LA PATRIA | MANIZALES
América Latina estará atenta hoy a lo que decidan los brasileños en la segunda vuelta presidencial. Si eligen a Jair Bolsonaro, aspirante de extrema derecha partidario de la dictadura militar, homófobo, xenófobo, machista y dispuesto a aplicar la mano dura para resolver los problemas de inseguridad o Ricardo Haddad, el sucesor de Lula y candidato del Partido de los Trabajadores (PT), el movimiento de izquierda responsable de la corrupción, del caos económico en que quedó sumido Brasil después del gobierno de Dilma Rousseff.
La decisión de los ciudadanos del país más grande de Latinoamérica repercutirá en el continente. Las encuestas dan como virtual ganador a Bolsonaro lo que según Carlos Enrique Arévalo Narváez, jefe del Departamento de Derecho Internacional de la Universidad de la Sabana, demuestra que la gente está cansada de lo mismo y busca candidatos con propuestas radicales. La desconfianza de los brasileños hacia sus instituciones, inmersas en los casos de corrupción conocidos como el Mensalão y el Lava Jato, generó un espacio para el surgimiento de Bolsonaro, líder carismático y extremista que durante su campaña se dedicó a alimentar un populismo autoritario y excluyente.
“Hay una percepción muy negativa hacia ese candidato por sus declaraciones en el pasado y más por lo que pretende hacer. En caso de ganar lo que él haga va a generar críticas, rechazo e insatisfacción. Creo que van a haber movilizaciones tanto en Brasil como en otros países y no sé si va a poder ejecutar su programa de gobierno: liberalización económica, la defensa de la familia con una visión conservadora, una retórica antiminorías, antimujeres, antiafros, anti-LGTBI y la liberalización del porte de armas”, explica Javier Leonardo Garay Vargas, doctor en Ciencias Políticas de la Université Paris-Est Marne-la-Vallée y docente de la Universidad Externado.
Regreso
Agrega Garay Vargas que el resurgimiento de la derecha en Latinoamérica se debe a que las sociedades se cansaron de las promesas incumplidas de la izquierda, según él, ese es el problema de Haddad. “Lula fue un héroe para la izquierda latinoamericana y hasta hace muy poco, entre comillas, era lo de mostrar en América Latina, porque se presentó como quien revolucionó la política social, pero nunca pretendió cambiar la estructura y las instituciones, sigue existiendo en Brasil una sociedad elitista y estatista y frente a eso no se inmutó, incluso terminó involucrado con la izquierda en casos de corrupción, además lo acompañó la buena suerte, le tocó la época del boom de los comodities, de un crecimiento impulsado externamente y se creó la ilusión de que esa política social si funcionaba”, complementa el analista.
Por eso plantea que la sociedad latinoamericana le está dando una nueva oportunidad a la derecha, pero advierte que el problema en la región no es de extremos ideológicos, sino el entorno institucional que es excluyente y eso impide que haya mayor libertad económica y productividad.
Rafael Piñeros, coordinador del programa de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, considera que una victoria de Bolsonaro acercará a Latinoamérica a los regímenes de derecha con un papel más fuerte de las Fuerzas Militares, una política exterior encaminada a las grandes potencias y menos presencia de Brasil en el hemisferio. “Puede que haya sincronía con líderes de la región como Mauricio Macri e Iván Duque en una posición radical contra Venezuela”, afirma.
Posición radical
Una visión más apocalíptica sobre el papel de Brasil en la geopolítica la plantea el analista Arévalo Narváez y da como un hecho la posición radical que tomará Bolsonaro contra Venezuela. “Empieza a estar latente el riesgo que pueda estar corriendo Guyana y esa podría ser la excusa perfecta para una intervención militar justificada bajo el derecho internacional a Venezuela”, indica.
En el 2015 en el Esequibo, el territorio que disputan Venezuela y Guyana, desde hace 50 años, la petrolera Exxon Mobil anunció el descubrimiento de un yacimiento en el océano Atlántico.
Guyana decidió introducir ante la Corte de La Haya una solicitud para que se resuelva el conflicto territorial, pero Venezuela no reconoce la judicial como una vía para resolver el diferendo. Se prevé que para el 2020 el segundo país más pobre del hemisferio occidental, después de Haití, este produciendo más crudo incluso que Venezuela a quien reemplazaría como proveedor.
“Si eso llega a ser así muchos países que están quietos como Estados Unidos que reciben petróleo de Caracas encontrarían un nuevo proveedor y se salvaría ese riesgo de entrar en confrontación con Venezuela, país que ya ha empezado a enviar señales no muy claras sobre una intervención a Guyana para evitar que lo remplace como proveedor, Brasil apoyado por EE.UU. haría un movimiento justificado bajo el derecho internacional como sucedió con Irak a Kuwait”, apunta.
El próximo presidente de Brasil, ya sea el ultraderechista Jair Bolsonaro o el socialista Fernando Haddad, tendrá que lidiar con el Congreso más fragmentado del mundo, con 30 partidos representados y sin ninguna formación que cuente con más del 12% de los votos.
El presidente que los brasileños elijan tendrá que tomar las riendas de una economía que todavía se tambalea y poner en orden las cuentas de un país que en los últimos años ha visto de nuevo un crecimiento de la pobreza, dejando atrás una década de avance social.
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