Niños y jóvenes han logrado reexistir a pesar de las dificultades en esta parte del mundo y sus voces se alzan para pedir cambios sociales, es lo que se concluye de la III Bienal Latinoamericana y Caribeña de Infancias y Juventudes que concluyó ayer en Manizales.
"Ha sido una experiencia fundamental para la instalación de diálogos, propuestas, reexistencias que entretejen la academia con lo lúdico, lo estético, lo ético y lo político", indicaron ayer expertos al cierre del evento en el Teatro Los Fundadores. Después de cuatro días de trabajo y de compartir experiencias, resultaron tres manifiestos cuyos ejes centrales son:
La paz para nosotros es muy importante, sobre todo llevarnos bien con las personas, estar en armonía, hacer las cosas en equipo. La voz de los niños grita de muchas formas a lo largo del territorio, por las crisis que viven de maltrato infantil. El trabajo por la infancia no debe ser una actividad difícil sino una reflexión de escuchar sus voces.
Tomamos la historia en nuestras manos para cuestionarla. No hemos heredado el miedo que hizo resistir a nuestras ascendencias, el rigor de la dictadura y de las violencias políticas, pero sí heredamos su capacidad y compromiso con la memoria y con la vida. La juventud existe y resiste. Existe en la reflexión académica; reexiste en las experiencias y vivencias. Hacemos un llamado a desterrar el feminicidio, la homofobia y el racismo de nuestros territorios, a defender la paz como el horizonte de nuestra época y a construir una sociedad en donde prime la vida por encima de la muerte.
América Latina y El Caribe siguen siendo territorios marcados por las desigualdades, las democracias obscurecidas y lastimadas, ante las cuales nos reinventamos y reexistimos. A pesar de estas realidades, en esta Bienal se hicieron presentes emergencias y expresiones de reexistencias en la voces de niños y jóvenes que han demostrado su capacidad para producir otras realidades, para instalar formas alternativas de ser, aparecer y presentarse ante nuestras sociedades.
Invitamos a formuladores y operadores de políticas públicas a reconocer a los niños y jóvenes como sujetos y protagonistas capaces de participar en las decisiones. Los niños y jóvenes claman por se escuchados, por vivir, por permitirles soñar, por dejarlos pensar en futuros posibles.
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