MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
El placer de comer lo satisfacen muchos en Manizales en 12 cuadras de la carrera 23, por donde hay para todos los gustos, paladares y bolsillos. De día o de noche.
Desde la calle 19 hasta la 31 se extienden los vendedores informales de comestibles, según la Secretaría Municipal de Medio Ambiente son 89 ventas autorizadas, pero con solo caminar estas cuadras se ve que pueden ser el doble.
A pie, en carro, en moto o en bicicleta se adquieren estos productos, pues los 20 kilómetros en promedio de velocidad que se manejan sobre esta vía permiten que los antojados compren sin ningún reparo mientras transitan.
Rebusque. Unos cuantos ofrecen en los tradicionales módulos metálicos, casi siempre dulcería y otros productos procesados de marcas comerciales; pero el grueso de la comida por la 23 es de alimentos típicos de la región y otros que obedecen al obligado rebusque.
En carritos con rodachines promocionan pandeyuca casera; la blanca y la negra, para referirse a la gelatina; maní dulce y salado; corcho de Neira; totumas de arequipe. El antojo de este mecato lo puede resolver con $2 mil 500, que cuesta el producto más caro: la tira de 14 pandeyucas.
El llamado mandarinazo (vaso de jugo de mandarina con hielo) pulula en varias cuadras. Los vendedores en su mayoría usan un carrito de mercado para cargar la fruta, los porrones de 15 litros con hielo, el exprimidor, una bandeja, los vasos, las servilletas, los pitillos y una bolsa de basura. La bebida vale $1.000 por vaso, y el fuerte, según dijeron los vendedores, es cuando hace calor y salen entre 30 y 40 unidades al día.
Si está lloviendo, los friolentos también encuentran bebidas calientes. Vaso de tinto a $500 y aromáticas naturales al mismo valor.
De sal y de dulce. En pleno Parque de Caldas se concentran los vendedores de comidas. Frituras en paquete; de papa a $2 mil y platanitos y chicharrines a $1.000; bolsa de crispetas de sal y de dulce a $1.500 hechas por personas que llevan 50 años en este sitio calmando las ganas de niños y de adultos; conos de crema hecha en máquina a $1.000 y a $700; vasitos de helado a $500; conos de dos y cuatro sabores, los más caros a $2 mil 700; carritos de helados y bebidas energizantes que van y vienen y a veces tocan su campana para anunciar el paso.
En medio de todos los colores y olores de estos productos, aparecen colgando o en filas, esperando a que lleguen sus comensales: chuzos de cerdo a $5 mil; plato de chorizo de cerdo con papa criolla, arepa y tomate a $3 mil; perros calientes a $1.000, y picada de carne de cerdo a $4 mil. Albondigas, papada, pasteles de carne; en fin, preparados de sal que la gente puede conseguir hasta el amanecer. Algunos se ven fríos, pero sus vendedores dicen que todo es fresco y que se pone al fogón cuando alguien lo requiera.
Hay días tan buenos, en los que estos informales se pueden vender hasta 200 perros calientes y 30 chuzos. En estos puestos se ven arrumes de paquetes de panes y frascos con salsas rojas, rosadas, amarillas y blancas. Y los dedos de queso a $1.700 y $2 mil 300.
Sanos y frescos
Quien no sea amigo del colesterol también encuentra por la carrera 23 su opción. En varias esquinas hay carros y carretas que exponen frutas frescas para que sus compradores decidan si se las quieren llevar enteras o las quieren picadas en vasos cubiertos por bolsas plásticas para agregarle sal, limón, pimienta o miel; lo que pidan.
Las mezclas también están a la orden. Vasos de salpicón a $1.000, mango en tiritas al que le pueden agregar salsas dulces o sal y pimienta, y se ve el que quiere innovar: "¡michelada argentina de mango!", promocionan en bandejas llenas de vasos plásticos con un líquido verde adentro. Explican que es jugo especial de mango, con sal, pimienta, limón y el "toque secreto", que no pueden contar porque se les daña el negocio. Cada vaso a $3 mil.
El infaltable chontaduro picado o entero con sal, limón y miel; promocionado como afrodisiaco junto al jugo de borojó, que se pueden conseguir entre $1.000 y $2 mil.
Y la nueva modalidad, la olla pegada al fogón de carbón. La carga Tulio Ríos llena de albóndigas con papas y arepas, bofe, chicharrones y picada; todo caliente. No se estaciona en un punto fijo, recorre estas 12 cuadras hasta que termina con lo preparado. Lo más caro en la olla de Tulio es de $2 mil y los clientes lo rodean de día o de noche para calmar sus antojos o el hambre.
Pululan
Según el secretario Municipal de Medio Ambiente, Diego Fernando González, los 89 vendedores informales, entre estacionarios, semiestacionarios y ambulantes, que hay por la carrera 23, están distribuidos así:
Dulces 42
Fruta picada y jugos 11
Alimentos preparados en la calle 13
Perecederos 23
Sin embargo, reconoce que hay mucha ilegalidad, pues los que se ven por estas calles son muchos más, que tratan de frenar con los controladores de espacio público.
Algunos no cumplen
Héctor William Restrepo, secretario de Salud Municipal, dice que hacen inspección, vigilancia y control de los alimentos que la gente consume en estos puestos callejeros. "Exigimos que quienes tengan autorizado un puesto de venta de comidas tengan el curso de manipulación de alimentos que damos en la Secretaría, y hacemos las visitas para verificar cómo están manipulando el agua, que tengan registro del Invima, buenas prácticas de preparación de los alimentos, los vencimientos de los productos y productos sin mal aspecto. Si encontramos que alguno incumple se decomisan los productos y sus dueños pueden tener multas que van desde un salario mínimo hasta el cierre del negocio".
Restrepo agrega que todos los vendedores de comidas tienen que portar gorro, tapabocas, guantes y delantal blanco, que no se los pueden quitar mientras estén en esta labor. Sin embargo, se podría decir que muy pocos cumplen.
Recomienda que si alguien se acerca a un lugar de estos y ve mal aspecto, olor, color o mala manipulación se abstenga de comprar y consumir. Puede formular una queja en la Secretaría de Salud, ubicada en el piso 4 del Centro Cultural del Café, junto al edificio de la Alcaldía de Manizales.
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