MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Las noches no son hoy las mismas de hace un año y dos meses, antes de ser abusada por siete hombres y de que le pegaran 58 machetazos distribuidos en cabeza, nuca, espalda, brazos y piernas.
Los responsables son miembros de la guerrilla que se la llevaron a la fuerza de una casa en zona costera y la dejaron en cautiverio un mes y una semana. Ella no aguantó y se les voló.
Va a cumplir 15 años el 18 de este mes y sueña con una fiesta de celebración, como cualquier adolescente. Es colombiana, pero por razones de seguridad no se difundirá su nombre ni el sitio donde ocurrieron estos macabros hechos.
Su ángel de la guarda es una madre cabeza de un hogar tutor en Caldas, programa del ICBF para el restablecimiento de derechos de menores de edad reinsertados o que hayan tenido algún vínculo con grupos guerrilleros.
No es su hija biológica, pero como si la hubiera tenido en sus entrañas, le preocupa que se recupere de las marcas que le dejaron en el cuerpo, en la mente y en el alma. En ocho años siendo madre tutora ha tenido siete adolescentes, pero ninguno con una historia tan dramática.
Vileza
Hasta los 13 años los días de la adolescente transcurrían lentos, como en todo municipio donde hace calor. Hija de una familia pobre, huérfana y en manos de abuelos y tíos que no le dieron importancia a bautizarla ni a proporcionarle educación, siquiera para que aprendiera a leer y a escribir. Su escuela fueron los juegos de las calles con otros niños.
Su abuela se la llevó un día para otro municipio, en zona costera, en el que encontró la desgracia. Una columna guerrillera la reclutó. Dice ella, para una finca en donde tenía obligaciones, recibía castigos y aprendía lo que no quería: manejar armas para matar personas.
Cuenta que sus deberes eran cuidar la zona, algo así como vigilar espacios donde los guerrilleros tenían relaciones sexuales con mujeres y entrenar como los soldados. “Les dije que me quería regresar y me contestaron que no era cuando uno quisiera. Vi matar a unas 10 personas porque querían regresarse. En todo un día hacíamos dos turnos, dormía unas cinco horas y tocaba levantarse a media noche”.
De los castigos, recuerda que los amarraban unas cuatro o cinco horas en un poste donde hubiese hormigas “piconas”. Llegó a estar hasta con 20 niños. Cuando vio la oportunidad de fugarse la aprovechó. Desamarró a otros niños y todos salieron corriendo.
Los persiguieron los guerrilleros. Ella se escondió en una casa, pero hasta allí llegaron los siete hombres que la violaron y le partieron piel y huesos a punta de machete. De las 58 heridas que le dejaron recuerda que su cabeza sangraba; que al levantase del suelo, donde quedó, vio un dedo suyo y lo recogió; que su cabeza tenía que sostenerla con una mano, si la soltaba se le desprendía debido a las profundas cortadas que le hicieron en la nuca, y de su mano izquierda solo le quedó un dedo, el índice. Los demás se los cortaron. En la mano derecha también le cortaron el meñique.
Los machetazos le alcanzaron la espalda y las piernas, 14 meses después las cicatrices se los recuerdan. En el sitio de los hechos vio niñas muertas, también a punta de machete. Sangrando y muy herida, caminó hasta la primera casa que encontró. Un señor la vio y salió despavorido por lo que observaba, pero al parecer fue quien la auxilió al avisar a las autoridades. La adolescente despertó en un hospital donde le salvaron la vida.
Gente buena
Pasados los momentos más críticos en materia de salud fue enviada al ICBF, que la remitió a un hogar tutor en Caldas, pero donde no la quisieron seguir albergando por no controlar esfínteres en las noches.
El ángel de esta adolescente fue consultada y no dudó en llevársela. Es una madre que se casó a los 15 años, tuvo al primero de sus tres hijos a los 16 y enviudó a los 20. Sus hijos ya están casados.
