KENDRY SERRANO
COLPRENSA | LA PATRIA | CÚCUTA
“Con tal de que entre la ayuda humanitaria, que pase lo que Dios quiera”, expresa Yolimar Suárez, una venezolana que tal y como lo hace cada ocho días, baja de Capacho, municipio del estado Táchira (Venezuela), cruza el Puente Internacional Simón Bolívar para comprar harina, pañales, papel higiénico y otras cosas básicas para comer.
Hoy se cumple el plazo para que el presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, ingrese la ayuda humanitaria a su país con el apoyo de la comunidad internacional. El ambiente en Cúcuta, donde se encuentra un centro de acopio, es una mezcla de incertidumbre, miedo y fe.
“Yo como él, dejaría entrar la ayuda, porque él no puede con todos nosotros”, agrega Yolimar frente al hecho ya anunciado por Nicolás Maduro, mandatario de Venezuela, de impedir el ingreso de estas ayudas, que –según ha trascendido – entrarían por cuatro puntos fronterizos ubicados en Norte de Santander: Tienditas, Simón Bolívar, La Unión y Francisco de Paula Santander.
Se espera que miles de voluntarios que están a favor de un cambio de gobierno en Venezuela puedan ingresar las ayudas, tal y como sucedió el 5 de julio del 2016, cuando alrededor de 500 mujeres venezolanas vestidas de blanco presionaron a la guardia venezolana para que las dejaran pasar a Colombia y comprar alimentos en un momento en que la frontera estaba cerrada.
Bien para todos
Yolimar parece estar acostumbrada a los gritos, el calor, los trompicones y roces sudorosos ocasionados por el paso de venezolanos a través de la frontera con Colombia, que en los últimos días se incrementó en el Puente Simón Bolívar. “Vendo acetaminofén”, “vendo bombones”, “vendo cabello”, fritan en el lugar. Ella viste zapatos grises, pantalón negro, blusa de rayas negras y lleva un coche de bebé en el que transporta la comida con la que su familia, conformada por sus dos hijas, su nieta y su esposo, se alimentará esta semana.
“La ayuda humanitaria es un bien para todos los venezolanos ya que hay mucho niño especial, gente con discapacidad, que no tiene cómo bajar a la frontera. La situación es caótica, la gente apenas sobrevive. Hay niños con desnutrición, mucha pobreza, porque no hay transporte, no se consigue nada, y el Gobierno no quiere entender que necesitamos la ayuda humanitaria”, dice Suárez mientras la interrumpe Génesis, su hija de 21 años, quien carga una bebé de cuatro meses.
Génesis cuenta que el trasporte es complicado porque ningún conductor quiere arriesgar su vida por el poco que reciben. “Con lo poquito de sueldo que se ganan no les alcanza ni para una harina. A mí, embarazada, me tocaba bajar chatarra, pescado, pero ahora, si no tuviéramos el apoyo de la frontera, mi bebé no usaría pañales”, dice la joven.
600 toneladas
De acuerdo con la Unidad de Gestión de Riesgo, son 600 toneladas de ayuda humanitaria las que se encuentran en el centro de acopio de Cúcuta, cerca al puente Tienditas. Eduardo José González, director de la entidad, asegura que el Gobierno es optimista frente a la posibilidad de que las cajas con alimentos y medicamentos se puedan ingresar al vecino país. De hecho, el mismo presidente de la República, Iván Duque Márquez, estará en la jornada.
Para Génesis, es fundamental que logren ingresar los medicamentos, porque – pese a que se consiguen en su país – son muy costosos. Señala que la salud en Venezuela está tan deteriorada que cuando fue a dar a luz, el hospital estaba contaminado, no tenía agua y tuvo que ver cómo morían bebés y niños por falta de elementos básicos en la atención. Fue tanto el susto, que su pequeña nació con una complicación, pero prefirieron llevarla a casa y luego buscar la manera de que la atendiera un médico, eso sí, por una cantidad considerable de dinero.
Es por esa razón que, a pocos pasos de Venezuela, Laidy Castillo se dedica a vender sobres de acetaminofén por 10 unidades a 500 pesos colombianos. Asegura que es su manera de sobrevivir porque debe llevar el sustento a su casa, donde la esperan sus dos hijos. Pese a que las pastillas son económicas en la moneda colombiana, con el dinero que reúne durante un día alcanza a juntar más de un salario mínimo de su país.
“Vendo medicamentos porque allá son muy costosos, entonces la gente baja y compra acá. Soy madre soltera y es la única manera de sobrevivir. Tenía una tienda, pero tuve que cerrarla porque los precios se elevaron demasiado y no me dio la base para sustentar el negocio”, señala Laidy.
En medio de estas historias, la incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir hoy prevalece en la frontera.
Bloqueados en Brasil
El envío a Venezuela de la ayuda humanitaria acopiada en Brasil quedó pendiente ayer de la llegada de camiones del vecino país, que fue impedida por el cierre fronterizo decretado por el Gobierno de Nicolás Maduro. Las autoridades brasileñas reunieron cerca de 200 toneladas de alimentos y medicinas en Boa Vista, capital del fronterizo estado de Roraima, que tenían previsto transportar hacia Venezuela hoy vía Pacaraima, localidad unos 200 kilómetros al norte y situada en la propia línea limítrofe.
Sin embargo, el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro puso como condición que esa carga solo saldría de Boa Vista en "camiones venezolanos, conducidos por venezolanos", y hasta ahora solamente un vehículo procedente del vecino país llegó a esta ciudad.
Durante la jornada, en Brasil hubo diversas conjeturas sobre un posible envío de tropas "bolivarianas" hacia la frontera y hasta de una no confirmada instalación de misiles venezolanos en las proximidades de la frontera.
El cierre del paso fronterizo causó protestas de venezolanos que cruzan cada día para comprar alimentos o trabajar en Pacaraima. La tensión creció con una momentánea apertura de la frontera para el paso de dos ambulancias que trasladaban a siete personas heridas de bala en incidentes ocurridos en una comunidad indígena a unos 60 kilómetros al norte y en territorio venezolano donde dos indígenas fallecieron.
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