Si a un animal se le entrena para ser asesino, su única respuesta será matar. Si una sociedad se empodera del odio y la ira como forma de acción, la suerte será la misma que la del animal asesino.
Es imposible desprenderse del tema país para entrar a analizar otros, que sin duda importantes, deben postergarse para tratar de centrarse en un conflicto que ya va a cumplir un mes.
Nada ha cambiado desde la convocatoria a la paz, no hay más voceros, no hay acuerdos visibles, la violencia no cesa y las agresiones no se han detenido. Seguimos encasillados en la proyección de culpas entre adversos, sin que nadie sea capaz de ceder en cada uno de sus ruedos y reconocer que los excesos pertenecen a ambos.
Un país detenido por el odio
Cada día que avanza, el odio sigue siendo la consigna y la confrontación armada en algunas calles del país, mientras otras se mantienen lejanas a las acciones radicales de algunos grupos. Los problemas por los cuales se iniciaron las protestas continúan y hasta ahora no se ha mostrado avance alguno en los temas medulares que preocupan a todos por igual. Siguen aumentando los detenidos, algunos responsables de hechos violentos, otros que sólo manifiestan y caen dentro de los mismos grupos.
La basura, la destrucción, la agresión se han apoderado de espacios públicos de manera permanente afectando duramente a los vecinos cansados de este tipo de manifestación, así como de las respuestas de los cuerpos de seguridad. Hay escuelas que cumplen ya cuatro semanas sin actividades, por imposibilidad de que los alumnos lleguen. Los comercios cercanos a zonas en conflicto tienen más pérdidas de las que siguieron a un mes de diciembre catastrófico y a la dificultad de conseguir mercancía.
En definitiva, un país detenido en el medio del conflicto, sin avanzar, teniendo todo para ser el más próspero.
En algún momento el conflicto cesará, ojalá que no sea con un costo mucho mayor de lo que ha sido hasta ahora. Hay quienes insisten que con acciones irracionales lograrán un objetivo que luce poco claro.
Necesariamente hay que hacer un ejercicio de proyección a futuro sobre estas circunstancias que producen mucha preocupación, que no es precisamente la del inmediatismo coyuntural. Hay toda una generación que está creciendo bajo el paraguas del odio y la violencia.
No sé en qué cabeza cabe que algunos padres sean capaces de disfrazar a sus hijos de productos que escasean o de funcionarios del Sebin con fusiles en mano. ¿Acaso no nos damos cuenta del daño grave que estas acciones ocasionan sobre niños, que están siendo obligados a heredar contiendas que no comprenden? Así como en algún momento se habló de una “generación boba”, creo que podemos ya hablar de una “generación del odio”, que será la que quedará en la Venezuela de mañana, la de después de la crisis.
Cuatro recomendaciones
1. Urge conformar equipos en nuestras familias, escuelas, barrios, lugares de trabajo, sitios de esparcimiento, que tengan la capacidad de bajar las pasiones desatadas de quienes estén en nuestro entorno.
2. Jugar al abogado del diablo haciendo preguntas sobre aspectos en los cuales no se diferencian de sus opuestos puede ayudar a hacerlos despertar.
3. Conversar con claridad sobre los puntos que nos unen y vetar aspectos que polarizan pueden ser ejercicios importantes en los espacios donde nos desenvolvemos. No se trata de negar la existencia de problemas, menos aún negar que existen conflictos y hasta violentas confrontaciones, se trata de disminuir el nivel de violencia alienante que se respira en todos los espacios.
4. Estar sentados sobre un polvorín, o caminar sobre un cartón de huevos hace impostergable el llamado a la cautela, y a la canalización de los conflictos dentro de las estrategias que tengan menos costo para la integridad personal y también sicológica de los ciudadanos.
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