No duda en abrir las habitaciones de su hogar tutor para el menor de edad que lo necesite. De hecho tiene a un joven que fue guerrillero. “Prefiero estar ayudando a los niños. Si no se les da la oportunidad no van a cambiar. Uno tiene que hacer el esfuerzo y colaborarles”.
A la alacena donde guarda el mercado tuvo que ponerle llave, pues la adolescente empezó a robar mercado para llevarlo a sus familiares que también viven en el mismo municipio en condición de desplazados, pero que no quieren hacerse cargo de ella. Otro día la encontró sacándole plata de su billetera.
“La psicóloga me explica que estos comportamientos son propios de personas que han vivido esos hechos. Por eso lo que hago es corregirla y no dejarle cosas para tentarla”.
En las noches, la menor siente tanto miedo que debe dormir con el televisor y una lámpara encendidos. Las pesadillas son frecuentes y también debe usar pañales desechables, un descontrol originado en la violación. “Una noche ella vio algo y empezó a gritar que ahí venían... Finalmente no era nadie”.
La madre tutora empezó a tocar puertas y encontró apoyo en Teletón, donde a la menorle ayudan a recuperarse de la pérdida de sus dedos. Ya hablan de la posibilidad de una prótesis. También está en tratamiento con psiquiatra y recibe medicación para superar los traumas.
Estudia en un aula especial de un colegio público, pero debido a su analfabetismo ha tenido que enfrentar duras pruebas. “Un día salió para el colegio, pero como no sabe leer tomó un transporte para otra parte, a la salida del municipio. Se tuvo que bajar, y caminar desde ahí hasta la casa. Llegó como a las 7:00 de la noche”.
La estrategia de la tutora es compartir muchos momentos con la menor, salir a caminar, hablar y ponerla a realizar actividades lúdicas. La adolescente, con un pensamiento madurado a punta de las circunstancias, dice que es muy duro, pero que no les tiene rabia ni odio a los hombres que le hicieron todo esto.
Como todo lo que se aprende en un hogar, responde en la misma tónica de su madre tutora: “hay que darles una oportunidad”.
De los 15
La madre tutora cuenta que empezó a planear la fiesta de 15 años, pero como es un evento que demanda tanto gasto buscó ayuda en almacenes para que la apoyaran con un vestido para la adolescente. La dueña de un establecimiento le respondió que allí no hacían obras de caridad, por lo que tuvo que salir con las manos vacías.
Se le ocurrió ir a una emisora popular donde expusieron el caso y empezaron a repicar los teléfonos ofreciendo ayudas. “Un taxista llamó y dijo que aunque no ganaba mucha plata a diario, donaba para la fiesta $50 mil, y así fueron ofreciendo cosas. Les dije que no estaba buscando plata, sino que quien quisiera darle un regalo de cumpleaños a la niña estaba atenta”.
No faltó la mano amiga y a esta madre tutora la llamó una mujer que representa a una entidad social y le ofreció celebrarle a la adolescente los 15 años más preciosos, además de bautizarla ese día.
Sustento
El ICBF le da a una madre tutora por tener en su hogar a un niño o adolescente desmovilizado la mitad de un salario mínimo ($344.727), y para la manutención aportaentre $350 mil y $400 mil para alimentación, medicamentos, elementos de aseo, recreación y útiles escolares. Luis Eduardo Céspedes de los Ríos, director en Caldas del ICBF, indica que en total en cada niño invierten $1 millón 50 mil. “Además asumimos el costo del equipo psicosocial para la atención que requieran, y una dotación de cobijas, almohada y ropa de cama. La madre tutora, por su parte, tiene otros apoyos. Aunque viva en otro estrato los servicios públicos se los clasifican como si viviera en estrato uno, y puede vincularse al Sisbén”.
Los menores de edad pueden quedarse en los hogares tutores hasta los 18 o 19 años.
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