El interrogante que planea sobre el futuro político y económico de Brasil disparó el desempleo en el país que, sumido en una profunda recesión, no parece encontrar "la luz al final del túnel".
La incertidumbre sobre el rumbo del gigante suramericano no sólo enfrió la actividad económica, sino que congeló la confianza de los inversores.
El número de desocupados aumentó un 40,1% en el último año y alcanzó la cifra de 10,4 millones entre diciembre y febrero, según el último informe del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).
Además, perdió 118.776 empleos formales en marzo, registrando así su peor resultado para ese mes en los últimos 25 años, de acuerdo con los datos del Ministerio de Trabajo.
Pero marzo no fue el único período crítico: febrero también concluyó como el peor segundo mes del año en el último cuarto de siglo.
Pesimismo y violencia
"El hecho de no saber cómo evolucionará la economía en los próximos meses genera inseguridad y menos planos de inversiones, por lo que cae el consumo de las familias y eso tiene efectos reales como la pérdida de empleo", explicó el economista del Instituto Insper Sérgio Firpo.
Sin embargo, para el especialista, el recelo ante el porvenir está estrechamente ligado con el "clima de pesimismo" que impera en el terreno económico y que llevó al cierre de muchas compañías.
Por eso, pronostica, "hasta que no acabemos con ese círculo vicioso, las cosas empeorarán".
Para el analista André Rebelo, asesor para asuntos estratégicos de la Federación de Industrias de Sao Paulo (Fiesp), la escalada del desempleo es fruto de la suma de las "dudas sobre el futuro" y "un presente muy violento".
Tal como recordó, la industria sumó su tercer año consecutivo en números rojos y acumula una caída media del 18%, un declive que se propaga a todos los sectores productivos.
"Ningún segmento está creciendo porque la contracción del Producto Interior Bruto (PIB) -que se retrajo un 3,8 % en 2015- es muy fuerte", señaló el economista, quien apuntó que la coyuntura actual ha llevado a "una rueda que se retroalimenta" demoledora para sectores como el automovilístico.
No obstante, matizó, "despedir a un trabajador en Brasil es muy caro y las empresas lo retrasan al máximo, de modo que si una firma toma esa decisión es porque no ve ninguna posibilidad de recuperación".
Los expertos coincidieron en que ese "ahora" está condicionado al desenlace de la colosal tormenta política que se cierne sobre Brasil y cuya máxima representación es el juicio político que amenaza con destituir a la presidenta, Dilma Rouseff.
Pero además se suma, la fragmentación parlamentaria y la fractura social, el país enfrenta un escenario poco esperanzador, con las tasas de interés en su mayor nivel en nueve años y una inflación que, según los pronósticos, volverá a superar ampliamente el techo de la meta (4,5 %).
Renació el fantasma del desempleo después de una década en la que la mayor economía Latinoamericana se enorgullecía de haber reducido a mínimos históricos sus índices de desocupación.
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