MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Francisco Sierra y Javier Idárraga siguen compartiendo penas y alegrías. Se conocen desde niños, cuando caminaban a pie limpio y las navidades se las gozaban gracias a los vecinos.
Francisco tiene 73 y Javier 71. Se casaron y tuvieron hijos, pero ya están viudos, y sus familias poco los visitan. Cada uno dice que vive en una pieza en el Centro de Manizales.
"¿Qué cómo era la Navidad?, una maravilla. Había pólvora, fiestas en las casas y mataban marrano en la calle por todas partes. La gente pasaba natilla y buñuelos a los vecinos", cuenta Francisco ya con un hilito de voz por una enfermedad que padece.
Javier lo escucha, y sus recuerdos parecen activarse a medida que su amigo habla, y agrega: "Organizaban unas mesas grandes con dulces y comidas, mucha fritanga. La gente le ofrecía al que pasara".
Del Gobierno para...
¿Y del Niño Dios? Se acordaron que existían patronatos, fundaciones que hacían obras sociales. "Eso fue en el Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla (1953 a 1957), nos daban regalos a los niños pobres. Eran trompos, balones, pistolitas de agua, camisetas", narra Francisco, cuyo hogar era de 13 hermanos y poco les alcanzaba a sus padres para darles obsequios; tampoco al de Javier, aunque fue hijo único.
"Como éramos de familias tan pobres los vecinos nos llamaban y nos decían: aquí está el aguinaldito", dice Javier.
"Con cajas de betún hacíamos carritos para jugar", agrega Francisco.
Parte de los regalos eran producto de la asistencia a las novenas al Niño Dios. "Estripábamos tapas, les hacíamos rotos con una puntilla y las insertábamos en un alambre para hacer bulla en las novenas. El que más hiciera, era el que se ganaba los regalos y los dulces", sigue rememorando Francisco.
Boom
Para estos amigos, eran navidades más sencillas. "La gente salía con costales a coger musgo para los pesebres. Eso era por Bosque del Norte o por Villamaría", señala Javier.
"En todas las casas, por pobres que fueran, había un pesebre. El árbol era un chamizo que se forraba con algodón y se le colgaban bombas. Debajo, las mamás ponían cajas vacías envueltas en papel regalo para que los muchachos se ilusionaran y fueran a las novenas", indica Francisco.
Ni en las casas ni en las calles había adornos navideños, y menos luces que representaran la Navidad. "Solo era la pólvora, y era tanta que la gente brincaba porque a todo el mundo le tiraban papeletas prendidas. Yo andaba con los bolsillos llenos de papeletas, una gruesa que costaba 15 centavos. Y nadie se quemaba como ahora", describe Francisco. "Pasábamos por las cantinas llenas de borrachos y las tirábamos adentro para que salieran corriendo", menciona entre risas Javier.
Acuéstese
"Mijo, acuéstese y duérmase para que el Niño Dios le traiga. Decía mi mamá las pocas veces que me pudieron regalar algo. El 25 todos los niños madrugaban a la calle con lo que les había traído, muchos en triciclos, que era lo más caro. Me preguntaban: ¿Y a usted qué le trajo? No, nada, contestaba. Le voliaban cola a uno", expresa Javier.
Son muchos los recuerdos, pero poco lo que queda de esas épocas. Hoy, en plena Navidad, estos hombres llegarán a sus sitios de habitación hacia las 7:00 de la noche y se acostarán a ver televisión mientras se duermen. "Ya no hay qué hacer ni quién comparta. Ya estamos viejos y enfermos", concluye Francisco. Los dos se quedan mirando a lo lejos en el Parque de Caldas, su punto de encuentro.
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