IGNACIO ORTEGA
EFE | LA PATRIA | KIEV
El ejército ruso comenzó ayer a bombardear la capital de Ucrania, Kiev, cuya torre de televisión fue alcanzada por un misil, aunque la peor parte se la llevó la segunda ciudad de esta nación, Járkov, donde la artillería rusa golpeó la plaza más grande del país.
El ataque sobre Kiev, bombardeo del que avisó con antelación el Ministerio de Defensa ruso, tuvo lugar después de que sonara la alarma por la publicación de imágenes de un gigantesco convoy con carros de combate rusos aproximándose peligrosamente a la ciudad.
"Los nazis de Putin acaban de bombardear la torre de televisión", escribió Antón Gueráschenko, asesor del Ministerio del Interior, en su canal de Telegram.
Un misil alcanzó la misma torre y otro cayó cerca de una estación de metro en las inmediaciones, impactos que dañaron la subestación eléctrica que alimenta el edificio y el hardware de la propia instalación.
Como resultado, murieron cinco transeúntes y otras cinco personas resultaron heridas, según datos preliminares. Canales de televisión dejaron de emitir inmediatamente.
Las autoridades resaltaron que la torre se encuentra en el territorio de Babi Yar, escenario de los mayores crímenes cometidos por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
"El 29-30 de septiembre de 1941 los nazis mataron a unos 33.000 judíos aquí. Ochenta años más tarde los nazis rusos atacan esta misma tierra para exterminar a los ucranianos. Malvados y salvajes", denunció Gueráschenko.
Poco antes, Rusia había alertado a los kievitas de inminentes bombardeos sobre su ciudad, que no vivía algo así desde la invasión nazi en 1941, y conminó a aquellos que vivían cerca de los nudos de retransmisión a que abandonaran sus hogares.
Seguidamente, el alcalde de Kiev, Vitali Klitschkó, recomendó a sus conciudadanos pasar la noche en refugios antiaéreos.
En previsión de un asalto ruso, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, nombró a un general, Nikolái Zhirnov, jefe de la administración militar de Kiev.
"La defensa de la capital está por encima de todo. Debemos impedir que el enemigo acceda a nuestra capital", explicó.
Subrayó que en estos momentos Kiev y Járkov son las prioridades del jefe del Kremlin, Vladímir Putin, quien usa "el terror" para doblegar la resistencia de los ucranianos.
"Avanza hacia nuestra capital, igual que hacia Járkov. Defenderemos Kiev y defenderemos al Estado. Kiev es el corazón de la ciudad. Y debe latir. Y seguirá latiendo para que venza la vida", dijo.
Según avanzaban las horas, en Kiev se reforzaban las medidas de seguridad y las líneas de defensa. Los camiones depositaban arena en lugares estratégicos para hacer sacos terreros, que ya cubren las puertas y ventanas de los principales edificios gubernamentales.
Grupos de militares montaron puestos de control con barreras antitanque, uno de ellos en la misma plaza de la Independencia (Maidán).
Y es que, según las imágenes satelitales de Maxar Technologies, el convoy ruso alcanza los 64 kilómetros de largo, consiste en carros blindados, piezas de artillería y otros vehículos, y el lunes se encontraba a unos 30 kilómetros del centro de la capital.
Ensañamiento con Járkov
Kiev puede ser el objetivo final de la campaña militar enemiga, pero Járkov está recibiendo ahora casi todos los golpes de la máquina de guerra rusa.
En el más grave ataque contra civiles desde el comienzo de la invasión, un proyectil impactó ayer en la mañana frente al edificio del Gobierno regional.
En las imágenes difundidas se ve cómo el obús alcanza a coches que circulaban o estaban aparcados en la plaza, matando a 10 personas y causando 35 heridos.
"Nos hemos despertado en una nueva realidad. El centro de Járkov, la mayor plaza de Europa, objeto de un ataque. ¡Horrible!", explicó Ruslán Stefanchuk, el presidente de la Rada Suprema de Ucrania.
Recordó que Járkov es una ciudad universitaria, donde la mayoría de su población habla en ruso, aunque se sientan ucranianos.
"No lo entiendo. ¿Qué están haciendo con Járkov?", se preguntó.
Rusia ignora al mundo
Rusia continúa esgrimiendo sus argumentos para justificar la invasión de Ucrania y, a pesar de las peticiones de la comunidad internacional y de las sanciones económicas que la hieren de gravedad, sigue con su guerra sobre el país vecino, mientras el número de refugiados llega ahora a los 677.000.
Su postura la defendió en Ginebra el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, que acusó al Gobierno de Kiev de ser "neonazi" y de maltratar y violar los derechos de la población rusohablante en Ucrania desde 2014, cuando un movimiento ciudadano logró la caída del entonces presidente, Viktor Yanukovich, aliado cercano de Moscú.
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