Agradecimiento y tributo a mi gran Caldas
Por Luis Fernando Arboleda González
Estimados amigos y amigas caldenses:
Doctor Nicolás Restrepo Escobar y familia del diario La Patria
Hoy es un día de esos que quedan marcados en la vida de una
persona.
Hoy es un día en el que me siento más caldense que nunca.
Hoy es un día en el que me siento más manizaleño.
Hoy es un día que, además, demuestra que para trabajar por
Caldas no es necesario vivir en la capital del Gran Caldas.
Y esa es una gran noticia. Los caldenses somos tan grandes
que no necesitamos vivir en el departamento para ser
nombrados “Caldense del año”.
Hemos amado nuestra educación, nuestra familia, así como
amamos ahora a nuestros hijos. Nos fue dicho, y lo vivimos,
que nacemos, crecemos y tenemos nuestro ser en nuestros
semejantes.
Manizales, Iglesia La Inmaculada, julio 31 de2013, recibimiento del Caldense del año2
Y somos afortunados de tener este protagonismo en el Gran
Caldas, región privilegiada en el sentido espiritual, cultural,
económico y político a través de toda su historia, la que estamos
devolviéndole como nuestro propio tributo.
En un comienzo, nuestro departamento, allá por el año 1905,
ya poseía sus propias connotaciones humanas, geográficas,
económicas y culturales, las que caracterizaron su identidad en
la década del veinte. Y entonces fuimos el corazón de
Colombia, en la empresa, en la banca, en el café, en el
transporte, en el emprendimiento cultural, en la religión y en la
política, siempre bajo el resplandeciente marco andino de
nuestro Nevado del Ruiz.
Fuimos tan importantes en el concierto nacional que Carlos
Eduardo Pinzón, El Rey del Café de Colombia, en esa década
gloriosa de 1920 a 1930, comandó la llamada Escuela
Económica de Caldas, que con los Bancos de Caldas y el Banco
del Ruiz, emitieron papel moneda de aceptación y circulación
nacional. Manizales, gracias al café, fue la segunda ciudad de
Colombia en depósitos en cuenta corriente.
Este corazón de Colombia fue entonces asociado con nuestra
querida catedral, y como dijo el padre Fabo, uno de los mejores
cronistas, con nuestros bueyes y poetas. Todo esto se plasmó
en una destellante arquitectura y en el don de nuestras gentes.
El Gran Caldas era el primer productor de café; los cargos
directivos del gremio cafetero, en todas sus ramificaciones, eran
ostentados por caldenses; tuvimos la famosa Escuela
Económica de Chinchiná, quienes dominaron ampliamente el
panorama económico del país, cuyos miembros principales
eran Manuel Mejía Jaramillo, Míster Coffee, Arturo Gómez
Jaramillo, Hernán Jaramillo Ocampo, Germán Botero de los
Ríos entre otros; en la política también fuimos destacados: en
las directivas de los partidos, en los gabinetes ministeriales en
el mundo diplomático, sobresalían los caldenses.
Y nuestra bonanza, en todos los campos, por falsos
protagonismos y equivocadas decisiones centralistas de los
gobernantes locales, además de la competencia y recelo de la
dirigencia antioqueña, valluna y bogotana, quienes empezaron
a azuzar ese inconformismo del Quindío y Risaralda, para
desplazarnos del papel protagónico nacional que teníamos,
recibió el embate doloroso con la segregación. Nuestro
pequeño territorio fue dividido y también todos nuestros
propósitos e ideales.
Desde esa nefasta época, es como si debiéramos emprender,
cada uno por nuestra parte, la marcha desde el comienzo. Y en
cada parte una nueva clase política ensayó de nuevo el destino.
Pero lo que no ha logrado desvertebrarse nunca es nuestro eje
espiritual y económico y esa capacidad de reconstrucción
probada en forma notable por incendios, terremotos y por
debacles sociopolíticas.
Y aquí estamos porque seguimos siendo hijos del Gran Caldas,
cuya necesidad se siente a través de nuestra geografía y de
nuestros estamentos sociales y humanos.
