Efe | LA PATRIA | La Paz | Nairobi
La pandemia encerró a Maya en Nairobi junto a su maltratador y puso su vida en peligro. A Leonarda le quitó su trabajo de empleada de hogar en La Paz y la empujó a una situación extrema.
El coronavirus ha matado a más hombres, pero las mujeres quedaron más expuestas a problemas crónicos como la violencia machista o la precariedad laboral. Afrontan además un mayor riesgo directo al ocupar el 70% de los trabajos en el sector sanitario a nivel mundial o estar mucho más al cargo de enfermos y ancianos, los trabajos invisibles y no retribuidos.
Labores
Según un estudio de ONU Mujer, la covid-19 incrementa la desigualdad que padece la población femenina en la mayor parte del mundo, principalmente en los países más pobres.
Ellas dedican 4,1 horas de media al día a trabajos no retribuidos como las labores domésticas o el cuidado de personas dependientes, el triple que ellos.
En América Latina, estas labores representan entre el 15,2 % (Ecuador) y el 25,3 % (Costa Rica) del PIB. Mientras que el cuidado no retribuido de los enfermos equivale al 2,35 % del PIB mundial, que equivale a 1,5 billones de dólares (1,35 billones de euros).
Agresión
Una humillante mañana de abril, la keniana Maya Raziki eligió vivir, alejarse de un marido que la anulaba con gritos y palizas.
"La mayoría (de mujeres maltratadas), especialmente, si tienen una vida (de clase alta) como era la mía, aguantan. Y por eso, un día te enteras que una ha sido asesinada, otra acuchillada de muerte... ¿Y sabes por qué? Porque temen al mundo de ahí fuera", explica.
"La paz no es solo la ausencia de guerra. Muchas mujeres confinadas como consecuencia de la covid-19 afrontan violencia donde se supone que deberían estar más seguras: en sus propios hogares", recordó el pasado 6 de abril el secretario general de la ONU, António Guterres.
La violencia machista, de acuerdo con ONU Mujer, afecta a una de cada tres mujeres en el mundo.
Una habitación lejana
Leonarda tenía 14 años cuando llegó a La Paz del Altiplano boliviano, tras quedar huérfana de ambos padres.
Se dedicó a trabajos del hogar, un oficio en el que ya lleva casi tres décadas.
Los últimos meses han sido más difíciles, pues unas semanas antes de que se dictara la cuarentena por el coronavirus en Bolivia su empleadora la echó sin pagarle un centavo y la demandó.
Ella es una de las más de 117 mil empleadas del hogar bolivianas a las que la pandemia puso al borde del abismo: despidos injustificados, sobrecarga laboral o exposición al contagio en plena cuarentena para llegar al trabajo como sea, al margen de otros males como la discriminación y el trato injusto.
El confinamiento por el coronavirus puso una trampa para muchas.
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