia. Es muy cordial y de mucha chispa, vive echando chistes y es muy simpático, pero también es de la pura doctrina, muy categórico en sus opiniones políticas y por eso se le reconoce su labor. Una de sus grandes virtudes es su estilo literario tan castizo y ajustado a las normas del idioma”.
Ómar Yepes Alzate, presidente del Directorio Nacional Conservador, define al cardenal como hombre de gran formación teológica y de principios arraigados. Crítico de las organizaciones criminales que han operado en el país y muy consciente de que el Estado tiene la obligación de garantizarles a los ciudadanos su seguridad, pues no concibe para nada la debilidad estatal para enfrentar los problemas que turban el orden público. También es de las figuras más eminentes del clero colombiano.
“Recuerdo una anécdota muy simpática. En mis buenos tiempos electorales algún sacerdote multiplicaba en elogios mi actividad política, les pedía a los fieles que me acompañaran en mi trabajo por Caldas. Un día me llamó Pimiento para pedirme que hablara con ese sacerdote, en aras de que mermara su simpatía conmigo, pues los fieles estaban protestando por esa circunstancia. Su carácter fuerte ha sido polémico, pero los líderes tienen que actuar con convicción y seguridad de lo que hacen. Está comprometido con la iglesia y por ello ha hecho valer sus convicciones, para transmitirlas a los fieles”.
Yepes también recuerda que el caricaturista Ari publicó en LA PATRIA una caricatura de los dos. En ese entonces Pilar Villegas era gobernadora de Caldas, y consiguieron el dinero para reconstruir una torre de la Catedral que estuvo caída durante por lo menos 20 años. “En la caricatura aparezco entregándole el cheque a monseñor, y el texto decía: "Para los espíritus de votos".
El cardenal Pimiento es recordado en Caldas y en el país por su talante. Fue un arzobispo aferrado plenamente a los principios de la doctrina cristiana, los defendió de tal manera que se define como el prelado que ha pasado por la Arquidiócesis como un verdadero ortodoxo. Jamás se apartó de los fundamentos doctrinarios y los hizo cumplir con rigidez, describe Dilia Estrada de Gómez, exgobernadora de Caldas.
“Se distinguió por el impulso que le dio a la Pastoral Social, destinada a servirles a los más necesitados, y practicó plenamente el amor al prójimo como pilar fundamental del cristianismo. Era muy riguroso con los enemigos de la iglesia y sus expresiones fueron duras, algunas producían risa, sobre todo a quienes se apartaban del catolicismo”.
Eduardo Durán, presidente de la Academia Colombiana de Historia, sostiene que al cardenal lo iluminó el sentimiento católico desde muy niño. No tenía títulos, poco a poco se fue abriendo camino como un gran dirigente de la Iglesia Católica. Desde los 36 años empezó a destacarse como obispo, hasta llegar a convertirse en arzobispo de Manizales, de las arquidiócesis más importantes de Colombia.
Es el cardenal más longevo del mundo. A los interrogantes que le hacen, casi siempre responde con humor, que lo hacen dueño de un gran ingenio. Aferrarse a la doctrina de la iglesia y en su afán de corresponder a las exigencias del dogma de la fe católica lo hizo una persona conservadora, pero sin duda, una persona muy respetable y transparente en todos sus actos.
“Admiro su capacidad de respuesta. Hace poco le preguntaron su opinión sobre el papa Francisco. Contestó: creo que este papa está haciendo todo lo que Jesucristo no alcanzó a hacer. Cuando le preguntaron por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, dijo: creo que ese señor ya pasó de Maduro a podrido, y hace poco, en un restaurante, a un mesero que le ofreció pimienta, le dijo: no, gracias, la pimienta la llevo en el apellido".
Lo nombraron miembro honorable de la Academia Colombiana de La Lengua, porque se puso a consideración su vida, en camino a la calidad literaria de sus escritos y discursos. Se encontró que es una persona idónea en la utilización del lenguaje y muy preparado en las letras.
Carlos Alberto Arboleda, exsecretario de Cultura de Caldas, recuerda que el cardenal escribió en LA PATRIA y en otros periódicos. “Es muy culto y humanista. Es un intelectual muy humilde que conserva el sentido del humor. Sigue siendo un destacado miembro de la iglesia. Un día, siendo obispo de Manizales y yo secretario de Cultura de Caldas le pedí una cita. Yo quería escribir su biografía. Me dijo que él no tenía nada extraordinario qué contar y no me autorizó.
Quiso mucho esta región, a pesar de sus enfrentamientos con varios sectores, y sigue muy enterado de todo lo que pasa en Caldas”.
Palabras de Eduardo Durán en homenaje al Cardenal José de Jesús Pimiento por su centenario de nacimiento.
