Eduardo Escobar durante la Cátedra abierta Grandes temas de nuestro tiempo. Foto|Darío Augusto Cardona|LA PATRIA
Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA | Manizales
Su mochila y su sombrero aguadeño lo delatan como un hombre sencillo, aunque él se diga que no lo es. Su afán para escaparse de los lugares de encierro lo muestran como el fumador que sigue siendo. Su manera de citar autores, uno tras otro, hasta en los temas más triviales, dan cuenta de su erudición.
Mientras Eduardo Escobar escuchaba La Nigua, canción de Ana María Naranjo, hacía caras sobre cosas que él no sabía de este animal y que ella describe. Luego confiesa: "Yo muy chiquito tuve niguas, conocí amigos que las tenían y eso como que rasca delicioso".
En su conferencia, el lunes en la mañana en el auditorio de la Universidad Nacional, como parte del ciclo Grandes Temas de Nuestro Tiempo - De los presocráticos a Pessoa, Escobar dijo que el demonio sigue siendo fundamental en nuestra sociedad y algo de eso cuenta también en su más reciente libro Cuando nada concuerda.
Los demonios
"El demonio arquetípico como lo pintaron, que habla de la gran capacidad del creador para la caricatura, con cuernos, cachos, cascos de cabra, es una dimensión, pero el mundo moderno y la psicología siguen hablando de una formación metafísica del diablo que está en las capas internas del cerebro".
Sigue la crítica al imperio: "un grupo de pandilleros multimillonarios norteamericanos que deciden bombardear un país, donde hay un poco de niños, ancianos, y deciden molerlo a bombas, no puede sino ser la supervivencia del demonio, eso tiene que ser diabólico".
Anota que él, que fue seminarista y que tuvo la ambición de ser santo o papa, al salirse de eso entró en una profunda crisis: "al demonio lo vi después, cuando las épocas del LSD, y es bastante desagradable el personaje. Creo que los católicos, más que los protestantes, aprendimos a vivir con esa figura, es como un camarada necesario".
Cuando tenía 14 años se contó entre la semilla que dio origen al nadaísmo. Sonríe cuando se le menciona que ese movimiento era señalado como la encarnación del demonio por la conservadora sociedad colombiana de mediados del siglo pasado. "El demonio a veces señala como diabólico lo bueno, nosotros vinimos precisamente a eso, a develar las mentiras y a evidenciar que vivíamos un mundo injusto, donde la divinidad era utilizada por los antioqueños de la Andi para hacer negocios y por la Iglesia para mantener oprimido un pueblo, en la resignación y la miseria".
Misticismo en el profeta
Gonzalo Arango al final de sus días había vuelto a un misticismo extraño que de hecho lo alejó de algunos amigos. "Gonzalo le dijo en una carta a su mamá que lo que quería cuando nació el nadaísmo era crear un cisma en la Iglesia Católica. Él siempre fue, dijo alguien, un cordero con piel de lobo, un buen hombre que se disfrazaba para asustar".
Algo similar plantea sobre Jean Paul Sartre en su nuevo libro, de quien dice: "con todos sus problemas, su alcoholismo, su afición por las pastillas psiquiátricas, por las alumnas de la universidad, aun así, si dios existe debe estar en mejor lugar que muchos cardenales nuestros y arzobispos. Era un hombre más puro y más entregado a los demás que muchos hombres de iglesia".
A Humberto de la Calle se le ha mencionado como nadaísta, pero no reconocido por los fundadores. Ese caldense tiene a cargo la tarea de concretar un acuerdo de paz con las Farc. Escobar dice que no lo conoció en esa época, pero que parece que sí estuvo cercano a los nadaístas que estuvieron aquí, "pero siempre es una esperanza que ese hombre esté firmando la paz, y si es así, pues lo volvemos nadaísta ad honorem", decreta.
Este columnista de El Tiempo y colaborador habitual de Soho dice que el país tiene que solucionar un poco de problemas antes de encontrar la verdadera paz.
Los Desquite de siempre
Sus reflexiones dan pie para recordarle la Oda a Desquite, escrita por Gonzalo Arango hace medio siglo, y que le permitió a Escobar escribir una columna sobre ese texto que le hace reconocer que el fundador del nadaísmo sí era profeta, de lo que se las daba. "Yo no he vivido sino bajo el horror de la guerra; Simón Bolívar no hizo sino prolongar una violencia con eso de su guerra a muerte, era un sanguinario, un resentido. Cómo puede ser sana una sociedad en donde en cada parque hay un militar o un abogado, nunca un científico, o un escritor, o un hombre que haya cantado, o un pintor".
Por eso recomienda bajar de los pedestales a todos esos tipos que se han dedicado a la rapiña, a la artimaña legal o a la guerra, y exaltar a las personas que han construido en realidad alguna cosa, para que nuestros niños no crezcan a la sombra tutelar de los guerreros.
Este Escobar, como Pablo, nació en Envigado y por eso escribió Apología de Envigado, texto en el que confiesa que ese municipio nunca fue tan inocente y que el primer crimen masivo que ocurrió lo cometió un pariente suyo en 1873. "Daniel el hachero mató a una familia completa por un chisme de que habían encontrado un tesoro. Y cuando yo era muy niño, mi madre me mostraba un primo de mi papá, uno de los que quemó a Rionegro".
A punto de salir de la cárcel se encuentra el mayor sicario de Pablo Escobar, Popeye, que en una declaración escabrosa en la revista Semana confesó unos 300 asesinatos por propia mano. ¿Qué hacer con personajes como esos?
