Vivimos en un mundo bien complicado, donde se han perdido muchos valores religiosos y éticos, que son fruto de un cambio de época, donde se van presentando fenómenos como el secularismo y el relativismo, tan denunciados por el papa emérito Benedicto XVI.
Las guerras, los conflictos, la crisis familiar y la indiferencia religiosa se deben porque se ha perdido el sentido del amor cristiano y el compromiso con los mandamientos de Dios.
Se viene creando una cultura del individualismo, donde las palabras servicio y solidaridad no encuentran espacio en la sociedad de hoy. Crece la indiferencia frente a los problemas de las personas.
En el campo eclesial, faltan sacerdotes santos, que sepan responder a los grandes desafíos del mundo actual.
Las enseñanzas dadas por Cristo en la Cena Pascual, cuando se reunió con su apóstoles para celebrar una cena de despedida, han sido y serán la llamada a una auténtica conversión frente a esta clase de situaciones.
Cuáles fueron estas enseñanzas: ámense los unos a los otros como yo los he amado. Con el lavatorio de los pies, en un acto de humildad, ha dicho: “ Les he dado ejemplo, hagan ustedes lo mismo”. Y el mejor regalo fue habernos dado su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida. “Tomad y comed esto es mi cuerpo. Tomad y bebed esta es mi sangre de la nueva alianza”.
Todo esto se puede concretar en su donación de amor al Padre y a los hombres. “Tanto nos amó el Padre que nos entregó a su Hijo y tanto nos amó el Hijo que se entregó por nosotros hasta la muerte y muerte de Cruz”.
Que todos podamos celebrar esta Nueva Pascua con alegría y con revisión de nuestras vidas.
Obispo emérito de Pereira.
Llega una vez más a nuestra vida la celebración de la Semana Santa y durante ella, aquel doloroso día Viernes Santo, cuando Jesucristo, quien no obstante ser Dios, tomó también nuestra naturaleza humana, sin perder la suya divina y así, aceptó el designio de su Padre Celestial de asumir en su ser como hombre, todos los pecados de la humanidad del pasado, del presente y del futuro.
Es aquí donde tu y yo entramos a ser personajes importantes en esa aventura divina de Jesucristo, de amor infinito hacia nosotros. Porque la muerte de él en la cruz un día Viernes Santo hace dos mil años, fue precisamente para borrar todos los pecados de la humanidad y por lo tanto, los míos y los tuyos.
Esto quiere decir que misteriosamente el Viernes Santo del año 33 de la era cristiana, en la mente de Jesús allá en el Calvario, estábamos nosotros y sobre todo nuestros pecados, para que aceptemos vivir una vida nueva, según las normas del Evangelio.
No te olvides, amigo lector, que nuestra vida es pasajera y nos espera el gozo infinito de la vida eterna con Dios. Mira pues la cruz de Cristo hoy y piensa que tu fuiste culpable como yo de esa muerte afrentosa que él aceptó para reparar ante el Padre Celestial nuestros yerros.
Pero si estamos destinados por Dios a una vida feliz, es preciso alejarnos de todo pecado, para poder merecer el gozo eterno, porque como dice San Pablo que "algo falta a la pasión de Cristo" y es precisamente que nos convirtamos y cambiemos de vida.
Eso deseo para mí y para ti, querido lector.
Obispo emérito de Istmina-Tadó
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