MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
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Foto | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA
Lo que empezó en 1990 como tienda de barrio hoy es una empresa. La dueña es Beatriz Buitrago Salazar, que heredó de sus padres la pasión por los negocios. Se llama Arepas de Fátima, en la carrera 30C 65-63, con tecnología para producir a escala y 14 empleados.
En el 2007 sus padres, ya cansados de atender la tienda y de asar arepas, les anunciaron a los cinco hijos que venderían el negocio. Beatriz, profesional en Desarrollo Familiar y con experiencia en proyectos productivos, decidió comprarle a su mamá y hacerse cargo. La empresa nació en el 2010, con tres empleadas, unas cuantas máquinas para alimentos y en un espacio al lado de la tienda.
Llegó el año 2020; muy bien posicionados y con incremento de clientela. Hasta habían adecuado un área de la casa para vender desayunos. Veían lejano el impacto de la pandemia de Wuhan (China), pero en marzo los cogió sin saber qué hacer. Lo primero que tuvieron que cerrar fue el desayunadero y luego el punto de venta por el confinamiento. Beatriz les dijo a sus 12 empleados que aprovecharan para organizarse.
“Justo en ese momento llegó mi bono pensional y con eso hicimos unas adecuaciones. Nos seguían pidiendo domicilios. Empecé a buscar domicilios para hacer rutas de distribución”.
Para mayo la demanda bajó tanto que Beatriz no entendía qué pasaba. Concluyó que quizás la gente no estaba en Manizales y empezó a ofrecer sus productos por redes sociales. Montó página web, abrió cuenta en Facebook y por Whatsapp envió mensajes anunciando distribución en Santágueda.
Mágicamente se reactivaron los pedidos. “Empezamos yendo dos días y el carro full de arepas. Cubriendo hasta 40 fincas. Muchos clientes aprovechaban la salida del carro y me pedían que les llevara otros productos como mercado, elementos de estudio. Fue una experiencia muy bella porque nos ayudábamos entre todos. No les cobraba. Tengo la idea de que no todo tiene que ser plata”, agrega Beatriz.
Tuvieron que empezar a conseguir más domicilios, llegaron a tener cuatro, ahora son tres; incluso envían arepas a Pereira y a Bogotá, de clientes adultos mayores cuyos hijos se los han llevado.
Todo esto los alejó de un cierre, antes son ya 14 empleados. Beatriz contrató el servicio de un carro que recoge a todo el personal y lo transporta hasta el sitio de trabajo, como medida de salubridad; también aplican protocolos adaptados a la pandemia. Entre los ajustes está el cambio de horario, para garantizar la entrega de producto a tiempo. Empiezan a trabajar a las 2:00 de la mañana.
“¿Cuál ha sido el secreto?, la actitud muy positiva, la fe de que esto va a pasar. Sí hay angustia y estrés, pero tenemos la trayectoria y clientes fidelizados. Nunca he tirado la toalla”.
Paso a la virtualidad
Foto | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA
Juan Alberto Torres lleva 32 años en el negocio de ropa. Es el dueño de Sacramento Tiendas. Antes de marzo del 2020 el balance era muy positivo: “Íbamos creciendo, habíamos abierto una tienda en Sancancio un poco más amplia, en el corazón del centro comercial; con muchas expectativas y pensando que íbamos cada vez a ampliarnos más en el mercado de Manizales y del Eje Cafetero”.
Llega la pandemia a Manizales y el confinamiento paró todo, pero para reflexionar, aclara Juan Alberto. “Nos dio otro sentido a lo que estábamos proyectando, y si queríamos mantenernos teníamos que reinventarnos y esto fue canalizar todas las energías vendiendo por redes sociales”.
Además de lo estratégico, dice Juan Alberto, la pandemia hizo sacar lo que los empresarios manizaleños tienen: perseverancia. “Cualquier negocio se construye persistiendo y eso nos hizo más fuertes para no tener que cerrar. El mensaje además es que no todo puede ser dinero, que la lucha diaria tiene que ser la vida, que es lo más importante para salir adelante”.
El confinamiento y medidas como el pico y cédula les llegaron de sorpresa, y cada que se aplican lo obligan a prescindir de personal porque las ventas se van en picada. Antes de la pandemia tenía ocho empleados entre oficina y atención al público. Cuando lo decretan tiene que bajar a la mitad, aunque no lo quiera hacer.
“¿El secreto para mantenernos?, no puede decir uno que lo tiene, pero es la constancia, el querer salir adelante, no descuidar para nada la tienda y ayudarnos con las nuevas tecnologías, que no es lo mismo que las ventas directas, pero para sostenernos nos ayudan. Seguro que después de pasar todo esto solo quedará decir que lo logramos”.
De un negocio a dos
Foto | Cortesía Ramiro Yepes | LA PATRIA
Los esposos Aida Inés Nuñez y Ramiro Yepes venían con el restaurante El Petizo en un alza desde finales de octubre del 2019, hasta que empezó la pandemia en marzo del 2020. No le dieron largas al asunto y cerraron. “Nos dimos cuenta de que la situación era complicada y lo hicimos para proteger a empleados, a clientes y a nosotros, con la esperanza de reabrir en dos o tres meses. Entre mayo y junio vimos que situación tendía a empeorar y decidimos liquidar a nuestros cinco empleados legalmente. Hubo un cliente interesado en el restaurante y vendimos”, narra Ramiro.
Ahí empezaron otro camino. En febrero, Aida Inés había viajado a Medellín a hacer un curso en una reconocida pastelería, que luego se les convirtió en negocio. Los esposos empezaron a trabajar en pastelería fina y personalizada, a manejar técnicas para hacer tortas y postres que solo vendían por internet y para amigos y festividades. La aceptación fue tan buena que comenzaron a diseñar empaques especiales y a recrear las tortas con historias. Crearon a Pastelería La Peti, que se consigue por Facebook.
Por otro lado, Ramiro retomó una de sus pasiones y volvió a trabajar como scouting de fútbol (agente de jugadores). Dice que este oficio lo heredó de su suegro hace 10 años y que la pandemia le mostró que tenía tiempo de sobra para esto y se dieron los resultados. Cuenta que en enero logró mandar dos jugadores para Europa, todo trabajando desde casa, viendo videos de jugadores.
“Dejamos una empresa y se convirtió en dos. No hemos sentido el golpe económico gracias al empuje que tuvimos mi esposa y yo. ¿El secreto?, saber hacer algo diferente es muy importante, no quedarse en la zona de confort. Otra cosa es que la vida está llena de oportunidades y hay que lograrlas, sacar de lo malo lo positivo. La cuarentena nos dio lecciones enormes, que por encima del dinero está la salud”.
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