"Estos tipos no son culpables de nada, son consecuencia de unos valores torcidos que han alimentado las personas desde que nacieron. Los poetas y los nadaístas tratamos siempre de restaurar otro tipo de valores y en ese sentido pienso que las cárceles no hacen sino prolongar el sufrimiento y la injusticia de una sociedad".
Para él debería haber reformatorios con tratamientos psiquiátricos, con educación, donde se le obligara al delincuente a aprender a trabajar, a amar el trabajo, a formarse interiormente, porque un tipo que es capaz de matar por dinero o poner una bomba en un centro comercial para matar indiscriminadamente a un poco de gente inocente tiene que ser enfermo. "Ese debería ser el sentido verdadero de la justicia, restaurar esas personas, no condenarlas. Nuestra justicia inclusive es benévola, en Estados Unidos es una cosa terrible. Esas sociedades calvinistas ejercen sobre el delincuente como una venganza, lo envuelven en cadenas, le prohíben el sol, no existen las visitas conyugales, los privan de su sexualidad y los convierten en unas fieras peores".
Quienes conocen a Eduardo Escobar le reconocen su gran capacidad para entender la música, de ser un melómano consumado, pero dice que la música es para oír y no para hablar de ella. "No puedes transmitir la esencia de una canción por medio de palabras, por más esfuerzos que hagas. Exploro mucho la música moderna y antigua, porque la música es inagotable. Uno oyendo emisoras culturales todos los días escucha compositores distintos que nunca había oído mencionar". Anuncia que buscará La Nigua, de Ana María Naranjo. Le quedó sonando.
Entre libros y autores
Escribió alguna vez que de la generación enferma y apaleada que siguió al nadaísmo solo rescata al poeta Gómez Jattin, del que fue buen amigo. "Toda esa poesía suya es fruto de una esquizofrenia tremenda, y de una generación golpeada, como todas, los nadaístas también lo fuimos".
Escobar arremete cada tanto contra Borges, del que dice en su nuevo libro que es un escritor decorativo. "Hay mucha gente que no me comprende eso. A mí, Borges me parece un escritor admirable y, a veces, cuando necesito escribir un artículo de urgencia, me pongo a leerlo y encuentro un tono. Él es un sabio en la escritura, me asombra su perfección, su manera de tratar un tema, pero Borges no te transforma, no te estremece como un Ferdinand Céline, un Rimbaud, que uno cierra el libro y es como si lo hubieran metido en un baño de agua regia, queda purificado. Para mí, la literatura es eso, una catarsis que te transforme, Borges es como esas chocoloatinas muy finas, muy exóticas, que uno disfruta mucho, pero no".
También dice que Fernando González y León de Greiff fueron dos problemas para los nadaístas que querían derrumbarlo todo y se encontraron con estos personajes. "Creo que fueron los dos escritores que nosotros respetamos en el canon de la literatura nacional, pero, por ejemplo, Fernando González sigue siendo despreciado por el canon bogotano".
Reconoce que en este país no hay verdaderamente una crítica, sino que la gente se mueve por emociones, si es amigo o no, por simpatías muy subjetivas, señala a personajes como Juan Manuel Roca que tratan de negar a De Greiff para poner como el poeta moderno a Luis Vidales y eso no tiene sentido. "La obra de Vidales es una obrita simpática, pero León de Greiff es de los más grandes poetas de la lengua castellana en todos los tiempos, vasta, rica, llena de belleza recóndita, que enriqueció el lenguaje, que mantuvo vivas muchas palabras antes de morir, llenas de humor, de gracia, de genio. Somos muy ingratos los colombianos con nuestros grandes hombres", anota.
Se vio tentado por Amílcar Osorio -otro nadaísta- a llamarse León Cra, pues su segundo nombre es León, pero no incurrió. Hubo una época en que ponerse sosías era normal, lo hicieron el mismo González y De Greiff, así como Pessoa, hasta X-504, que hoy se hace llamar Jaime Jaramillo, pero en este tal vez era timidez: "como era funcionario público, por mantener su trabajo le parecía más cauto que sus compañeros no se enteraran que estaba involucrado con el movimiento nadaísta, porque eso posiblemente le hubiera ocasionado la pérdida del empleo".
De Pessoa reconoce que sabe poco, aunque ahora lo lee mucho, pero con juicio solo ha leído el Libro del desasosiego, que lo ha llevado a interesarse en la personalidad del portugués, más que en su poesía. "Debió ser un hombre muy solitario, un solterón rarísimo. A un amigo mío le dieron el honor de dormir en la cama de Pessoa y a mí francamente no me gustaría, me da como fastidio, porque no me imagino las noches de Pessoa, debían ser muy retorcidas".
Cuando nada concuerda es un paso por la literatura, sus autores, del siglo XX, pero lo tiento a decir si ya ha leído algo en este siglo que le guste: "Hombre, no. Ni en el siglo XX al final vi nada que me interesara especialmente. Creo que la literatura está en una inmensa crisis, no la literatura, el arte todo, la filosofía, la pintura, la música, no te puedo decir ahora un escritor que me haya impresionado". Tal como decían los mayores de los nadaístas en el siglo pasado y hoy son leyenda viva. Para la muestra, Eduardo Escobar.
El dato
Escuche la entrevista completa en el programa #Periodismos el próximo lunes a las 11:30 a.m. Por la emisora Radio Cóndor 1540 AM o por internet
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