Nadie entiende cómo un niño de 12 años caminó desde su natal Zapatoca hasta San Gil, en Santander, para implorar ser recibido como alumno de la carrera sacerdotal. Tal fue su capacidad de entrega, que al recibir su ordenación sacerdotal, y al aguardar la decisión episcopal que debía asignarle una parroquia para su ejercicio pastoral, se encontró con que las directivas del seminario habían acordado que él tenía que quedarse como profesor, debido a su capacidad sobresaliente para la enseñanza y la instrucción. Cumplió con el encargo.
Más adelante fue párroco. Luego el papa Pío XII decidió llamarlo para cumplir tareas más elevadas. En Pasto comenzó el ejercicio como purpurado, y más tarde, otro papa, Juan XXIII, le asignó las responsabilidades episcopales en la diócesis de Garzón y Neiva. Después fue promovido a Montería.
Más adelante, el papa Pablo VI lo llamó a encargarse de una sede arzobispal muy importante para el país, Manizales, donde logró implantar profundos postulados hasta llegar a ser señalado por la Conferencia Episcopal Colombiana como el presidente de esa organización que congrega y orienta a todos los obispos de Colombia.
Pablo VI le asignó tareas en el escenario internacional para contribuir en la organización de importantes asambleas, con participación de prelados de distintas partes del mundo, entre ellas el Concilio Vaticano Segundo. Fueron 22 años dedicados a esa sede arzobispal, que por la intensidad de su ejercicio, él mismo califica como “una eternidad”.
De allí se retiró a Urabá a vivir humildemente en medio de comunidades deprimidas, alejadas del progreso, soportando climas extenuantes, pero entregado a la propagación de la doctrina de la fe.
En esas tierras estuvo hasta que la salud se lo permitió, y decidió entonces retornar a Bucaramanga, en donde pretendía dedicarse a la meditación y a la escritura de su pensamiento, que derivaba de las profundas reflexiones en que se introducía. Sin embargo, el papa Juan Pablo II decidió que debía encomendarle una nueva misión, y lo llamó para que se encargara de la Diócesis de Socorro y San Gil, aquella sede en donde se había formado, para que la reorganizara y la proyectara. Allí estuvo hasta que cumplió su cometido y regresó nuevamente a Bucaramanga para retomar su proyecto de recogimiento y reflexión.
En este escenario, en medio de sus largas jornadas de meditación, cuando su capacidad de entrega pasaba de claro a oscuro y de oscuro a claro, fue irrumpido abruptamente en las puertas de su aposento por las Hermanas de La Caridad que cuidaban de su estancia. Le informaron que la radió estaba transmitiendo la homilía del papa Francisco que pronunciaba desde el balcón del Vaticano, y que desde allí acababa de anunciar al mundo que José de Jesús Pimiento Rodríguez se convertía en un nuevo cardenal de la Iglesia Católica.
Él se molestó con esa algarabía y les ordenó a las religiosas, con voz enérgica, que se retiraran y que no creyeran en las habladurías de la radio. Regresó a su mesa de trabajo y se introdujo nuevamente en las profundidades de su meditación, cuando nuevamente fue interrumpido para anunciarle que el secretario de Estado del Vaticano lo requería al teléfono. Ahí estaba la noticia oficial, y él la recibía con extraordinario asombro, creyendo que moriría ante la incapacidad para digerirla, a esas alturas de su existencia.
Tenía 96 años, y cuando creía que todo estaba por concluir, las puertas de la responsabilidad asignada le proporcionaban un nuevo impulso para la proyección de su vitalidad.
Fue un tiempo después, cuando fuimos convocados los miembros de esta Academia ante la Conferencia Episcopal Colombiana, para oír su intervención sobre su papel en la exaltación de la lengua castellana, y nos sorprendimos con las reflexiones de su discurso que tituló “El poder de la palabra”.
Allí nos enseñó a entender el alcance del lenguaje, no solo en la comunicación, sino en su capacidad para producir efectos positivos o negativos, para construir o para destruir, para exaltar o reducir; para interpretar o evitar el significado y el alcance de su fuerza.
100 años de vida, una cima sobresaliente frente a la cual nos ubicamos para contemplar ese escenario que hoy parece proyectarse sobre una cumbre mayor, en la cual esperamos que permanezca para disfrute de todos los que logramos entender la dimensión de su vida y de su espíritu.
El camino sigue, la ruta señala nuevos derroteros y él sabe que todo es posible: Su fe se lo señala, su sentido de responsabilidad lo impulsa, y la confianza en los derroteros lo incita a continuar al camino proceloso, pero seguro.
Bogotá, febrero 11 de 2019.
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