“Sin número no entra”. Esa frase desató histeria ayer entre quienes se aproximaron al supermercado de un centro comercial que está en la Libertador con 33, para realizar sus compras. Ahora el mecanismo de tomar un número y sumarse a la cola aplica para quienes desean adquirir productos regulados y no regulados; esa es una forma de controlar el flujo de compradores y evitar que antisociales, que se cuelan entre a la multitud, hurten a clientes.
“Siete robos se produjeron esta mañana; eso pasó porque la gente entra como loca a buscar aceite y harina. La situación ha provocado que se metan al lugar aprovechadores que han robado carteras y celulares de otros”, cuenta un funcionario de seguridad del automercado, mientras ataja la puerta de entrada del lugar y le repite a la gente: “Sin número no entra”, frase que desató molestias en más de un cliente que se acercó al establecimiento para comprar cualquiera de los productos que no están regulados.
Inconformes
“De cuando acá uno tiene que hacer cola para comprar un cereal”. “Yo quiero comprar sólo jabón, y así que me niego a hacer una cola de horas cuando no necesito ni aceite ni harina”. Esos eran algunos planteamientos que a gritos se escuchaban en las afueras del establecimiento, donde según informaron varios clientes asiduos: “Esto nunca antes había sucedido”.
Carolina Rodríguez, madre de una pequeña de un año, reclamaba insistentemente su derecho a entrar para comprar el cereal que su hija necesita para las meriendas escolares. A este reclamo el funcionario, que no quiso ser identificado, respondía: “Señora, busque su número”.
La misma respuesta recibieron Eduardo Mendoza, quien sólo quería comprar jabón de baño y Samatha Gamargo, quien pedía entrar para comprar pasta y salsa para pasticho: “Ahora resulta que para todo hay que hacer cola”, manifestaron ambos, en medio de un ambiente eufórico también lleno de quejas y reclamos de parte de quienes se encontraban en la fila desde tempranas horas de la mañana.
Rosa Pacheco, de 84 años, estaba en la hilera que se desprendía desde una entrada lateral del centro comercial. Ahí estuvo de pie, a pesar de estar operada de la rodilla, desde las 7:00 a.m., esperando que abriera el supermercado y la dejaran pasar. Para su sorpresa, a las 10:00 a.m. le notificaron que su entrada al lugar demoraría aún más porque los usuarios debían pasar por número.
“No hay respeto por los adultos mayores. Nosotros deberíamos tener prioridad”, exclamaba Pacheco en medio de una multitud que reclamaba por los números y que, de un momento a otro, pasó de quejarse verbalmente a tratarse a empujones por tanta desesperación.
Mucho más molesto estaba Pedro Agüero, de 80 años, decidió no hacer la fila, sino caminar hasta la puerta del local y pedir que lo dejaran pasar por estar enfermo de una pierna, algo que el funcionario ignoró por completo, dejándolo a un lado mientras hacía pasar a quienes sí mostraban el número.
“Tenemos que controlar el desespero de la gente y la entrada de delincuentes a las instalaciones”, señaló el funcionario, informado que de ahora en adelante 200 números serán repartidos cada 15 minutos a lo largo de la cola.
El dato
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