Dalia Orrego
LA PATRIA | MANIZALES
En medio de una carretera llena de curvas se encuentra un puesto construido por pantallas, madera y fogón de leña. Alejandra Sarmiento, de 37 años, es la creadora de este paraje que se ubica en la subida al Alto de Letras, a los pies de una enorme pantalla de cemento que se tuvo que construir para sostener la montaña.
Atiende las 24 horas a quien se le acerque a preguntar por la típica aguapanela con quesito o para llevar algún fiambre para el camino.
Con abrigo, cabello recogido, cara quemada del frío, crocs rosados y pómulos rojos le pregunta al camionero: “¿Un tintico?” La mona, como le dicen sus clientes, en sus ojeras pinta el esfuerzo por sostener a su esposo, quien sufrió un accidente y aún no puede trabajar, y a sus tres hijas.
Se levanta y recorre ocho kilómetros en su moto para llegar al puesto que le ayudó a construir un policía desde hace un año.
La mona empezó sola con su moto vendiendo tintos en carretera y ahora genera cuatro empleos. Todas se turnan para permanecer día, noche, truene o relampaguee. Hay noches tan lluviosas que sus pies se emparaman con el paso del agua que cae cuesta abajo, pero eso no impide que venda su quesito, tinto o cortado de leche.
Alejandra está casada y es madre de tres hijas
Las chicas que le colaboran a la mona le piden siempre el favor a algún mulero que las suba.
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