Todos sabemos que es imposible reconstruir ahora la Gran
Colombia, y volver a hacer el mapa bolivariano, pues nuestras
repúblicas hermanas ya probaron su madurez y
autodeterminación, igual afirmamos ahora que nuestros tres
queridos departamentos también la han alcanzado, y por esa
misma madurez, de la cual somos muy conscientes ahora,
podemos retomar la senda de la reconciliación por las vías del
desarrollo, de la macroagroindustria, del emprendimiento
tecnológico, y de la necesidad de un redimensionamiento a
gran escala de la agricultura, la industria y el comercio a unos
territorios más inteligentes. Y acaban de reconocernos a nivel
mundial el paisaje propio para aprovechar esta coyuntura
histórica porque este corazón de Colombia ahora es patrimonio
de la humanidad, como Paisaje Cultural Cafetero.
Esta noche podemos recordar con nostalgia guerrera, porque
nuestra historia es reciente, que nuestras muy anteriores
generaciones rompieron con tesón los aires andinos con un
cable aéreo, Manizales-Mariquita, con una extensión de 71
kilómetros, inaugurado en 1922, que fue un hito mundial. Se
perforaron las laderas andinas para construir el Ferrocarril de
Caldas, cuya primera locomotora, La Pichinga, arribó a
Manizales en 1927, mucho antes de que existieran las
carreteras.
Tuvimos una flamante escuela de bellas artes, y conjuntos
sinfónicos, y construcciones palaciegas. Nuestros bancos
fueron la sangre monetaria de un país que estrenaba república.
De la sangre cafetera de la Mariposa Verde se empezó a nutrir
la industria y el comercio de toda Colombia, acercando el Viejo
Mundo a nuestras breñas. Porque unimos el corazón andino
con Europa, a través del Magdalena y el mar caribe.
He mencionado en esta grata noche la nostalgia guerrera y la
nostalgia del caballero, porque no es solo romanticismo ni
historia, porque nuestra intención ahora es la de reeditar y de
actualizar esa condición nuestra a la que ahora todos llamamos
emprendimiento, y he dicho que somos hijos vivientes de una
generación reciente que nos dio la cultura y la educación y los
valores para poder vivir con dignidad, solidaridad
universalmente. Porque siempre hay dos vertientes en la
evolución de toda persona y de todo conglomerado humano y
una es la de dotar a los seres humanos de la capacidad de
servicio para que podamos pensar en parámetros como
desarrollo, ecología, globalización, ciudades y regiones
sostenibles. Pero hay otra que a veces olvidamos por ser
demasiado objetivos y es la de incrementar la capacidad de
amar y de servir para rendir tributo a nuestros padres y a la
sociedad. A cada uno de nosotros se nos fue brindando, en este
medio que acabamos de describir, un capital humano,
profesional y social entre el hogar y el aula, y nuestro ejercicio
para incrementar el mismo en la ciudad, en la comarca, en
Colombia y el mundo.
Aprovecho esta ocasión feliz para convocar a nuestras tres
generaciones presentes, para que suscitemos una ola general6
que lleve a la reconstrucción del Gran Caldas, pues creo que ya
hemos logrado la mayoría de edad. Entendamos a fondo qué
es el verdadero liderazgo, porque debemos cuidar que
nuestros propósitos sean colectivos, no individuales, y curarnos
de un falso sentido de competencia que fue lo que nos llevó a
la segregación. Los signos de los tiempos hablan de
globalización, competitividad, de universalidad y de
mancomunidad y de territorios inteligentes; y como dice el papa
Francisco, de un servicio desinteresado que sólo busca el bien
de las personas, no intereses particulares.
Están abiertas las puertas hacia el futuro en todas partes y
nosotros, desde nuestra autorizada jerarquía, estamos
dispuestos a la suficiente promoción y cristalización de estos
impulsos de progreso y de desarrollo. Y sabemos cuán
importante es estudiar y trabajar para proyectarse en esta
sociedad, en esta Colombia, desde nuestro siempre muy
querido Departamento de Caldas. Por eso estamos recordando
nuestro reciente protagonismo, el que se me reconoce hoy
porque estoy dando testimonio de agradecimiento, señoras y
señores. Este es para mí el sentido de la palabra
reconocimiento.
