EFE | LA PATRIA | MANTA
La desesperación que cunde entre quienes lo perdieron todo en el terremoto comienza a desbordarse en la localidad ecuatoriana de Manta, donde los voluntarios deben realizar la entrega de ayudas escoltados por policías ante el encendido descontento de los sobrevivientes.
Seis días después del sismo que sacudió la costa norte de Ecuador, los sobrevivientes que perdieron sus casas han reunido lo poco que les queda en parques y terrenos al aire libre, donde pasan la noche bajo precarias construcciones de cartón.
Al salir el sol, se lanzan a la tarea más importante del día, conseguir alimentos y agua que les mantenga hidratados bajo los más de treinta grados que marca el termómetro y para ello pueden acudir a lugares fijos de entrega o recorrer su destrozado barrio a la espera de que lleguen las unidades móviles con ayuda.
En la primera opción les esperan filas kilométricas al sol, en la segunda, confían en que les llegue un paquete de alimentación, que contiene arroz, galletas, azúcar, leche en polvo, sal, fideos, lentejas, y maíz para que una familia pase un día.
Estos paquetes provienen de donaciones de empresas privadas o particulares y, según cifras entregadas por fuentes de la Alcaldía de Manta, al día se entregan 1.300, especialmente en el sector de Tarqui, el más afectado.
Muchos de ellos se preparan en el patronato municipal, donde 200 voluntarios trabajan frenéticamente y reúnen además ropa para donar, agua y colchonetas para pasar la noche. Al caer la tarde los envíos de ayuda salen en varias camionetas para Tarqui mientras a las puertas del recinto decenas de personas piden agua a gritos a los voluntarios.
Van escoltados por dos policías, una circunstancia que no evita que a su entrada en el sector los rodee una veintena de personas que, visiblemente enfadadas, les reclaman por no entregarles a ellos la carga.
"Nosotros dormimos en el piso y nadie nos da nada", reclama a gritos una de las víctimas.
Distribución
Los voluntarios del patronato entregan lo que recolectan a quienes se apuntan a una lista con la que intentan asegurar que a cada familia le llegue un paquete de ayuda y no haya engaños, así que piden a quienes les rodean que se inscriban en ella y se alejan de allí.
Pero también al llamar por lista en otra zona de Tarqui se producen carreras, gritos, reclamos y algún empujón, y uno de los voluntarios, por megáfono, pide calma al exaltado grupo.
¡Por favor, nosotros tampoco hemos almorzado hoy, déjense ayudar", pide entre la algarabía.
Los voluntarios no son los únicos que reciben este estallido de tensión al entrar en la zona más afectada de Manta, como saben ya Rolando y su grupo de vecinos voluntarios llegados desde el sur de Guayaquil, donde recolectaron en su barrio lo que pudieron para ayudar a las víctimas.
"Hemos traído lo que es víveres, lo que es agua, lo principal que necesita la gente de Manta. Hemos traído ropa también", explica sobre la camioneta en la que han llegado y que, tras entrar en Tarqui, ha tardado cinco minutos en ser rodeada.
"¡Una sábana, que tengo una criatura!", pide una mujer, y los voluntarios de Rolando dudan, porque solo traen camisetas grandes, pero eso sirve y la entregan.
En diez minutos, solo les queda agua en la camioneta.
No lejos de allí está la única carpa de las fuerzas armadas con capacidad para hacer grandes acopios de alimentos, agua y medicinas.
Todo ello, que procede de varias entidades públicas, se prepara para abastecer a las camionetas que acuden a atender a otras zonas y albergues de la ciudad bajo la supervisión de Lizeth Miranda.
"Estamos haciendo inspecciones en barrios donde no ha llegado la ayuda. Estamos tratando de hacer las cosas bien y de llegar donde hoy aún no ha llegado la ayuda", explica Miranda.
Lo que más entregan es agua, hasta tres toneladas diarias y las donaciones que más reciben son medicinas, agrega.
Destacado
"A ver señor, estamos en emergencia nacional. Aquí nadie me pierde la calma, nadie grita o lo mando detenido, sea viejo, joven, hombre o mujer. Nadie me empieza a llorar o a quejarse por cuestiones que falten, a no ser por seres queridos que hayan muerto…”
Rafael Correa, presidente de Ecuador.
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