Tamara Gil
EFE | LA PATRIA | Pekín
Las masivas manifestaciones que descubrieron el lado más crítico de la sociedad china frente al régimen comunista, y que acabaron en una masacre hace 25 años, que se cumplieron ayer, forjaron el carácter de una ciudadanía actual que se debate entre la amnesia y la lucha, y de un Gobierno que se considera en constante amenaza.
Aquellas protestas, cuyo final es hoy de los capítulos más oscuros de la historia reciente de China, comenzaron tras la muerte del ex líder Hu Yaobang, a quien su perfil reformista le costó ser defenestrado por el Partido Comunista (PCCh).
Los estudiantes salieron a la calle para pedir al régimen que "limpiara", aunque fuera de forma póstuma, el nombre del exmandatario, pero, con el paso de los días, comenzaron a sumarse más manifestantes, y, con ellos, sus demandas.
Las protestas se prolongaron casi siete semanas, y se extendieron por toda China. En ellas, la ciudadanía nunca llegó a pedir la caída del régimen: buscaba su apertura, la transición democrática, y también el final de la rampante corrupción en el PCCh.
La ciudadanía joven de ayer sabe poco de aquello. Muchos desconocen lo que personas de su edad reclamaban hace 25 años, así como la masacre de cientos de civiles en la que acabó la protesta.
"No sabía nada hasta hace poco. Mi novio sí, porque se lo contaron sus padres, que lo vivieron, pero nunca hablamos de ello. Tampoco con mis compañeros de Universidad. Los estudiantes también eran violentos, ¿no? Cometieron errores", comentó a Efe una joven de 26 años del este de China que vive en Pekín.
"Muchas personas de China recuerdan la masacre, especialmente aquellos que participaron en las protestas o quienes vivían cerca de donde se produjeron. Pero, quienes no las vivieron, quizá han escuchado algo, aunque, si es así, lo que saben se ciñe a la versión oficial", explica la investigadora de Human Rights Watch Maya Wang.
El Gobierno, explica la experta, ha anestesiado a la sociedad de hoy gracias al rápido crecimiento económico de los últimos 30 años, que les sacó de la pobreza y les convirtió en la segunda potencia mundial, y a una censura cada vez más sofisticada.
Todos ello evidencian la huella que también dejó Tiananmen en los actuales dirigentes, cuyo temor a cualquier revuelta les ha llevado a detener, interrogar o hacer desaparecer a unas 50 personas este año de cara al aniversario. Entre ellos, importantes personalidades o individuos que hasta ahora habían contado con su aprobación, según la organización Chinese Human Rights Defender
"El Estado tiene miedo de la gente que pueda ser peligrosa para la gente, que la incentive a salir a la calle y vuelvan a poner en peligro su estabilidad", dijo a Efe el conocido activista Hu Jia, quien se unió a las manifestaciones de 1989 siendo un adolescente.
Tras 25 años sin sobresaltos importantes contra el poder, parece que el régimen ganó la batalla a Tiananmen. Pero aún existen vestigios de esos reclamos que son, precisamente, los que inquietan al Partido Comunista.
"La memoria de Tiananmen sigue muy viva gracias a los esfuerzos de las familias de las víctimas, como la agrupación 'Madres de Tiananmen', y la creciente comunidad de defensores de derechos humanos en China", subraya Shiwei, director sénior de programas de Human Rights in China, organización con oficinas en Hong Kong y Nueva York.
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