Gerard Soler
EFE | LA PATRIA | Santiago de Chile
Los fieles chilenos vibraron ayer con la misa del papa Francisco en el parque O'Higgins de la capital chilena, un brillante escenario que pasó página de las escenas de violencia que se produjeron durante la visita de Juan Pablo II en 1987, en la etapa final de la dictadura de Augusto Pinochet.
El parque más grande de la capital chilena se vistió de gala para recibir la primera de las tres misas multitudinarias que ofrecerá el pontífice en su visita al país, además de las que oficiará en las ciudades de Temuco e Iquique.
Unas 400.000 personas abarrotaron el recinto desde primera hora de la mañana y lo pintaron con miles de banderas con los colores de Chile y el Vaticano.
La postal de ayer contrastaba con el recuerdo aciago de la primera visita de un pontífice a Chile, la que protagonizó Karol Wojtyla en 1987, cuando se dieron cita un millón de fieles católicos.
La misa en el parque O'Higgins del pontífice polaco se vio interrumpida por las protestas de cientos de personas que se manifestaban contra el régimen militar.
La policía las reprimió violentamente con chorros de agua y gases lacrimógenos, y el lugar se convirtió en escenario de una batalla campal.
En el altar, Juan Pablo II observó los disturbios con rostro serio y después exclamó la recordada frase "¡El amor es más fuerte!", mientras se arrodillaba y el humo de las bombas lacrimógenas inundaba el ambiente.
El cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo metropolitano de Santiago, recordó durante la misa del papa Francisco lo sucedido en aquella primera visita de un pontífice a Chile.
"Aquí mientras las bombas lacrimógenas intentaban apagar el entusiasmo de la gente, las manos de presbíteros, sacerdotes y laicos se alzaban para detener la barbarie e implorar la paz, en un país que tiene por vocación el entendimiento, y no el enfrentamiento", dijo.
Ruth Saavedra, una chilena de la ciudad de Los Andes, recordaba ayer que solamente ha estado dos veces en el parque O'Higgins: el 3 de abril de 1987 para ver a Juan Pablo II y este 16 de enero para asistir a la misa oficiada por Francisco.
"En 1987 vine con mi hijo. Fue emocionante, aún cuando hubo disturbios y en un momento dado fue un caos. Pero cuando vi pasar al papa Juan Pablo II se me cayeron las lágrimas", explicó a Efe.
Esta mujer considera que Karol Wojtyla era más "místico", pero Jorge Mario Bergoglio es más cercano a la gente. "Además, es argentino y latinoamericano, y eso hace que lo sintamos más cerca", añade.
Saavedra observa con preocupación el declive de los católicos en Chile, donde según una reciente encuesta de
Latinobarómetro, solamente el 45% de los ciudadanos se considera católico, el porcentaje más bajo de toda América Latina.
Pese a esto, está convencida de que la visita del pontífice logrará reanimar a los católicos desencantados. "Va a dejar algo que hará que los católicos pasivos se acerquen y se unan", asegura.
Bernardita Soto, de 72 años, también estuvo en la accidentada misa del parque O'Higgins de 1987, aunque prefiere no explayarse en los detalles de aquella jornada.
Nicolás Maulén, de 18 años, no puede ocultar la emoción y la ansiedad por ver al papa Francisco y reivindica la necesidad de que los jóvenes se acerquen a la Iglesia.
La presencia del cuestionado obispo de la diócesis chilena de Osorno, Juan Barros Madrid, en la misa celebrada por el papa Francisco, ha desatado la polémica en círculos políticos y religiosos que cuestionan la sinceridad del perdón ofrecido por el pontífice a las víctimas de abusos sexuales.
En sus primeras palabras en Chile, el papa Francisco pidió perdón y dijo sentir "dolor y vergüenza" por "el daño irreparable causado a niños por ministros de la Iglesia".
En los días previos a la visita se había reavivado la polémica de los casos de pederastia en la Iglesia católica, que afectan a unos 80 religiosos chilenos, y desde diferente sectores se había solicitado un gesto explícito del pontífice con las víctimas de los abusos, incluso una audiencia privada.
"Me quiero unir a mis hermanos en el Episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir", dijo Francisco, quien evitó emplear la palabra "abusos".
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