Luis Francisco Arias Bonilla
LA PATRIA | Manizales
Quienes creen que Juan Pablo II hace milagros tienen un nuevo argumento para sustentarlo y destacar su condición de santo. El banderillero manizaleño Rodrigo Arias Palacio, el Monaguillo, quien fue corneado por el soso toro Chullita el pasado 9 de febrero en la plaza de La Macarena, de Medellín, está convencido de que el hoy beato le salvó la vida.
Una medalla que Claudia Cardona Gutiérrez, su esposa, le regaló en diciembre y que llevaba en el pecho cuando sufrió el percance evitó que el pitón penetrara y le dañara el corazón. En un lado aparece Juan Pablo II con un golpe evidente y en el otro está intacta la virgen de Guadalupe. Aunque la cornada más grave le dañó el intestino y la uretra, la peor molestia física la siente en el esternón, que quedó tan resentido con el pitonazo contra las tablas que respirar le duele.
"Me puse a analizar y si no hubiera tenido la cadena con esa medalla en el pecho, el toro me mata, el pitón pegó ahí, y luego cogió para otro lado".
Adolorido, pero con la valentía propia de su oficio, Arias expresa: "siempre que se viste uno de torero tiene la muerte en la espalda". El manizaleño que más alto ha llegado en la tauromaquia mundial agrega con la voz de quien aún no sale del asombro: "fue la única vez en mis 40 años de carrera que un toro me cogió para matarme".
Lo más sorprendente es que don Santiago Arias, padre de este hombre con apariencia teutona y de acento paisa revuelto con madrileño, tenía un gran parecido con Juan Pablo II, tanto que el sacerdote Rodrigo López, en ese entonces párroco de Cristo Rey, donde su pequeño tocayo fue monaguillo por varios años, un día se atrevió a hacerle una loca propuesta.
El banderillero recuerdo hoy sonriente que el cura, con el humor negro que lo caracterizaba, le propuso a su papá ponerse una sotana blanca y arrodillarse a orar en un reclinatorio para que la iglesia se llenara.
Al apagarse las risas, el Monaguillo baja la mirada y con tono trascendental afirma: "Mi carrera ha sido muy en torno a lo religioso, como es todo en el toreo, que es un rito donde se ofrece el sacrificio que se hace".
Vienen a su mente las otras cornadas que sufrió hace años, que nunca lo dejaron con los dolores e incomodidades de ahora. "Llegué a tener rotura de costillas, de escafoides y luxación de cervicales, pero nada grave, y menos mal me pillaron joven, pero lo de ahora de verdad que es muy jodido".
Por todo eso el Monaguillo, a quien se le corta la voz y se le humedecen los ojos cuando recuerda a su padre y a doña Josefina Palacio, su mamá, cree que la mano divina del papa polaco tuvo que ver en que siga vivo a los 51 años.
Tendrá unos seis meses de incapacidad, tiempo en el que le harán dos nuevas cirugías y se definirá si por los efectos de la cogida podrá acceder en España a la pensión en forma directa. Aunque también podría ocurrir que le toque ir a torear por lo menos 20 tardes en los próximos dos años y esperar a cumplir los 55 años para jubilarse.
“No quiero torear más, no porque tenga miedo, toda mi vida profesional ha sido el toro y tengo un gran respeto y cariño al toro bravo, y nada, son gajes del oficio”, dice mientras se acomoda en la silla y echa a un lado la sonda o el “cableado” que él llama, que desde hace dos semanas lo acompaña.
Abre bien los ojos y suelta una frase con resolución: “Al comienzo de mi carrera, muy joven, sí sentía miedo, pero sobre todo miedo al fracaso”.
Primer tercio
En estos días le ha quedado tiempo suficiente para recordar cómo comenzó su historia. "Desde muy niño quise ser torero. Me apasionaba mucho escuchar las corridas por la radio".
Era monaguillo en Cristo Rey, vivía en el barrio Lleras y con apenas 8 años se escapaba a una peluquería vecina, donde sin que el dueño se enterara robaba las páginas de LA PATRIA en las que se hablaba de toros.
Otras veces “me iba al frente de la iglesia, donde don Marco, quien compraba el periódico, y me leía todo lo que salía de la fiesta brava”.
En las ferias se iba al patio de cuadrillas de la plaza a desearles suerte a los toreros, y un día que pudo entrar gratis quedó impresionado con la belleza y el colorido de las corridas. Una semana después, pese al regaño de sus padres, se madrugó a entrenar con otros pequeños y aprendió a coger el capote, aunque desde el primer momento su romance fue con las banderillas.
Cuando empezó a mostrar su talento, el comentarista taurino Pepe Valencia le puso como sobrenombre Rubito de Manizales, pero a Rodrigo no le gustó, y fue entonces cuando el cronista le dijo: “bueno, como usted es monaguillo pues que sea el Monaguillo”, y ese sí le pareció bueno.
Ya con 17 años un día se fue a Bogotá y terminó toreando ganado criollo y cebúes en corridas de provincia, donde perfeccionó sus técnicas. Recorrió todas las plazas de los pueblos de Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Meta y Casanare.
Segundo tercio
En 1985, a los 23 años, el banderillero presentó su examen, se convirtió en profesional y con su carné se abrió paso en Bogotá y en todas las temporadas para las que fue contratado, inicialmente a las órdenes de Jorge Herrera y El Puno, y luego con Pepe Cáceres.