La palabra tributo también conlleva un alto sentido de
responsabilidad moral y profesional. Ojalá que los medios
tecnológicos de ahora sean puestos en manos de todos los
ciudadanos que tengan esa capacidad, esa vocación de
servicio social. El futuro es nuestro y Caldas ahora sigue siendo
grande porque es el corazón de nuestra querida Colombia.
Si la literatura fue el canal propicio para que las ideas y los
sentimientos de los pueblos fueran dados a conocer al mundo,
como la misma historia del corazón humano, así el periodismo
se convirtió, en pleno siglo XX, en el medio orgánico y efectivo
para la globalización y la libre autodeterminación de las
naciones; así pues, el periodismo es nuestra literatura viviente
de hoy, porque es el mediador entre las gentes y sus
gobernantes; por eso debemos agradecer hoy el poseer un
medio vivo de esta difusión de ideas y de conocimiento como lo
es La Patria, nuestro periódico tan querido como nuestra propia
geografía, nuestra catedral, nuestro nevado y nuestro Once
Caldas del alma. Y con este corazón hidalgo agradezco
profundamente, al jurado y a los directivos de La Patria, este
reconocimiento.
Y es aquí donde quiero hacer una pausa y contar que durante
los últimos años, he trabajado junto a todo el equipo de Findeter,
la Financiera del Desarrollo, para lograr que Colombia sea un
mejor lugar para vivir.
Durante los últimos años de trabajo y compromiso, que me han
permitido el honor de recibir este reconocimiento, está
íntimamente ligado a Findeter.
Por eso puedo decir que este reconocimiento es para mí y para
mi equipo humano de Findeter. Porque en nuestra Entidad8
encuentran un aliado para la productividad y la sostenibilidad.
Nuestra misión es apoyar el desarrollo sostenible y generar
bienestar en las regiones.
En acto de total honestidad y gratitud, debo hacer un
reconocimiento a otro caldense ilustre, un líder de esta región
que está trabajando para lograr un país mejor, y que está
presente entre nosotros, Roberto Prieto Uribe, representante de
Colombia y Perú ante el BID. Gracias a Roberto logramos hacer
una alianza estratégica entre el BID y Findeter, de cuya sinergia
salieron proyectos que se están volviendo realidad como el de
las Ciudades y Regiones Sostenibles y Competitivas, entre ellas
Manizales, Pereira y próximamente Armenia
Me colma de orgullo este reconocimiento porque me devuelve
de lleno a mis raíces caldenses. Y estoy emocionado porque es
un homenaje al trabajo que un caldense hace por construir un
país mejor.
Por eso, en el momento de aceptar este premio, quiero hacer
un llamado a todos los caldenses a que trabajen por construir
una Colombia más justa, moderna, segura y solidaria.
Debo decir que solo una gran mujer permite que un hombre
alcance metas difíciles, pues siempre está apoyando
sosteniendo y animando cuando las tareas se ponen complejas.
Públicamente quiero agradecer a María Victoria (Vicky) y a mis
hijos Felipe y Laura, Daniel y Martin su comprensión, cuando no9
he podido dedicarles más tiempo. Y a mi gran debilidad Felipe
Junior.
Y no olvidar que para este ser humano que está presente entre
ustedes esta noche existe también otro símbolo viviente de mi
formación y de cuyo amor e interés se ha surtido este ciudadano
hijo, y me refiero a don Alonso, mi padre, porque en esta tierra
mía lo que es para ustedes la catedral, el nevado y el Once
Caldas, lo es él, el tronco de esta Arboleda, mi familia, cuya raíz
profunda lo fue, Martha, mi madre.
Detrás de cualquier acción humana loable esta la ayuda de Dios
Nuestro Señor, a quien debo reconocer como el artífice último
de estos años de trabajo al servicio de un pueblo que amo y al
cual he querido entregar mi vida.
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