En este domingo 19 del tiempo ordinario y en la celebración del Año de la Fe queremos volver sobre el tema de una importancia perdurable, que da razón a la esperanza y se funde en el amor que es “paciente, servicial y sin envidia, que se alegra con la justicia, que todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta . Del amor que no pasará jamás “, según expresión luminosa del Apóstol San Pablo”.
Obviamente hay que advertir que para la Iglesia el Año de la Fe mantiene su vigencia. Por eso le pedían los primeros cristianos a Jesús todos los días: "Señor auméntanos la fe”. Porque la verdad es que creemos en Cristo, pero nos falta hacer más vivencial nuestra fe, nuestra experiencia de Dios, hacer nuestro camino al estilo de Jesús.
Pensamos oportuno reflexionar en el mundo que nos toca vivir en palabras del escritor José María Cabodevilla: “Tanto ha crecido el hombre por arriba y por abajo que se ha quedado sin techo y sin suelo. Nunca fue tan equívoco el progreso ya que con la misma rapidez han aumentado tanto las posibilidades de vida como de muerte”.
Y entonces vienen las palabras del obispo Alberto Iniesta sobre la Iglesia que es “ El Sacramento principal de Cristo, es la revelación de los que seguimos a Cristo, es el Cuerpo de Cristo al que pertenecemos los unos de los otros".
La Iglesia es madre y maestra, hogar y escuela, banquete y fiesta, refugio y defensa, camino y meta. Si tenemos la Iglesia ¿Qué nos puede faltar? Si perdemos la Iglesia ¿Qué nos puede quedar?.
Digamos entonces ¿Qué nos da ser cristianos? Es vivir la fe, aumentada, comunicada.
La maravillosa carta a los Hebreos de la segunda lectura nos da en detalle todo lo que ofrece y a la vez pide la fe.
La definición lo dice con claridad: “La fe es la seguridad de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve” . (Heb. 11.1).
Y una definición nos dirá: “La fe es el encuentro del hombre entero con el Dios vivo”.
Vemos ya que la fe no es creer en algo sino “creer en Alguien”, “Yo sé en quién he puesto mi fe. Y a quién he confiado el tesoro de mi vida”.
San Juan de la Cruz lo dirá en profundidad de su lira mística, que tanto entusiasmaba al beato Juan Pablo II.
“Qué bien sé yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche".
Aquí se observa el comentario del maestro de la vida espiritual p. Ignacio Larrañaga “La fe es la seguridad en la oscuridad”.
Imposible dejar de comentar la misión de la fe que nos da San Agustín: Creer en Dios.
Creerle a Dios,
Creer buscando a Dios.
En este sentido la fe apenas se distingue del amor .
Del amor a Dios y los hermanos como lo expresó maravillosamente Francis Thompson.
He buscado mi alma y no he podido verla,
He buscado a mi Dios y no pude encontrarlo,
He buscado a mi hermano y me hallé con los tres”.
Hoy y siempre pidámosle al Señor que “nos aumente la fe”.
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