Poco después llegó la época de oro al lado de César Rincón, con quien se había conocido cuando al pequeño torero, con 10 años de edad en 1975, lo trajo a Manizales don Gonzalo, su padre, a presentarse como el “niño prodigio del toreo”.
Esa vez lo invitó a dar una vuelta, “fuimos al parque infantil de Faneón, montamos en burros y columpios. Lo llevé a mi casa y nos tomamos un algo que hizo mi mamá, y luego volvimos pie a la Pensión Margarita, donde se hospedaba”.
Su reencuentro con Rincón fue 13 años después, cuando el Monaguillo ya era reconocido en Colombia. Un día que al matador le falló el banderillero José Velásquez llamó al manizaleño y desde ese momento recorrieron cerca de 10 años de gloria por las plazas de varios países, sobre todo de España. “Estar con César nos dio mucha categoría”.
En 1990 comenzó la gran gesta en la península ibérica, donde el Monaguillo brilló con luz propia y en ferias como la de Valencia se ganó la estatuilla como el mejor subalterno de la temporada. Y luego llegó el memorable 28 de abril del 91 cuando debutaron en la exigente plaza de Las Ventas de Madrid. “Al otro día salió una crónica muy buena sobre mí y un dibujo de Pepe Puente en el ABC”. Lo mejor de todo es que en Manizales comenzaron a felicitar a sus padres, quienes antes reacios ahora se sentían orgullosos de su hijo banderillero.
Esa vez, como ahora, recordó sus comienzos, cuando con Paco Ayala y Guillermo Perlaruiz se iban a la medianoche a pegar con engrudo, por todo Manizales, la publicidad con los carteles taurinos de la feria. “Pensar en eso me daba moral para poder estar bien en esa plaza tan exigente”.
En esa época ocurrió la que considera su tarde más memorable de banderillas, durante el mano a mano entre Rincón y el español Ortega Cano. “Esa es la tarde más marcada, la que más se ha visto en Madrid. La corrida fue transmitida para toda América, España y Francia, por televisión y radio”. Fue el día de la consagración.
Arias se convirtió en la mano derecha del matador colombiano, al punto de ser el encargado de ir a los sorteos de los encierros y contó con la suerte de sacar muchos toros que terminaron en indulto. “Un torero le decía al otro: la mano de Monaguillo está bendita, está bendita... son las cosas bonitas que han quedado”.
Pasaron los años y un día Rincón le mandó a decir que ya no estaría en la cuadrilla. “La relación fue tirante en un momento, me dolió que él mismo no me lo hubiera dicho, porque andábamos siempre juntos como hermanos... pero hoy todo está bien. Él se ha portado muy bien, es una excelente persona. Tengo que reconocer que soy alguien en el toreo porque César me llevó a España. Uno no puede ser desagradecido”.
Llegó después a las cuadrillas de Óscar Higares, Juan Mora y Miguel Rodríguez, y en el 2002 tuvo la oportunidad que lo llenó de orgullo de acompañar a Antoñete en una corrida. “Fue muy grandioso, el cartel era Curro Romero, Antoñete y Pablo Hermoso. Fue un llenazo en la plaza de toros de Antequera”.
Último tercio
Después de eso, el octavo de los nueve hijos de don Santiago y doña Josefina decidió alejarse de los ruedos. “Me fui unos años a Estados Unidos, donde trabajé hasta el 2005 en una tostadora de café, pero me aburrí y me regresé para España”.
Ese año reapareció en el burladero con la cuadrilla de Luis Bolívar, que surgía como brillante novillero, y así ha seguido por varios años al servicio de varios matadores de toros.
La tarde de la cornada estaba a las órdenes del español Manuel Jesús El Cid. Con traje azul oscuro se dispuso a poner las banderillas, pero el astado le salió adelante y se empecinó en atacarlo.
Fue esa una corrida extraña de la que el comentarista taurino Jorge Arturo Díaz dijo que fue "de muy alto voltaje", y el cronista Javier Restrepo afirmó que "hubo demasiadas cosas para una sola tarde": Los tres banderilleros fueron corneados aunque solo Monaguillo gravemente. Los toreros cortaron seis orejas y salieron en hombros (Luis Bolívar, El Cid y Sebastián Castella), un toro fue indultado entre silbidos y otro fue devuelto vivo porque simplemente se quedó parado.
Hoy, el Monaguillo recibe visitas de amigos y discípulos, como el banderillero Alex Loaiza, también manizaleño, a quien el “maestro” le regaló hace años un traje color caña que usó el joven para su examen. A ellos yo les digo -expresa señalando a Loaiza- que uno tiene que prepararse es para las cornadas.
Al lado de su esposa y sus dos hijos, Juan Pablo, de 3 años, y Sofía, de 8 meses, el Monaguillo avanza en su recuperación. Explica que el dolor que sentía al principio era tan fuerte que tuvieron que aplicarle morfina para poder soportarlo, y añade sonriente que ahora toma dos pastas muy buenas: “agua y ajo; aguantarse y a joderse”.
Tras las risas, se queda serio y en silencio, mira la medalla que tiene en sus manos y exclama como si pensara en su mejor par de banderillas: “¡Pa’lante, no pasa nada!”.
FRASES
"Fue la única vez en mis 40 años de carrera que un toro me cogió para matarme".
“Tengo que reconocer que soy alguien en el toreo porque César me llevó a España. Uno no puede ser desagradecido”.
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