LA PATRIA | MANIZALES
Laura Cristina Cardona
LA PATRIA | MANIZALES
-Dedos rellenos de queso y bocadillo.
-Una caja de icopor que los mantiene calientes.
-Un gorro de panadero.
-La energía para caminar por todo Manizales.
Esos son las herramientas que tiene Joshua Valencia Guzmán para enfrentar el desempleo que le dejó la pandemia. Tiene 22 años y un metro 80 de estatura. Vive solo desde los 14 años, cuando su madre, Luz Helide Valencia Guzmán, murió de cáncer.
Vende con una gran sonrisa y una energía que trasmite a sus clientes. Desde las 7:00 a.m. inicia su recorrido diario por la ciudad, camina por la Plaza de Toros, la 23, Chipre, incluso, va hasta Termales del Otoño a entregar domicilios de dedos.
“Hasta Termales me demoro unas cinco horas, más o menos”, dice sin quejarse.
Niñez
Su infancia fue un ir y venir entre ciudades como Manizales, Medellín y Armenia. El objetivo era, según él, huir de su padre, quien maltrató a su mamá al punto de poner en riesgo su vida.
“De alguna forma nos encontraba y tocaba volver a irse porque él, mejor dicho, quería matar a mi mamá”, cuenta Joshua, quien habla con una voz pacífica, sin rencores.
La vida no le permitió terminar de estudiar. A causa de la violencia intrafamiliar y de los viajes, no tenía estabilidad en los colegios.
Después, cuando tenía 14 años empezó a validar, pero su madre se enfermó y tuvo que dejar de estudiar para cuidarla.
“Cuando ella murió yo empecé a trabajar. Alquilé una habitación de estudiante en La Enea y ya no pude estudiar. No me alcanzaba el dinero”, explica Joshua.
Sin lamentos
Debía responder por sí mismo, su familia en Manizales no le ayudó. Le dijeron que trabajara y así lo hizo.
Laboró en restaurantes, en almacenes de ropa, en construcción, en fincas, en donde resultara. Su altura le ayudó para que lo contrataran al ser tan joven.
Consiguió un puesto estable en un negocio de comida rápida, donde estuvo por cinco años.
Seis meses antes de la pandemia trabajó en un restaurante de comida árabe en Chipre. El dueño lo buscó personalmente porque conocía su trabajo, su energía y su calidad a la hora de atender a las personas.
Ideas
“Con la cuarentena el negocio cerró y me quedé sin trabajo. Le dije al amigo con el que vivo que teníamos que hacer algo, vender lo que fuera y se me ocurrieron los dedos”, dice el joven.
Hoy
Joshua se levanta a las 5:00 a.m. y prepara los dedos con su amigo. A las 7:00 inicia su recorrido por la ciudad. Con lo que vende les alcanza para comer, pero debe tres meses de arriendo.
A veces hace 15 mil pesos diarios, otros días llegan las 3:00 p.m. y solo vende dos dedos. Pero su ánimo no se vence. Sigue ofreciendo su producto con alegría, con amor por el servicio al cliente.
Sueños
Quien escucha su historia puede concluir que su vida ha sido dura y sola. Pero él responde: “Y doy gracias a Dios que tengo salud, vida y guía para salir adelante. Mi mamá me enseñó a rebuscarme el sustento”.
Tiene proyectos claros. Le gustaría montar su propio restaurante y, también, tener un negocio de ropa. Siempre le gustó el servicio al cliente y por su energía y calidez al hablar con otras personas, lo demuestra.
Si quiere comprar dedos a domicilio, llame a Joshua al 310 6120552
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